El uso de antibióticos en la dieta de animales
( Publicado en Revista Creces, Mayo 2001 )

Es bien conocida la facilidad con que las bacterias adquieren resistencia a los antibióticos. Cada vez que se descubre un nuevo antibiótico y se difunde su uso, rápidamente aparecen cepas resistentes y transfieren esta resistencia a otras mediante los plasmidos (trozos de DNA de bacterias que portan la resistencia a los antibióticos). Hasta ahora son numerosos los nuevos antibióticos que se han descubierto, lo que por un tiempo hacía pensar que podía ganarse la guerra contra las bacterias. Pero las posibilidades parecen agotarse, ya que cada vez se hace más difícil descubrir nuevos antibióticos.

Por ello es que debe limitarse el abuso y mal uso de antibióticos para así disminuir las posibilidades de que aparezcan cepas resistentes a ellos y se diseminen. Pero aparte del uso en clínica humana está el uso generalizado de antibióticos en pequeñas cantidades, en la alimentación animal, ya que ellos favorecen su crecimiento.

Querámoslo o no, los humanos compartimos las mismas bacterias con los animales, por lo que existe el temor que su uso indiscriminado en la alimentación animal, también favorezca la aparición de cepas resistentes. Hasta ahora no ha sido posible restringir el uso de antibióticos en la alimentación de animales, principalmente debido a presiones de las empresas fabricantes de antibióticos y los productores de animales. En la actualidad, en los Estados Unidos más de la mitad del consumo de antibióticos está destinado a la alimentación animal. Tanto los fabricantes de antibióticos como los productores de animales, argumentaban que no había ningún análisis experimental que demostrara que el uso de pequeñas dosis en animales, indujera la resistencia en bacterias. Pero ahora las demostraciones parecen ser evidentes.

En el año 1996, el Food and Drug Administration de los Estados Unidos, aprobó el uso de fluoroquinolinas en pollos y pavos para prevenir en ellos las infecciones de la "Echerichia coli". Esta decisión tuvo la fuerte oposición del Centro de Control de Enfermedades, ya que este antibiótico era de gran utilidad para tratar infecciones intestinales en humanos, y temían la aparición de bacterias resistentes.

Los temores se han confirmado al comprobarse que las bacterias "Campilobacter", aisladas de pollos, se habían hecho resistentes. En 1999, se comprobó que el 17% de los "Campilobacter jejuni" y el 30% de las "Echerichia coli" aisladas de humanos, ya eran resistentes a las fluoroquinolinas (Science, vol 291, Enero 19, 2001, pág. 397).

El uso de antibióticos en la alimentación de animales está muy difundido en el mundo. Sin embargo, algunos países como Dinamarca, Finlandia y Suecia, ya lo han prohibido. La Organización Mundial de la Salud ha recomendado que se elimine esta práctica, al menos con los antibióticos que se usan también en medicina humana. Si queremos ganar la guerra contra las bacterias patógenas, no sólo debemos extremar el uso de los antibióticos en humanos, sino también en los animales. Resulta absurdo reglamentar la venta de antibióticos en las farmacias, si los mismos se utilizan sin restricción en la alimentación animal.


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