Mejorar la irrigación del corazón
( Publicado en Revista Creces, Julio 2002 )

Manejando la posibilidad de que el corazón sea capaz de generar sus propios vasos sanguíneos, se lograría controlar las enfermedades cardiovasculares, como también otras numerosas patologías que requieren de un adecuado aporte sanguíneo.

El corazón y los vasos sanguíneos, haciendo circular la sangre, son los encargados de abastecer de oxígeno y nutrientes a los diferentes tejidos y órganos que constituyen un individuo. Para satisfacer esas necesidades, la sangre debe recorrer en forma continua las diferentes ramificaciones del sistema. El bombeo del corazón no debe encontrar obstáculo dentro de todo el sistema circulatorio de arterias, capilares y venas. Sin embargo, es muy frecuente que con los años y las dietas ricas en grasas, se vayan formando placas ateroescleróticas en el interior de los vasos sanguíneos, que progresivamente pueden ir obstruyendo el sistema. Cuando eso ocurre en las arterias que alimentan al mismo corazón (arterias coronarias), se debilita su funcionamiento, con lo que cae la presión sanguínea y comienzan a sufrir el resto de los órganos. En forma genérica, es lo que constituyen las llamadas enfermedades cardiovasculares, las que, dicho sea de paso, constituyen la mayor causa de muerte del ser humano.

El progreso de la medicina, ha abierto posibilidades terapéuticas, pero desgraciadamente son sólo paliativas, ya que no curan la enfermedad. Es así como por medio de la cirugía cardiaca es posible crear una nueva ruta arterial que restablece el flujo sanguíneo (bypass), como también es posible introducir un balón inflable al interior de la arteria cardiaca para reabrir por presión el bloqueo que se ha establecido. Pero ello no siempre es exitoso. Antes de cinco años, uno de cada cinco pacientes necesita de una nueva intervención, y un tercio de ellos fallece antes de cinco años. Por ello se busca intensamente nuevas posibilidades terapéuticas que sean más definitivas y de menor riesgo.

Una de ellas, que parece muy atractiva, está orientada a que el mismo órgano construya nuevos vasos sanguíneos que reemplacen a los enfermos. La idea es imitar a lo que sucede en los tumores, que aparte de crecer van induciendo la formación de nuevos vasos para su abastecimiento de oxígeno y nutrientes. Se sabe que en estas circunstancias el tejido tumoral es muy eficiente en la construcción de sus propios vasos sanguíneos, mediante la producción de proteínas que estimulan su formación. Es el proceso que se ha llamado "angiogénesis".

Pero los tejidos no sólo producen proteínas que promueven la formación de vasos sanguíneos, sino que también producen proteínas que inhiben la formación de ellos, lo que abre nuevas alternativas terapéuticas para impedir que crezcan esos tumores. Si en esos casos se logra impedir el crecimiento de vasos sanguíneos, el tumor no se abastece de sangre, con lo cual no puede crecer. Llegar a dominar esta dinámica, de formación o inhibición de vasos sanguíneos, sería de gran interés, tanto para tratar las enfermedades cardiovasculares, como también para impedir que crezcan los tumores cancerosos.

Cuando se obstruye una arteria del corazón, éste responde estimulando la angiogénesis alrededor del tejido dañado por el infarto, pero no en cantidad suficiente como para recobrar enteramente el tejido dañado. La idea es estimular este proceso, lo que sería útil tanto para prevenir una oclusión, como para recuperar el daño cuando se produce.

Después de 10 años de trabajo, los investigadores creen que se está abriendo un campo muy auspicioso. William Li de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, y la Angiogenesis Foundation en Cambridge, Massachusetts, afirman que "los avances en esta área serán en el siglo XXI, lo que los antibióticos fueron en el siglo XX".


La angiogenesis

En condiciones normales, el organismo produce proteínas que específicamente promueven o inhiben el crecimiento de vasos sanguíneos. El proceso es especialmente importante durante el desarrollo fetal. En el adulto esto se detiene, pero hay excepciones. Durante la edad reproductiva de la mujer, cada mes se regeneran los vasos sanguíneos de la pared uterina. Lo mismo ocurre cuando se produce un traumatismo en cualquier tejido durante el proceso de cicatrización.

El punto es cómo estimular este proceso en individuos adultos frente a situaciones particulares que así lo requieren. Sabemos que las células tumorales, a diferencia de las células normales, tienen una gran capacidad para estimular la angiogénesis. Si logramos entender cómo lo hacen, podríamos utilizar igual metodología para tratar las enfermedades cardiovasculares, como también para tratar el cáncer.

Hasta ahora, los investigadores han encontrado tanto en el organismo humano, como en drogas anticancerígenas, 30 inhibidores de la angiogénesis. También se han descrito numerosos factores de crecimiento producidos por diferentes tejidos, que entre otras acciones también estimulan la formación de vasos sanguíneos. De ellos ya se han informado varios, que incluso ya se están aplicando en el tratamiento de diversas enfermedades. Así por el ejemplo, el factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGF), que se comercializa desde el año 1998, ha revolucionado el tratamiento de las úlceras crónicas que se producen en las extremidades de los enfermos diabéticos. Antes no había otra alternativa que amputarlas. Si este factor es tan útil en este tipo de enfermos, también puede serlo en otras patologías.

Otros dos factores de crecimiento se ven como muy promisorios: el factor de crecimiento vascular de las células endoteliales (VEGF) y factores de crecimiento de fibroblastos (FGF). Ellos ya han sido ensayados en animales de experimentación a los que se les ha inducido un ataque cardiaco, como también en animales con ateroesclerosis de las arterias de las piernas, comprobando en ambos casos, que son capaces de desarrollar el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. Ya son muchos los laboratorios del mundo que han iniciado diversos tratamientos en humanos. En Alemania, por ejemplo, Bernd Shumacher y su equipo de cirujanos cardiacos de la Universidad de Ulm, han inyectado FGF directamente en el músculo cardiaco de 40 pacientes que al mismo tiempo habían sido sometidos a un bypass coronario. En ellos, la proteína gatilló un importante crecimiento de los capilares en el tejido cardiaco, lo que les significó un incremento importante de la circulación sanguínea cardiaca.

También se ha ensayado la terapia génica (con genes VEGF), en pacientes con enfermedades crónicas que afectan las arterias de sus extremidades, limitando su actividad por el dolor que les provoca el ejercicio. Jeffrey Isner de la Universidad Tufos, inyectó genes VEGF, provenientes de un tumor de la hipófisis, en 20 pacientes que padecían de claudicación intermitente por lesión de las arterias de sus extremidades. Según él, mejoró la circulación en la tercera parte de ellos, en comparación con el grupo control.

Otros investigadores no han obtenido los mismos resultados, y no están de acuerdo con el tratamiento, ya que estos factores de crecimiento usados en gran cantidad, podrían gatillar el crecimiento de pequeños tumores dormidos por falta de suministro de sangre. Es así como experimentos hechos en ratas, en las que se inyectaron altas concentraciones de VEGF directamente en el corazón, llevaron al desarrollo de tumores.

Pero según Stephen Epstein, director del Cardiovascular Research Institute en el Washington Hospital Center D.C., esas altas concentraciones nunca se usarían en humanos. Por lo demás, ya se han usado en cientos de pacientes de diversas enfermedades y nunca se ha descrito que haya aparecido un tumor. En todo caso, dice Epstein, "hay que tener cuidado, ya que se trata de moléculas muy potentes, que tienen muchos efectos aún no bien definidos".

El desafío actual para la angiogénesis terapéutica, es alcanzar los tejidos adecuados, con las dosis justas de estos factores. Una posibilidad es implantar en el tejido perlas poliméricas que liberen la proteína lentamente.

Otra posibilidad es inyectar el gene respectivo dentro de un vector adecuado que alcance específicamente al tejido deseado. Cindy Grines y su equipo del William Beaumon Hospital en Royal Oak, usando un virus como vector, administró el gene FGF directamente al corazón de 60 pacientes con angina. Según los autores, los pacientes mejoraron en forma significativa, pero será sólo la observación a largo plazo la que puede dar una respuesta definitiva.

William Li es el más optimista de esta nueva terapia. Según él, controlando el crecimiento de los vasos sanguíneos puede revolucionarse el tratamiento de las enfermedades cardíacas y el cáncer. Pero además puede ser muy útil en el tratamiento de las heridas de las fracturas y minimizar el daño que produce un ataque cerebral debido a un trombo oclusor.


LOS VASOS EN EL CEREBRO

El cerebro reacciona desesperadamente frente a una trombosis que ha dejado sin sangre un trozo de tejido cerebral. Para ello trata de hacer crecer nuevos vasos sanguíneos. Las células de la periferia del área dañada secretan el factor de crecimiento endotelial de los vasos sanguíneos (VEGF), que estimula la formación de capilares e incrementa la permeabilidad de los vasos sanguíneos, logrando así abrir la barrera encefálica para que sean retiradas las células muertas. Las neuronas que sobreviven, se hacen especialmente ágiles y adaptables, tratando de restablecer las conexiones dañadas.

Michael Chopp del Henry Ford Hospital en Detroit, Michigan, ha administrado VEGF a ratas que han sufrido: un ataque cerebral, observando un incremento dramático de la densidad de vasos sanguíneos en el área dañada. A su vez, las ratas que reciben el VEGF tienen una gran recuperación, tanto en sus funciones motoras, como sensoriales. Chopp cree que esta terapia de angiogénesis tiene un gran potencial en el tratamiento de los enfermos que presentan un ataque cardíaco.

Pero hay un problema agregado. Inyectando VEGF en el cerebro de las ratas, sus vasos sanguíneos se hacen permeables. Esto significa que hay un gran riesgo de que salga líquido, lo que se conoce como edema cerebral.


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