¿Disminuir el tamaño de la sala de clases o mejorar la calidad del profesor?
( Publicado en Revista Creces, Diciembre 2001 )

Durante los últimos decenios el mundo ha presenciado tremendos cambios derivados del fantástico desarrollo del conocimiento y sus aplicaciones tecnológicas. Como consecuencia de ello, la sociedad se ha tornado cada vez más compleja y competitiva. Hoy en día, si alguien quiere incorporarse a ella con posibilidades de éxito, depende directamente del nivel educacional alcanzado y de las habilidades aprendidas. En el proceso de globalización mundial, las posibilidades como país también están dadas por el nivel educacional que alcance el promedio de sus componentes. En nuestro país, el bajo nivel educacional se ha convertido en el principal factor limitante para lograr una adecuada calidad de vida y una mejor distribución del ingreso. Nuestras posibilidades de desarrollo ya no dependen sólo de las estrategias económicas que se hayan diseñado, sino fundamentalmente de los niveles educacionales alcanzados por su población. Hoy estamos frente a una economía basada en el conocimiento.

Avanzar y rápido, es un desafío que no se puede eludir. El no hacerlo es retroceder, porque estamos en un mundo que no se detiene, y que por el contrario continúa acelerándose. La tarea que tenemos por delante es compleja y multifactorial, pero no imposible. Durante las últimas décadas hemos visto como países que fueron más atrasados que el nuestro, mediante una estrategia bien diseñada, lograron progresos evidentes en su sistema educativo, y por lo tanto en su calidad de vida. Tal es el caso de Corea del Sur, Taiwán o Singapur, que hoy tienen los mejores rendimientos educacionales, medidos por la prueba TIMSS (Third International Mathematics and Science Study) (La evaluacion de nuestro sistema educativo) .

Lograr un buen rendimiento es un problema, cuyas raíces parten de la familia. En condiciones de pobreza es frecuente que se sumen muchos factores negativos, que más tarde van a limitar el rendimiento escolar: baja escolaridad de los padres, desequilibrios en los roles paternales, malnutrición, ausencia de valores y estímulos afectivos, son todos factores que, actuando en los primeros años, dejan secuelas difíciles de reparar (Situacion nutricional en america latina: Produccion y demanda de alimentos) . Ello explica que el rendimiento escolar sea inferior en aquellos niveles socio-culturales deprivados. Lo mismo ocurre en Estados Unidos, en que el rendimiento escolar de la población negra (como también el de otras minorías), sea significativamente inferior al de población blanca (Scientific Amerian, Octubre 2001, pág.15). Pero aparte de ello, son muchos también los factores a considerar en el proceso mismo del sistema educacional. Adecuada alimentación, interés de los padres en el aprendizaje, calidad y vocación de los profesores, tecnologías pedagógicas apropiadas, calidad de la escuela, textos y medios educativos, tamaño de la sala de clases y número de alumnos en cada una de ellas.

La optimización de todas estas variables, si se quieren implementar a nivel nacional, significan cuantiosas inversiones, que no siempre son posibles. No todos ellos influyen en igual medida, pero a su vez tienen diferentes costos. ¿Qué es mejor? ¿Disminuir el número de alumnos por clase, tratando de llegar a una educación más personalizada? o ¿Contar con profesores mejor preparados, con vocación docente y mejor remunerados? Son dos alternativas que no se contraponen, pero que conviene evaluar frente a la limitación de la disponibilidad de recursos.

En los últimos 30 años, en Estados Unidos se han publicado numerosos estudios que han tratado de evaluar el tamaño de la sala de clases en el rendimiento de los alumnos, desgraciadamente la mayor parte de ellos han tenido diseños muy pobres, por lo que es difícil sacar conclusiones. Sin embargo, tres estudios recientes parecen haber sido bien diseñados y con un número significativo de estudiantes. El primero de ellos realizado en Tennessee, el segundo en California y el tercero en Wisconsin. En los tres se observó que al disminuir el número de alumnos, mejora el rendimiento individual, pero sin embargo las diferencias no eran muy notables. El rendimiento mejoraba como promedio en 0.2 a 0.1 desviación standard, disminuyendo el número de alumnos a menos de 20 por clase (Scientific American, Noviembre 2001, pág 71) (ver tabla). Lo limitado del progreso probablemente sea debido a que la disminución del número de alumnos, no siempre garantiza cambios en las tácticas docentes del profesor.

Desde un punto de vista teórico, en una clase con menos alumnos hay menos ruidos y menos factores distractorios, y el profesor tiene más tiempo y más libertad para trabajar con el alumno, ayudándolo y estimulándolo a una mayor creatividad y participación. Sin embargo esto contrasta con lo observado en las escuelas chinas y japonesas, donde el promedio nacional es de 40 alumnos por sala, y sin embargo sus rendimientos son muy superiores a los de Estados Unidos o cualquier otro país europeo, en el que el promedio es de 20 alumnos por clase (el rendimiento es medido por la prueba TIMSS). Ellos insisten que el rendimiento no depende tanto del número de alumnos, como de la calidad y dedicación del profesor. Más aún, se oponen a proporcionar experiencias diferentes a distintos niños, ya que estiman que ello conduce a desigualdades que luego dificultan su competencia por empleos.

Según los analistas americanos, reducir aún más el número de estudiantes por clases a nivel nacional, tendría un costo demasiado alto, ya que se requeriría un gran incremento en el número de salas de clases, como también en el número de profesores e infraestructura. Según estos estudios, una alternativa más barata y más efectiva es la mejor selección de los profesores, con una mejor preparación, una mayor habilidad verbal, un amplio conocimiento de las materias y una vocación docente. Obviamente para alcanzar estas metas se requieren mejores salarios, como única manera para atraer mejores candidatos. Este tipo de medidas tendría costos muchísimo más bajos y su rendimiento sería superior. Sin embargo, valorar y seleccionar profesores es algo que no siempre agrada a los integrantes de las asociaciones de profesores.

En todo caso hay que tener claro, que lo que se invierta en mejor educación, en el largo plazo tiene para el país un mucho mayor rédito. ¡Lo que economizamos en educación, lo pagamos con pobreza!



El director


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