Expertos y cientístas se equivocan al predecir el futuro
( Publicado en Revista Creces, Agosto 2001 )

Sobran los ejemplos de cómo el Hombre ha minimizado, en forma sistemática, las posibilidades de su propio conocimiento. Es así como los cambios han superado toda imaginación. Leer hoy las predicciones de Julio Verne (De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra) no provocan una sonrisa. Su fantástica imaginación ha sido sobrepasada en mucho por la realidad.

Lo bueno y lo malo que sucede al Hombre de hoy es consecuencia de esta verdadera "revolución de los conocimientos". Los nuevos conocimientos se suceden como un torbellino y la verdad es que nadie puede ya predecir para donde vamos, ni lo que sucederá siquiera en el futuro inmediato. Los conceptos que nos parecen demasiado avanzados, no son nada frente a lo que nos queda por conocer. Ni siquiera los expertos científicos, que están en la frontera del conocimiento, pueden predecir el futuro con algún grado de seguridad.

Falta de fe o de visión del futuro puede ser la causa para examinar este fenómeno. Las páginas de la historia de la ciencia y la tecnología están llenas de ejemplos de estos testimonios. Revisemos algunos.

  1. Hace casi 200 años, el sociólogo Malthus, sostenía que en los próximos años la población mundial aumentaría en proporción geométrica y en cambio los alimentos lo harían sólo en proporción aritmética, conduciendo, rápidamente, la situación a un descalabro. Los hechos fueron muy diferentes: la población creció mucho más, alcanzando una proporción logarítmica y, sin embargo, la producción de alimentos ha superado incluso el incremento demográfico.

  2. Lord Ernest Rutherford (1871-1937), genial intérprete de la radiactividad y Premio Nobel antes de los 40 años de edad, sostuvo que sería imposible utilizar la energía atómica. Enrico Fermi ignoró esta lección aprendida del notable maestro inglés y logró la primera reacción en cadena preludiando la preparación de la bomba atómica.

  3. El ingeniero jefe de la Oficina de Patentes de Inglaterra, en 1880, afirmó enfáticamente en el Parlamento inglés que "los americanos podrían necesitar los teléfonos, pero no los ingleses que tenían muchos niños mensajeros". El propio Alexander Graham Bell, inventor del teléfono, escribió una vez que le resultaba mucho más fácil crear el teléfono que convencer a sus contemporáneos de que lo aceptasen.

  4. Chauncey del Pero, director de los Ferrocarriles de Nueva York, se opuso tenazmente a que esa firma invirtiera en la industria Ford, "porque nada se ha logrado que pueda desplazar al caballo".

  5. Nicolás Tesla, el genio que desarrolló el motor de inducción y la transmisión inalámbrica, que hizo famoso a Marconi, no creía en la corriente alterna. Vendió su patente a la Westinghouse por poco dinero. La firma implementó el invento en toda la industria norteamericana.

  6. Cuando el joven George Westinghouse presentó al magnate Commondore Cornelius Vanderbilt, rey de los ferrocarriles, su idea de usar frenos de aire, éste se rió de él: "Si yo lo entiendo bien, jovencito, usted me propone detener el tren con viento".

  7. H.G. Wells, famoso futurista, afirmaba en el diario en 1902, con motivo de inaugurarse el primer submarino: "No creo que estos artefactos sirvan para otra cosa que para fondear la tripulación en la profundidad del mar".

  8. Thomas Edison (1926), después de muchos esfuerzos para lograr el cine hablado, declaró: "Esto no tiene futuro y el público debe olvidarse de ello".

  9. En 1934, el Secretario de Estado de Inglaterra le señaló al inventor Frank Whittle: "Todas las investigaciones señalan que no hay ninguna ventaja en reemplazar los motores de hélices por turbinas".

  10. En 1956, el astrónomo real de Inglaterra afirmaba en la Academia de Ciencias: "Es una estupidez seguir pensando que el Hombre pueda llegar alguna vez a la Luna"
Estos son sólo algunos ejemplos de lo difícil que es predecir el futuro y cómo a través de la ciencia y la inventiva humana se convierte lo imposible en real, mucho antes de lo que podríamos imaginar.

De allí que antes de arrojar un balde a las brasas moribundas de la ciencia en países como los nuestros, sea más conveniente hinchar los carrillos y soplar con fe para que los tizones alienten el parto de más conocimientos para el bienestar del Hombre.


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