La muerte cerebral y los trasplantes de órganos
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2001 )
En los últimos años se ha consolidado el concepto de "muerte cerebral", que es el momento en que cesa la actividad cerebral. Ello ha adquirido gran importancia frente a la enorme demanda de órganos para trasplantes. Es por ello que ha sido necesario legislar al respecto.
Hasta hace poco tiempo, la muerte era la muerte. Estaba claro que cuando el corazón dejaba de latir por un tiempo prudente, el individuo estaba muerto. Después sólo venía el comienzo de la putrefacción, que ya no dejaba duda de la continuidad del proceso. Pero el progreso de la tecnología médica ha permitido desarrollar la respiración artificial, con lo que es posible mantener al corazón y los pulmones bombeando indefinidamente, aun cuando el paciente no tenga conciencia. En estas condiciones, ¿Están ellos vivos o muertos?.
Si alguien visita un enfermo en un hospital, que está en estas condiciones, no piensa que llegó tarde y que ya está muerto. Por el contrario, su piel tiene un buen color, su corazón está latiendo y además está respirando. Lo considera vivo, aun cuando está consciente que su situación es artificial. En cierta forma tiene razón, ya que incluso en esa condición, una mujer embarazada puede dar a luz a su hijo.
Es aquí donde ha nacido el concepto de "la muerte cerebral", según la cual el individuo está muerto cuando cesa la actividad del cerebro y del tronco cerebral. En estas circunstancias, ya no puede recuperar la conciencia, y sin la intervención artificial, se detiene el corazón. El concepto podría parecer semántico, pero no es así. Detrás de él hay un gran interés práctico, que ha surgido a consecuencia de los recientes avances de la tecnología médica y que tiene que ver con los trasplantes de órganos. Los pacientes con muerte cerebral son buenos donadores de órganos, ya que su corazón aún está palpitando y enviando sangre a los órganos. Una vez que éste se detiene, el proceso de la muerte ha avanzado, de modo que los únicos órganos que aún son viables para el trasplante, son los riñones. En cambio otros, como el corazón, pulmones, hígado, etc., ya tienen una viabilidad limitada, si por un tiempo no han sido irrigados. Es por esta razón que diversos países han reconocido el concepto de "muerte cerebral" y han legislado al respecto.
La complejidad del concepto
Durante las últimas décadas hemos estado viviendo un prodigioso avance de las ciencias biológicas. La aplicación de ellas está planteando nuevos paradigmas que impactan sobre nuestros conceptos clásicos acerca de la vida, su valor y su significado. Es así como han estado variando los principios éticos y valóricos. En el año 1967, cuando nos impactó la noticia del primer trasplante cardiaco, fueron muchos los que reaccionaron negativamente, porque no eran aceptables estas intervenciones, de por sí antinaturales. Pero 30 años después, prácticamente todos aceptan y aplauden el trasplante de órganos, si con ello se salvan vidas.
Ante este progreso, muchos países se han visto obligados a legislar al respecto con el objeto de impedir abusos, derivados de la enorme y creciente demanda de órganos para trasplantes. Es así como ya todos los países de Europa Occidental han legislado sobre el tema. Dinamarca ha sido el último en aceptar el concepto de "muerte cerebral". Ya en la década del 70 los médicos comenzaron a presionar, por el absurdo que significaba el tener que esperar que el corazón se detuviera para declararlo muerto y luego tener que resucitar el cuerpo haciendo bombear de nuevo al corazón. Fue sólo en 1990 que la legislación danesa reconoció que la muerte cerebral y la paralización del corazón eran conceptos igualmente aceptables.
En Japón todavía el debate no ha terminado, aun cuando la muerte cerebral ha sido legalmente sancionada hace ya cuatro años. Sin embargo, en ese país existe una situación paradójica, ya que muchas personas aprueban extraer los órganos cuando se produce la muerte cerebral, pero al mismo tiempo rehusan aceptar que la vida termina con ello. Es así como la ley permite que los japoneses donen sus órganos, pero también autoriza a que la familia se oponga una vez que el donante no está consciente, aun cuando previamente haya dado su consentimiento. Es por ello que los trasplantes en ese país han sido muy escasos. Desde 1997 los cirujanos sólo han utilizado en 10 ocasiones, órganos de pacientes en que se ha decretado la muerte cerebral.
Lo importante es que nadie se ha recobrado después de una muerte cerebral. En los excepcionales casos que el paciente ha vuelto a la vida, ha sido porque el diagnóstico de muerte cerebral ha estado equivocado. Es frecuente que se confunda la muerte cerebral con el estado de coma, donde la persona está inconsciente, pero puede recobrarse.
Por otra parte, el concepto de muerte cerebral no siempre se define bajo los mismos parámetros. En Inglaterra la definición de muerte cerebral tradicionalmente se refiere a la pérdida de la función del "cerebro basal", del que depende entre otras funciones, el control de la respiración. Desde el punto de vista ético, éste es el momento de no retorno. Sin embargo Peter Young y Basil Matta, anestesistas del Hospital en Cambridge, argumentan que en esta etapa no se puede garantizar que una persona haya perdido la conciencia, ya que ésta reside en el cerebro superior, que al menos en teoría, podría estar aún funcionando.
La decisión de suspender los tratamientos artificiales para mantener la vida, generalmente recae sobre el médico, que es quien en definitiva aconseja a los familiares ha hacerlo. Hoy en día, en la mayor parte de los hospitales, se decide detener los tratamientos en los pacientes moribundos sin esperanza de vida, con lo que se precipita la muerte. Pero también es cierto que esta decisión muchas veces está influida por el interés de los médicos por lograr órganos que sean viables para realizar con éxito un trasplante.
El problema se incrementa por el aumento en la demanda de órganos. Así por ejemplo, durante 1999 en los Estados Unidos se ha triplicado la demanda de órganos, elevándose de 22.000 enfermos que esperan trasplantes a 72.000. En cambio los donantes sólo se han elevado de 15.000 a 22.000. En la medida que las tecnologías progresan, especialmente con las nuevas drogas que disminuyen el rechazo del órgano trasplantado, necesariamente continuará incrementándose la demanda. La mayor escasez está dada por los órganos pediátricos, donde la mitad de los niños que esperan un trasplante, muere antes de lograrlo.
En ocasiones, debido a algún defecto en el desarrollo, nacen niños sin cerebro (anencefálicos), que no sobreviven más allá de unas pocas horas o días. En ellos el cerebro basal funciona normalmente, pero no tienen corteza cerebral. De acuerdo al criterio americano, ellos estarían vivos. En un comienzo, la American Medical Association Council in Etical and Judicial Affairs, había afirmado que era ético y permisible que se extrajeran los órganos en los niños anencefálicos. Pero posteriormente se retractaron, para eliminar la posibilidad de un diagnóstico equivocado. Afirmaron que no era posible descartar que alguna conciencia existiera en un niño anencefálico.
Un problema semejante se presenta en pacientes que han estado en una situación de "vida vegetal persistente". En esas circunstancias el cerebro superior (corteza cerebral) está muerto, pero continúa funcionando el cerebro basal. El criterio médico describe esta situación como "vida vegetal persistente", cuando ella ha durado por lo menos un mes. Si ésta se prolonga por más tiempo, el término "persistente", cambia por "permanente". Sin embargo, la literatura y los medios de comunicación han citado más de alguna vez, casos de pacientes que han despertado más allá de este tiempo, aun cuando siempre les han quedado secuelas físicas y psíquicas permanentes (Cuando desconectar al paciente en coma).
Que se espera para adelante
Sin duda que en el futuro continuará incrementándose la demanda por órganos, y necesariamente aumentarán también los problemas éticos e incluso delictuales, derivados del comercio ilegal de órganos. Ello ya se ha descrito en India y también con los prisioneros ejecutados en China, a los cuales se extraen sus órganos para utilizarlos en trasplantes (El comercio de órganos humanos). También seguirán las ventas de órganos, como por ejemplo las ofertas para vender un riñón.
Pero, por otra parte, también continuará avanzando la medicina y en especial la inmunología, y no es raro que lleguen a ser posibles los trasplantes de órganos provenientes de otras especies (xenotrasplantes), siempre y cuando se llegue a tener seguridad de no correr el riesgo de traspasar, junto con el órgano trasplantado, nuevos virus patógenos a la especie humana.
Más aún, puede que en un futuro próximo ya no sea necesario trasplantar órganos, sino células troncales que regeneren y reemplacen a las células dañadas de algún determinado órgano. Recientemente, Fred Gage del Salk Institute de la Jolla, California y sus colegas, anunciaron que habían logrado cultivar células cerebrales tomadas de cadáveres (Nature, vol. 411, 2001, pág. 42). Los investigadores esperan que éstas puedan ser utilizadas para trasplantes, y de este modo tratar a enfermos de Parkinson, Alzheimer u otras enfermedades degenerativas del cerebro, sin necesidad de extraerlas de embriones humanos. Las posibilidades son muchas y difíciles de predecir, y seguramente la ciencia nos seguirá sorprendiendo con sus avances.
Para saber más
Ver trabajo de Laura Spinney: New Scientist, Julio 2001, pág. 39.