Que paso con los nódulos metálicos del fondo marino
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2000 )
Hace cuatro décadas se crearon grandes expectativas al comprobarse la existencia de enormes reservas de minerales en forma de nódulos en el fondo marino, pero estudios posteriores comprobaron que a los precios actuales, su exploración no era económicamente factible. Actualmente hay nuevas expectativas de explotar el oro en las surgencias marinas.
Hace casi cuarenta años se descubrieron los yacimientos de grandes nódulos de manganeso en el fondo del mar, y que éstos estaban creciendo a un ritmo más rápido de lo que se podría explotar. En el libro de J.L Mero, se afirmaba que estas reservas se podían estimar en más de un trillón de toneladas métricas (J. L. Mero, The Mineral Resources of the Sea, Elsevier ed., Amsterdam, 1965). Posteriormente, se descubrió que también en el fondo marino existían reservas de otros metales, como cobalto, níquel y cobre. El tema interesó muchísimo a todos, sin embargo, transcurrido el tiempo y hasta ahora, no se han producido grandes inversiones y todo parece haberse olvidado. Ahora conviene replantear lo sucedido, lo cual llevó a la creación de complejos proyectos internacionales, llegando a plantear difíciles problemas legales entre países desarrollados y subdesarrollados (Science, vol. 289, Julio 2000, pág. 551).
Desarrollo histórico
La fase inicial del desarrollo de Investigaciones del fondo marino se extendió entre 1972 y 1982, y ello fue principalmente motivado por las agoreras predicciones de una pronta escasez global de minerales en el mundo. Las investigaciones iniciales se localizaron en un área del norte del Pacífico, de una extensión de 6 millones de kilómetros cuadrados y a una profundidad de 6000 metros. Allí se habrían localizado 11 mil millones de toneladas en nódulos de manganeso, 115 millones de toneladas de cobalto, 650 millones de toneladas de níquel y 520 millones de toneladas de cobre. Sin embargo, estimaciones posteriores para la misma área fueron menos optimistas: 7.5 mil millones de toneladas métricas de manganeso, 78 millones de toneladas de cobalto, 340 millones de toneladas de níquel y 265 millones de toneladas de cobre. De todos modos, las cantidades eran atractivas. Por ello, tanto Estados Unidos, como Alemania y Francia, organizaron numerosos cruceros a la zona.
Se llegaron a formar siete consorcios de compañías, de Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra y Japón, con el objetivo de investigar la posible explotación comercial de esos nódulos. El trabajo culminó en 1978, con un ensayo exitoso en etapa de planta piloto, consiguiendo acumular en la popa del barco 800 toneladas métricas de nódulos recuperados del fondo marino.
Todo ello despertó los intereses de los diferentes países, y grandes disputas internacionales se produjeron por demandas de los países subdesarrollados que veían amenazados sus intereses pensando que la explotación de los nódulos acarrearía enormes utilidades a las compañías explotadoras, de las cuales ellos no podían estar marginados. Pero todo terminó como el cuento de la lechera y su jarro, que por pensar mucho en lo que podía venderlo, se tropezó y cayó, quebrando el jarro y derramando su contenido.
El hecho es que mientras persistía la discusión, se llegó a demostrar que sólo una pequeña parte de los nódulos (5%) podía considerarse con potencialidades económicas. A ello se agregó que en la década de los 80 los precios de los metales se desplomaron, permaneciendo hasta ahora deprimidos. Las minas terrestres se vieron en la necesidad de trabajar a un ritmo mucho menor de su capacidad productiva real. Al mismo tiempo, en los años siguientes se descubrieron nuevos y grandes yacimientos mineros en tierra, los que permitieron proyectar una producción más que suficiente para satisfacer las necesidades del mercado por muchas décadas. Todo ello hizo muy poco probable explotar las minas del fondo del mar, ya que sus costos de explotación eran mucho mayores.
Fue así como se frustró el entusiasmo de los nódulos y terminaron los programas de exploración y explotación. En todo el período las empresas llegaron a invertir 650 millones de dólares, sin que se lograra ningún retorno.
Minerales submarinos hidrotermales
Después de todas estas etapas de frustraciones han surgido nuevos esporádicos intereses, pero esta vez relacionados con la explotación de las surgencias minerales hidrotérmicas del fondo marino, especialmente en aquellas con depósitos sulfurosos que contienen oro, y que están localizadas cerca de la costa, en profundidades de menos de 2000 metros.
Es así como en 1997, Papua Nueva Guinea, concedió Iicencias a Nautilus Minera! Corporation para que iniciara la exploración y explotación en la región central y este de sus costas, pensando en la explotación de los depósitos sulfurosos que contienen oro.
Otra prospección interesante es el rater del Colnical Seamount, situado en la cadena Tabar-Lihir-Tanga-Feni, al este de Papua Nueva Guinea, a una profundidad de 1050 metros. Los sulfitos de esa zona, han demostrado tener un promedio de contenido de oro de 26 partes por millón (ppm), con un contenido máximo de algunas, partes de 230 ppm. Todo parece indicar que este depósito submarino sería el primero en llegar a explotarse. Su distancia de 20 kilómetros de la costa lo hace aún más atractivo.
En resumen, se han esfumado las expectativas nacidas de estudios no siempre confiables y basados en temores de posibles agotamientos de recursos de la tierra. Pero en todo caso, también los anuncios agoreros de agotamiento de los recursos mineros de la tierra, que alarmó tanto después del informe del Club de Roma, tampoco se cumplieron y parece que no se cumplirán por muchas décadas en adelante.