El peligro del terrorismo atómico
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2001 )

De acuerdo a un informe confidencial entregado al gobierno de Inglaterra, el combustible MOX (plutonio y óxido de uranio), producido por la industria British Nuclear Fuel (BNFL), para una nueva planta atómica en Inglaterra, encierra el peligro de caer en manos terroristas, lo que les permitiría fácilmente fabricar una bomba. El informe, escrito por el físico Franck Barnaby que trabaja en el laboratorio para armas nucleares en Aldermaston, Berkshire, lo entregó al gobierno inglés, cuando BNFL está tratando de obtener el visto bueno para que se le autorice fabricar la mezcla MOX, para ser utilizado en reactores que operan en Europa y Japón.

En él se dan los detalles de cómo un terrorista puede fácilmente transformar el combustible MOX en una bomba. Según Barnaby, un terrorista interesado en la destrucción masiva no necesita un gran conocimiento técnico ni tampoco de un gran laboratorio, por lo que sería una gran irresponsabilidad para el gobierno inglés, permitir que se abra la nueva planta, por la posibilidad de robo de MOX, cosa que ya ha sucedido con muchos otros materiales atómicos durante los últimos años (El terrorismo de destrucción masiva).

Barnaby describe tres formas de separar por métodos químicos, el dióxido de plutonio del dióxido de uranio. Una de ellas, que usa el nitrato de lantanio como transportador, ya fue usado en 1941 por el pionero atómico, Glenn Seabord en la Universidad de Chicago. Los otros dos métodos (uno de los cuales se usa corrientemente en la Universidad de Kiev en Ucrania), dependen de reacciones con resinas. "Todos los detalles que un terrorista puede necesitar ya han sido publicados, e incluso están en Internet", afirma Barnaby.

Una bomba primitiva puede fabricarse con 35 kilos de dióxido de plutonio. Pero también puede precipitarse el metal puro, usando ácido hidrofluórico. En este caso, bastarían 13 kilos de éste para fabricar una bomba con una capacidad de destrucción equivalente a 100 toneladas de TNT, lo que equivale a 50 veces la capacidad de destrucción que se usó en la ciudad de Oklahoma. (New Scientist, junio 2, 2001, pág. 4).



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