La fiebre aftosa en Inglaterra
( Publicado en Revista Creces, Abril 2001 )
No cabe duda que al ganado de Inglaterra le está lloviendo sobre mojado. Primero fue la enfermedad de las vacas locas, que obligó a sacrificar miles de cabezas para controlar la expansión de la enfermedad. Ahora se agrega la fiebre aftosa, y nuevamente los granjeros tienen que preparar grandes pilas para quemar sus animales, como única medida eficiente para establecer un cordón sanitario.
El virus que causa la enfermedad en Inglaterra, y que ya se ha extendido a diversos países europeos, corresponde a una nueva cepa muy virulenta, que se está extendiendo rápidamente por el mundo. Se trata del prototipo Pan-Asiático, que es una variante de la cepa "O". Primero fue descubierto en la India en el año 1990, para posteriormente extenderse por la península arábica llegando a Europa en el año 1996. Recientemente se han descrito casos en países que habían estado libres por largo tiempo de fiebre aftosa, como Corea del Sur, Japón y Sud Africa (ver mapa). Seguramente ya hay muchos otros países en que también ha entrado la enfermedad, pero no se han preocupado de notificarlo.
El virus es tan contagioso, que basta que un solo animal enfermo traspase la barrera sanitaria para que la enfermedad se extienda rápidamente. Su contagio es como la gripe, a través de la respiración del animal enfermo, o por la carne que es importada de áreas infestadas, o alimentos cárneos que llevan los turistas. Infesta las pezuñas de los animales y produce ampollas dolorosas en la boca, lo que les hace perder el apetito y compromete gravemente su estado general, afectando su rendimiento económico.
El sacrificio y quema de los animales infestados pareciera ser una medida exagerada, dado que teóricamente se dispone de vacunas para prevenir la enfermedad. Sin embargo, respecto a estas vacunas hay muchos problemas no resueltos. Los animales vacunados pueden también albergar virus vivos hasta por dos años y traspasarlos a animales no vacunados y así transmitir la enfermedad. La vacuna actualmente disponible es fabricada a partir de virus muertos inactivados, por lo que los métodos inmunológicos, de detección de anticuerpos no permiten distinguir un animal vacunado de uno enfermo.
Por otra parte la vacuna protege por un corto tiempo, por lo que tiene que aplicarse por lo menos dos veces al año. Ello es caro, más aún si están cambiando las cepas en cada epidemia. Por ello es urgente contar con una vacuna apropiada que, dando una inmunidad, permita diferenciar el animal vacunado del enfermo.
Recientemente Marvin Grubman y sus colaboradores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, están desarrollando una vacuna que cumpliría estos requisitos. Ellos han injertado sólo algunos genes del virus de la fiebre aftosa en adenovirus vivos, los que al inyectarse al vacuno despertaría una respuesta inmunológica específica que permitiría diferenciar los animales vacunados de los infestados por el virus (el adenovirus no se reproduciría en el animal). Ella además tendría un efecto prolongado (New Scientist, Marzo 3, 2001, pág. 5).
Afortunadamente la fiebre aftosa no afecta a los humanos, pero hay muchos otros virus que afectando a animales también afectan a humanos. Hasta ahora muchos de ellos se habían mantenido en regiones geográficas aisladas, pero el proceso de globalización mundial, con la gran capacidad de desplazamiento del hombre, animales y productos, están dando las condiciones para el rápido esparcimiento de estas inusuales enfermedades virales. Tal es el caso del virus Hanta, que lo transmiten ratas, pero afecta al hombre, como lo hemos podido comprobar en nuestro país (Creces, Octubre 1997, pág. 6), el virus Nipah, que hace dos años afectó a los cerdos en Indonesia, debiendo sacrificarse todo el plantel nacional por los cuadros de encefalitis graves que produjo en humanos (Nuevo virus está produciendo estragos en Malasia), el virus Borna y el virus Hendra que han afectado a los caballos y también afectó a la gente en Australia (El virus Ebola, un socio antiguo), el virus Ebola, que en una semana, desde los murciélagos se trasmitió al hombre matando a cientos de personas en Africa (Creces, Septiembre 1996, pág. 7), el virus Marburg, que recientemente ha producido estragos en la población africana, con cuadros clínicos de fiebre hemorrágica de alta letalidad (Creces, Agosto 1999, pág. 14) o el virus del Nilo, que transmitido por los pájaros, desde Asia se ha extendido rápidamente a siete estados en los Estados Unidos, habiendo matado ya a más de 10 personas (Creces, Enero-Febrero 2001, pág. 12). Ello sin hablar de las pandemias de gripe que transmitiéndose a partir de diversos animales (aves en Hong-Kong), contaminan también a seres humanos, y finalmente el SIDA, que aparentemente pasó de los monos al hombre. Todos ellos representan graves amenazas para toda la población mundial y la única forma de prevenir en forma eficiente su expansión, está en el desarrollo de vacunas apropiadas. Ello no sólo debe preocupar a las regiones que hasta ahora se han visto afectadas por estas enfermedades emergentes (la mayor parte de los países pobres), sino al mundo entero, y muy especialmente a aquellos países que tienen la capacidad científico-tecnológica necesaria par investigar en este campo. Ya está demostrado que para los virus no hay fronteras y las consecuencias pueden ser dramáticas.