Como disminuir el daño del tabaco
( Publicado en Revista Creces, Abril 2002 )

Siempre una política de salud debe poner mayor énfasis en la prevención de enfermedades más que en el tratamiento de las mismas. Siempre se ha sostenido, y con razón, que es más barato prevenir que curar. En nuestro país, con la implementación de políticas adecuadas, que han incluido intervenciones educacionales, el incremento de la cobertura de atención primaria de salud, el adecuado abastecimiento de alimentos (especialmente durante los primeros años de vida), la mejoría de las condiciones habitacionales y sanitarias, se han logrado fantásticos progresos que se evidencian en la mejoría de la situación nutritiva, como también de las enfermedades infecciosas prevenibles, en la notable disminución de los trastornos digestivos y, en definitiva, en incremento de las expectativas de vida al nacer. Es así como en la actualidad nuestros indicadores biomédicos que miden estos progresos, sitúan a nuestro país entre los mejores de la Región y muy cercano a los países desarrollados, pero con inversiones en salud muy inferiores a las de ellos.

Los progresos en cambio no se han visto reflejados en la prevención de enfermedades crónicas, que son prevenibles, pero que requieren de cambios de hábitos de las personas. Es así como hemos visto incrementarse la obesidad, y con ello las enfermedades derivadas, como la hipertensión, la ateroesclerosis y la diabetes. También deben considerarse como enfermedades crónicas, la adicción a las drogas y sobre todo la adicción al cigarrillo, que lejos de disminuir, han aumentado ostensiblemente durante los últimos años. Este último hábito ha llegado a constituir un real problema de salud, ya que está demostrado que los fumadores tienen 25 veces más posibilidades de contraer un cáncer del pulmón, al mismo tiempo que el riesgo de ataques cardiacos es tres veces superior con respecto a los no fumadores, aparte del incremento de los cuadros de enfisema pulmonar.

Es que las drogas y el cigarrillo producen adicción, de la que es muy difícil salir, siendo la nicotina la más adictiva de todas. Preocupa que a pesar de todos los esfuerzos realizados, continúa aumentando el número de fumadores, y ello ocurre no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo (según los informes de la Organización Mundial de la Salud) y muy especialmente en los países en desarrollo y en las mujeres. Parece poco probable que cambie esta tendencia sólo por las campañas convencionales destinadas a erradicar el hábito, o por el rechazo social al fumador. Hay que aceptar que los métodos utilizados hasta ahora no han sido suficientes, y que aun cuando las campañas fuesen más coercitivas tampoco lo lograrían.

Necesariamente hay que explorar otras vías. Desde luego se sabe que la nicotina es la que produce la adicción, pero no es ella la que produce el daño a la salud, sino otros compuestos que se desprenden con el humo del cigarrillo. ¿Por qué entonces no tomar una posición pragmática y estimular y facilitar a las empresas tabacaleras que fabriquen cigarrillos más sanos?

Se sabe que las compañías tabacaleras han estado trabajando en este sentido y que en la actualidad ya han inscrito numerosas patentes de diversas tecnologías destinadas a disminuir las sustancias tóxicas del humo.

Sería cuestión de entenderse con ellas y facilitar que estas tecnologías ya desarrolladas, o por desarrollar, se lleguen a implantar. Habría que iniciar un diálogo franco con ellas, para conocer las razones exactas por las cuales no han llegado a fabricar cigarrillos más "saludables" y contribuir a que se implementen las medidas necesarias para que ello suceda. Si sabemos que la adicción a la nicotina es demasiado fuerte, que el fumador tiene conciencia de ello, y que en la mayor parte de los casos desean abandonar el hábito, pero fracasan en sus intentos, ello lo hace muy razonable y ético, sobre todo si no se divisa en un horizonte ninguna cura milagrosa. Podría nuestro país iniciar la investigación y si sus resultados son positivos, servir de experiencia para otros países.



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