El papa Juan Pablo II y el presidente Bush
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2001 )

Se reunieron privadamente en Castel Gandolfo el 23 de julio del 2001. El papa le dijo al presidente de los estados unidos: "el mundo continua mirando a América con esperanza". El presidente respondió al papa: que él ha mostrado al mundo no sólo el esplendor de la verdad, sino que también el poder de la verdad para derrotar al mal y redirigir el curso de la historia".

Discurso del Papa

Señor Presidente: es para mí un gran placer darle la bienvenida en su primera visita después que ha asumido la función de presidente de los Estados Unidos. También saludo a la distinguida primera dama y a los miembros de su comitiva. Le expreso mis profundos deseos que su presidencia fortalezca a vuestro país en los principios que inspiran la democracia y sostenga a la nación en su notable crecimiento. Estos principios permanecen tan válidos como siempre, ahora que usted enfrenta el desafío del nuevo país que se abre ante nosotros.

Los fundadores de vuestra nación, conscientes de la inmensa cantidad de recursos humanos y naturales con que el Creador los ha bendecido, lo guiaron con un profundo sentido de responsabilidad para alcanzar el bien común dado por Dios, respetando la dignidad y el inalienable derecho de todos. América ha continuado con la nobleza de la visión de sus fundadores, construyendo esta sociedad de libertad, igualdad y justicia bajo la ley. En el siglo que recién ha terminado, los mismos ideales inspiraron al pueblo de América para resistir a dos sistemas totalitarios, basados en una visión ateísta del hombre y la sociedad.

Al comienzo de este nuevo siglo, que también marca el tercer milenio de la cristiandad, el mundo continúa mirando a América con esperanza. Y lo hace con una gran inquietud por la crisis de valores que se ha experimentado en la sociedad Occidental, que plantea una inseguridad en vista de las decisiones éticas que son indispensables para el futuro curso de la humanidad.

En los días recientes, la atención mundial se ha enfocado en el proceso de globalización, que tanto se ha acelerado durante la última década, y que ustedes y otros líderes de las naciones industrializadas han discutido en Ginebra. Mientras apreciamos las oportunidades para el crecimiento económico, la Iglesia no puede dejar de expresar su profunda preocupación de que el mundo continúe dividido, no ya por bloques políticos o militares, sino por una trágica brecha entre los que se benefician de estas oportunidades, y los que permanecen alejados de ellas.

La revolución de la libertad, de la que yo hablé en Naciones Unidas en el año 1995, ahora debe completarse por una "revolución de oportunidades", en las que todas las gentes del mundo contribuyan activamente a la prosperidad económica y comparta sus frutos. Esto requiere del liderazgo de las naciones, cuyas tradiciones religiosas y culturales, las obliga a estar atentas a las dimensiones morales que el problema involucra.

Por el respeto a la dignidad humana y creencia de la igualdad de todos los miembros de la familia humana, se hacen necesarias políticas que aseguren a las personas la posibilidad de mejorar su calidad de vida, incluyendo los medios tecnológicos y capacidades necesarias para el desarrollo. El respeto por la naturaleza de cada uno, una política abierta para los inmigrantes, la cancelación o disminución significativa de la deuda de las naciones pobres, la promoción de la paz a través del diálogo y la primacía de la ley, son las prioridades que los líderes de los países desarrollados no pueden olvidar. Un mundo globalizado es esencialmente un mundo solidario. Desde este punto de vista, América, por sus muchos recursos, su tradición, su cultura y valores religiosos, tiene una especial responsabilidad.

El respecto a la dignidad humana encuentra una de sus más altas expresiones en la libertad religiosa. Este derecho está en primera lista en vuestra ley de derechos, y es significativo que la promoción de la libertad religiosa continúe siendo un objetivo importante en política americana en la comunidad internacional. Deseo expresar la positiva apreciación de toda la iglesia católica a este respecto.

Otra área especial de las decisiones políticas y morales, que tiene grandes consecuencias para el futuro de la civilización, se relaciona con el más fundamental derecho humano, el derecho a la propia vida. La experiencia está demostrando cuán trágica es la coerción de la conciencia que acompaña al asalto a una vida humana inocente en el útero, condescendiendo con otros males relacionados, cuales son la eutanasia, el infanticidio, y las más recientemente proposiciones de creación para investigación, de embriones humanos, destinados a ser destruidos en el proceso.

Una sociedad libre y virtuosa, que América aspira a ser, debe rechazar las prácticas que devalúan y violan la vida humana en cualquiera de sus etapas, desde la concepción hasta su muerte natural. En la defensa del derecho a la vida a través de su ley y su vibrante cultura, América ha mostrado al mundo la senda de un verdadero futuro humano, en que el hombre permanece como el amo, no el producto, de su tecnología.

Señor Presidente, mientras usted lleva la tarea de su alto oficio que el pueblo americano le ha confiado, yo le aseguro recordarlo en mis oraciones. Tengo confianza que bajo su liderazgo, vuestra nación continuará afirmándose en su herencia y sus recursos para ayudar a construir un mundo en que cada miembro de la familia humana pueda florecer y vivir en una forma acorde con su dignidad innata. Con estos sentimientos, cordialmente invoco para usted y la gente americana, que Dios los bendiga y fortalezca la paz.


Respuesta del presidente Bush al papa Juan Pablo II


Muchas gracias su Santidad. La Sra. Bush y yo nos sentimos muy honrados al estar hoy aquí. Estamos agradecidos por su bienvenida. Usted ha estado en América varias veces, y ha hablado a vastas multitudes. Antes que mí, usted ha tenido encuentros con presidentes americanos, incluyendo a mi padre. En cada visita y en cada encuentro, incluyendo el mío, usted ha recordado a América y ha hecho especiales llamados para promover la justicia y defender a los débiles y a los que sufren en este mundo. Recordaremos sus palabras y siempre haremos lo mejor para recordar su llamado.

Desde Octubre de 1978, usted le ha mostrado al mundo no sólo el esplendor de la verdad, sino también el poder de la verdad para derrotar al mal y redirigir el curso de la historia. Usted ha urgido a hombres y mujeres para doblar sus rodillas frente a Dios, y mantenerse de pie y sin miedo frente a los tiranos. Y esto ha potenciado mucho al momento de la libertad de nuestros tiempos.

Donde hay opresión, usted habla de derechos humanos. Donde hay pobreza, usted habla de justicia y esperanza. Donde hay antiguos odios, usted defiende la tolerancia, más allá de las fronteras de razas, naciones y credos. Donde hay gran abundancia, usted nos recuerda que el bienestar va amarrado con la compasión y los propósitos morales. Y siempre usted nos trae el evangelio de la vida, que da bienvenida al extranjero y protege al débil e inocente. Todas las naciones, incluyendo la mía, se beneficia al recibir este mensaje de conciencia.

Sobre todo, en el tercer milenio, usted ha llevado el mensaje del evangelio a 126 naciones, y siempre con coraje y confianza. Usted ha llevado el amor de Dios a la vida de los hombres, y esta buena noticia se necesita en todas las naciones y en todas las edades.

Su Santidad, muchas gracias de nuevo por su amabilidad y por el honor de esta reunión.



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