Una historia para odontólogos
( Publicado en Revista Creces, Abril 2002 )

En la antigüedad los etruscos fueron famosos por la fabricación de prótesis dentales. Eran talladas en marfil o hueso, con ribetes de plata y oro, lo suficientemente buenos como para mascar. Pero al carecer de esmalte, decaían demasiado rápido, produciendo infecciones y mal aliento. Por ello, mas tarde comenzaron a usarse dientes humanos.

En la noche del 15 de junio de 1815, después de 25 años de guerra en Europa, Napoleón fue derrotado en Waterloo por las fuerzas combinadas de Inglaterra, Holanda y Prusia. A las 10 de la noche la batalla había terminado. Los franceses habían sido derrotados y 50.000 hombres, muertos o heridos, quedaron en el campo de batalla. Esa noche todo era desolación, sin embargo varios estaban esperando para beneficiarse: "los ladrones de dientes y los dentistas" ¡hicieron la América!

A comienzos del siglo XIX, las personas que tenían dinero, pero pocos dientes, pagaban enormes cantidades de dinero para una buena plancha. Las mejores dentaduras frontales eran hechas de dientes humanos, pero el problema estaba en el suministro de ellos. Algunas veces, los muy pobres vendían sus dientes, pero tenían que estar muy desesperados para ello. No era raro encontrar en los periódicos de Nueva York de la época, ofertas de compra de dientes por dos guineas cada uno. Las más de las veces se obtenían dientes de segunda mano, provenientes de cadáveres. Así aparecieron los "resurreccionistas", que robaban cuerpos recién sepultados, ya fuera para comercializarlos en las escuelas de medicina o para extraerles los dientes por encargo de los dentistas.

A comienzos del siglo XIX, Altley Cooper, el más popular de los cirujanos de Londres, mantenía toda una banda de resurreccionistas. A ellos les encargaba los cuerpos para disección, pero los dientes se iban para otra parte. De acuerdo a su sobrino Bransby Cooper, autor del libro "La Vida de Altley Cooper", señalaba que los desenterradores no siempre se preocupaban de los cuerpos: "las tumbas no eran siempre perturbadas para robarse los cuerpos, ya que eran los dientes los que tenían suficiente precio como para correr el riesgo. Es que en esos tiempos, en Londres, el equipo de dientes costaba 30 libras esterlinas de la época. Todos los dentistas de Londres se abastecían de ese mercado". Claro que ninguno lo admitía, y aseguraban que sus dientes venían de fuentes de primera mano: los campos de batalla.

Y así era en efecto, porque las batallas y las guerras pasaron a ser la principal fuente de dientes humanos. Los cazadores de dientes seguían a los ejércitos, e invadían el campo después de la batalla, cuando quedaban sólo los cadáveres y los heridos. Con gran destreza, en minutos les extraían todos los dientes, no sólo a los muertos, sino también a los vivos que habían quedado inconscientes.

La noche después de la Batalla de Waterloo, en el campo quedaron desparramados más de 50.000 muertos y heridos. Esa misma noche, el campo fue rápidamente invadido por los vendedores de dientes. Cosecharon tanto, que de allí en adelante los dientes de segunda mano pasaron a llamarse "Dientes de Waterloo", los que adquirían un precio especial por tratarse de dientes frescos de gente joven, sin desgastes y sin picaduras. Con ellos se abasteció todo el mercado de Europa y también partieron en grandes cantidades a los Estados Unidos. Levi Spear Parmly, dentista americano, descubridor del hilo dental, señalaba en el año 1819 "que tenía miles de buenos dientes extraídos en el campo de batalla".

Pero por esa época comenzaron a fabricarse los dientes de porcelana. Pero los primeros eran demasiado brillantes, quebradizos y chirriantes al mascar, de modo que su aceptación fue limitada. Sólo años más tarde, Claudius Ash logró perfeccionarlos e inició su producción y comercialización con más éxito. Pero en el intertanto, continuaron usándose dientes de segunda mano. En 1850, el abastecimiento se incrementó de nuevo por la Guerra de Crimea. Aun en el año 1865, el periódico "Pali Malí Gazete" denunciaba que algunos dentistas de Londres aún continuaban utilizando dientes humanos. En ese entonces, el abastecimiento provenía de la Guerra Civil Americana.


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