La pobreza y el hambre en el mundo: el desafío para la ciencia
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2002 )

Estamos viviendo la edad de la ciencia. Hoy en día hay mas científicos vivos y practicando que todos los que haya habido anteriormente en la historia de la humanidad. Más que en ninguna otra época, la ciencia penetra la cultura de nuestra sociedad. La ciencia ha contribuido a enormes avances en el bienestar de la sociedad. Gracias a los numerosos avances científicos, ahora nos estamos moviendo hacia la tercera revolución global, un nuevo mundo que nunca ha sido más promisorio o más peligroso.

La primera de las grandes revoluciones globales fue "la revolución agraria", que permitió el agrupamiento de las personas en pequeñas comunidades, con lo que comenzó la civilización. En el banco del río Nilo y en muchos otros grandes ríos del mundo, nuestros ancestros establecieron la fundación de una sociedad organizada. Con esta revolución agraria crearon la maravilla del mundo antiguo. Aun hoy día es la sobreproducción del campo lo que hace posible la vida en la ciudad.

La segunda gran revolución, "la revolución industrial", que fue la precursora en los enormes cambios en los métodos productivos y la relación de las personas al producto final de su trabajo. El artesano llegó a ser obrero, se perfeccionaron los procesos de producción y especialización, resultando en un estallido de producción, que trajeron grandes mejorías durante los subsiguientes dos siglos.

Hoy en día estamos viviendo la tercera revolución, trayéndonos cambios tan profundos que aún no los podemos definir, y cuyas consecuencias tampoco las podemos imaginar. Verdaderamente provocan miedo.

El lenguaje digital, manejado por cada vez más poderosos computadores y más rápidas comunicaciones, nos permiten ahora fusionar las palabras, la música, la imagen y la información. Se crean nuevas industrias y las antiguas desaparecen. Con el clic de un mouse y el vuelo de un electrón, miles de millones de dólares cruzan el globo. El Internet ha revolucionado el verdadero significado del tiempo y del espacio. En la actualidad ya hay más de 2 mil millones de páginas en Internet y se espera que para el año 2005, aumenten a 8 mil millones.

Desde la informática a la biología, continúa la revolución. Ya se ha decodificado el DNA y se comienzan a manejar los bloques de la vida.


La paradoja de nuestros tiempos

Consideremos la paradoja de nuestros tiempos. Vivimos en un mundo lleno de deslumbrantes avances científicos, junto a nuevas tecnologías. Sin embargo nuestros tiempos están marcados por los conflictos, la violencia, la incertidumbre económica y la trágica pobreza. Prevalece un sentido de inseguridad, aun en los países afluentes. Las naciones comienzan a mirarse dentro de sí mismas y dan la espalda a los pobres.

Se ha hecho mucho por transformar al mundo en un lugar mejor. El siglo XX se ha esforzado por lograr la emancipación. Las colonias han sido liberadas. Las mujeres tienen sufragio. Se han reconocido los derechos de las minorías raciales, étnicas y religiosas. En los últimos cuarenta años, se han producido muchos avances socioeconómicos. Los países en desarrollo han duplicado las matrículas escolares, han disminuido a la mitad la mortalidad infantil y han subido en 20 años la expectativa de vida al nacer. A pesar de todos estos avances, aún queda mucho por hacer. La agenda de desarrollo global depende de nuestro esfuerzo y solidaridad.


Hoy día:


  • 1.200 millones de personas viven con menos de un dólar al día.
  • 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua limpia.
  • Más de 2.000 millones de personas carecen de condiciones sanitarias.
  • 1.300 millones de personas, especialmente en las ciudades, están respirando aire por debajo de los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
  • 700 millones de personas, especialmente mujeres y niños, sufren de contaminación generada en el hogar, por la fuente inapropiada del combustible.
  • Cientos de millones de campesinos tienen dificultades para mantener la fertilidad de sus suelos, por lo que a duras penas sobreviven.


Frente a este paquete de problemas, hay que agregar nuevos desafíos. La población mundial está aumentando a razón de 80 millones de personas por año y la mayor parte de ella estará en los países pobres. El dramático sobre consumo y exceso de desperdicio de los países avanzados, y la presión de la sobrepoblación de los países pobres, están presionando fuertemente sobre los ecosistemas de los cuales dependen.

Los recursos marinos están siendo sobre explotados. El suelo se está erosionando. El agua está comenzando a escasear. La deforestación sigue aumentando. Debemos redoblar los esfuerzos para enfrentar la desertificación, el cambio climático y la biodiversidad. La agricultura debe transformarse para promover la "seguridad alimentaria sostenible" para miles de millones de gente hambrienta del mundo. Los desafíos de la pobreza urbana y la destrucción ambiental no tienen precedente, y sin duda aumentarán con el incremento de la pobreza urbana que se espera para las dos próximas generaciones en los países pobres. Los 47 países menos desarrollados del mundo, con el 10% de la población, subsisten con menos del 0.5% del ingreso mundial. Cada día fallecen 40.000 personas de enfermedades relacionadas con el hambre. Un sexto o más de la familia humana vive una existencia marginalizada. Es allí donde está nuestro desafío. ¿Debemos aceptar esta degradación humana como inevitable? o ¿debemos luchar por los menos afortunados? ¿Podemos seguir pensando que no somos responsables de las futuras generaciones o debemos tratar de actuar como administradores de la Tierra?. No son recursos los que faltan. Es la voluntad de utilizarlos. En el hecho, nunca el mundo había sido tan rico y nunca había tenido un futuro más promisorio.


Se acrecienta la diferencia entre ricos y pobres

Resulta incomprensible que existan 800 millones de personas que tengan hambre, en un mundo que tiene los recursos necesarios para proveer las más básicas necesidades humanas. Durante el siglo XIX algunas personas miraban la esclavitud y decían que era monstruosa y que debía ser abolida. Ellas eran conocidas como "abolicionistas". Ellas no argumentaban por su propio interés económico, sino desde un punto de vista moral. Hoy en día la condición de hambre en un mundo más que satisfecho, es igualmente monstruosa e inconcebible y debe ser abolida. Debemos transformarnos en los nuevos "abolicionistas". Debemos, con la misma moral y el mismo fervor, atacar la complacencia que cierra los ojos ante este silencioso holocausto de miles de muertes debidas a causas relacionadas con el hambre.

Abraham Lincoln, dirigiéndose al pueblo americano, afirmaba que la casa dividida no podía persistir, una nación no puede vivir mitad esclavo y mitad libre. Hoy día yo digo que el mundo dividido no puede vivir; la humanidad no puede sobrevivir parcialmente rica y mayoritariamente pobre.

A pesar de nuestra enorme productividad, los innegables beneficios de la globalización y el comercio y los sorprendentes progresos que arrojan los indicadores sociales para la mayor parte de las personas de la Tierra, estamos al mismo tiempo presenciando un alarmante incremento en la desigualdad, tanto "entre" como "dentro" de los países.

El 20% más rico de la población mundial, posee el 85% del ingreso, y el restante 80% vive con el 15%. Mientras el 20% más pobre, vive con el 1.3% del ingreso del mundo. Y estas disparidades están incrementándose. Hace una generación atrás, el 20% más rico, era 30 veces más rico que el 20% más pobre. Ahora este mismo 20% es 70 veces más rico y no aporta el 0.3% de su ingreso para el 80% más pobre de la humanidad. Las tres personas más ricas del planeta tienen mejores condiciones que la suma del Producto Interno Bruto de los 47 países más pobres. Las 15 personas más ricas tienen más que el Producto Interno Bruto combinado de todos los países de la región del Sub Sahara africano, con una población de 550 millones de habitantes.

Si realmente vamos hacia una sociedad del conocimiento, la conectividad y la preparación del capital humano será la llave para lograr la capacitación en los países pobres y así mejorar su situación. Aquí también los datos son preocupantes. Hay un enorme y creciente abismo en la producción y disponibilidad de científicos e ingenieros, entre el próspero hemisferio norte y el pobre hemisferio sur. Mientras que Estados Unidos y Japón tienen alrededor de 70 investigadores e ingenieros por cada 10.000 habitantes, China sólo tiene 6 y los países pobres de Africa, menos de 1 (figura 1). En el año 2.000, el número de líneas de teléfono por mil personas, era de 567 en los países de altos ingresos, 145 y 37 en los países de ingresos medios y bajos respectivamente (figura 2). Al término del milenio, los computadores personales por 10.000 personas, alcanzaban a 1.800 en los países ricos, 230 en los países de ingreso medio, y sólo a uno en los países pobres. Los países ricos poseen el 88% de todas las conexiones a Internet, aun cuando ellos tienen sólo el 15% de la población mundial.

El futuro no se ve tampoco promisorio. En el año 1980, las matrículas en la educación terciaria, en los países de bajos, medios y altos ingresos, se elevaron a 4, 11 y 34% respectivamente (figura 3). En 1996, estas mismas cifras fueron de 5, 15 y 58% respectivamente. Hay unas pocas excepciones, como las de la República de Corea y Singapur, en que estas cifras se elevaron y alcanzaron a la de países de altos ingresos (figura 4). Aun más, estos indicadores no consideran la enorme diferencia en la calidad de la educación, especialmente en la educación básica y secundaria.


Que puede hacer la ciencia

Es contra este telón de fondo que debemos dirigir nuestros esfuerzos en la lucha contra la pobreza y el hambre.

En el lado positivo, la ciencia puede ayudar a alimentar el hambre, curar al enfermo, proteger el ambiente, proveer de dignidad en el trabajo y crear espacio para la alegría y la auto expresión. En el lado negativo, la falta de oportunidades para la educación y el desarrollo de nuevas tecnologías, acentuará la división entre ricos y pobres. Como promedio y expresado "per cápita", los países ricos tienen un ingreso 40 veces superior en relación con los pobres, pero invierten 220 veces más en investigación.

A estas preocupantes tendencias debemos agregar el especial desafío de la emergencia del sector privado, que manejan la ciencia y protege para sí el conocimiento, mediante los derechos de propiedad intelectual, impidiendo el libre acceso a la investigación y a compartir los beneficios con los países pobres que no pueden afrontar su pago. Es claro el poder de las patentes y los regímenes de propiedad intelectual, que al sector privado le permiten financiar la investigación. En el año 1999, una sola corporación, la IBM, tenía más patentes (2756) que 134 países combinados (2756). Esto es aun más cierto en las ciencias biológicas. Las patentes no sólo se aplican a productos terminados, sino también a procesos y fases intermedias. Y aun cuando hay excepciones de investigación, éstas no corren para productos de investigación que tienen amplia aplicabilidad y que pueden ser comercializados. Estas realidades nos conducen a un mundo de appartheid científico, a menos que se manejen en forma imaginativa, de modo que no bloqueen la innovación y prevengan el flujo de capital privado en la investigación.

Con todo, ello es más que materia de dinero. Más que nunca hay necesidad del desarrollo de empresas de investigación en los países en desarrollo. En la medida que las empresas revelan las maravillas de los genes y los secretos de los átomos, muchos de los países en desarrollo miran con desconfianza a lo nuevo y tratan de construir barreras donde la mente podría extenderse.


El valor de la ciencia

Hay un núcleo central de valores universales que debe poseer la sociedad moderna y que la ciencia promueve.

Jacob Bronowski, físico, biólogo y escritor, define la ciencia como "la organización de nuestro conocimiento en forma tal, que busca la potencialidad oculta en la naturaleza". La ciencia va bastante más allá que la aplicación utilitaria del conocimiento; ella impacta toda una visión del mundo, desde la cosmología, hasta qué nos hace a nosotros humanos. Los valores no son reglas. En las palabras de Bronowski, "son la profunda iluminación, con cuya luz se diferencian claramente la justicia de la injusticia, lo bueno y lo malo, el comienzo y el fin".

La originalidad de los valores de la ciencia marcan un gran logro. Pero la originalidad es un corolario de la independencia del disentir en la sabiduría, sujeta sólo al test del método riguroso. Independencia, originalidad son las marcas del progreso de la civilización contemporánea. Está bien establecido que la búsqueda efectiva de la ciencia requiere de la protección de la independencia. Sin la independencia de la búsqueda, no existe la verdadera investigación científica. Obviamente se requiere de la salvaguardia de la independencia. Libertad de búsqueda, libertad de pensamiento, libertad de palabra, tolerancia, y sabiduría para arbitrar disputas en base a las evidencias. Estos son valores societales que deben defenderse, no sólo para promover el desarrollo de la ciencia, sino para construir una sociedad más tolerante, capaz de adaptarse a los cambios y aceptar lo nuevo.

¿Pueden estas ideas resonar en una sociedad golpeada por la pobreza y el hambre, abrumada por conflictos civiles y preocupada de la crisis fiscal?. Puedo oír a los negativistas y su énfasis en el pragmatismo, realismo y urgencia. Pero ellos están equivocados. La ciencia tiene la capacidad de capturar la imaginación y movilizar las emociones. Debemos mirar a la ciencia como parte integral de nuestra cultura, que nos informa del mundo y afecta nuestro comportamiento. Más aún, la ciencia es en sí la cultura de las dimensiones globales o por lo menos una corriente cultural que afecta fuertemente a la sociedad donde florece. Nos aporta imaginación y visión para llevarnos a problemas concretos y especulaciones teóricas. El poeta William Blake dice: "Lo que ahora está probado, antes fue imaginación". Imaginación y visión son el corazón de la empresa científica.


Organizando una agenda

Para que la ciencia realice completamente sus promesas y llegue a ser la fuerza primaria del cambio en el mundo, se requiere que los científicos trabajen mancomunadamente para alcanzar:

  • Que la investigación científica se considere importante en nuestros tiempos.
  • Abolir el hambre y reducir la pobreza.
  • Promover el punto de vista científico y los valores de la ciencia.
  • Construir verdaderas asociaciones con la ciencia en el Sur.


Resulta inconcebible que de las 1.233 drogas que han sido aprobadas en la última década, sólo 11 fueran para tratar enfermedades tropicales, y de éstas, la mitad estaba destinada para el ganado y no los humanos. Es inconcebible que muchos de los problemas persistentes de la nutrición infantil podrían solucionarse cambiando el contenido nutricional de las cosechas, lo que ha recibido tan poca atención. Necesitamos más ejemplos como lo logrado en "la Calidad Proteica del Maíz", o el "Arroz con vitamina A". Necesitamos enganchar en una real colaboración entre centros del Norte y del Sur, y enganchar a científicos del Sur en el desarrollo de investigaciones comunes. Sólo uniendo los esfuerzos podrán fortalecerse los valores de la ciencia y promoverse la visión científica, donde aún existen fuertes corrientes de oscurantismo y xenofobia, para llegar a inculcar en los corazones y en la mente de las personas, la racionalidad y la tolerancia. Estos esfuerzos también necesitan comprometer al público, porque sólo con ese compromiso florecen las instituciones.

Esos esfuerzos compartidos requieren inducir a los gobiernos de los países en desarrollo, a pensar en políticas de instituciones, a desarrollar recursos humanos y financiarlos. Para promover una verdadera asociación entre Norte y Sur, tenemos que pensar más allá de los protocolos intergubernamentales. Necesitamos unir los sectores públicos y privados, los gobiernos y la sociedad civil, los grupos nacionales e internacionales, hasta lograr una coalición.

Implementar esta agenda significa:

  • No sólo nueva ciencia y tecnología, sino ciencia y tecnología relevante.
  • No sólo comunicación, sino también contenido.
  • No sólo transferencia tecnológica, sino también colaboración real que promueva los valores de la ciencia y la visión científica.


Este último punto enfatiza los procesos tanto como el resultado, para que el proceso mismo promueva los valores éticos fundamentales que son el valor de la buena ciencia. En las palabras de Bronowski, "Aquellos que piensan que la ciencia es éticamente neutral, confunden los hallazgos de la ciencia, que sí lo son, con la actividad de la ciencia que no lo es".


El camino hacia delante

Claramente es esencial la total integración de la comunidad científica, sin la cual no hay una efectiva práctica de la ciencia. Pero la voz de los científicos debe oírse fuerte y claramente en el discurso nacional de nuestras propias sociedades. Esta ausencia no sólo restringe el saludable efecto de la modernización de la sociedad, sino también socava el necesario soporte público para estos objetivos.

Para los miembros de la comunidad científica del mundo industrializado, les digo: Uds. no deben permitir que el 80% de los talentos de la humanidad florezcan sólo si los científicos abandonan su tierra nativa o se remueven de sus sociedades. Uds. deben realizar esfuerzos adicionales para alcanzarlos y ayudarlos en el fortalecimiento de empresas científicas en el Sur.

A los miembros de la comunidad científica en el mundo en desarrollo les digo: Estamos en una encrucijada. O somos capaces de destacar la importancia de la ciencia y la visión científica o vamos a presenciar como nuestras sociedades se van marginando progresivamente en la edad de la información. Es indispensable ganar "el espacio de libertad" que es necesario para construir la sociedad civilizada y esencial para la práctica de la ciencia. Este compromiso es el único camino para crear centros de excelencia en el mundo en desarrollo y asegurar que los beneficios del progreso alcancen a los pobres y marginales. Es este "valor de la ciencia" el que va a liberar su talento y su genio. Todo esto requiere liberar la mente de la tiranía y la intolerancia, y abrir las puertas a la libre búsqueda, la tolerancia y la imaginación.

Con centros de excelencia en el mundo en desarrollo, se puede lograr una real asociación entre Norte y Sur. Las promesas de la ciencia pueden llegar a concretarse para liberarnos en este siglo del hambre y la pobreza, como una condición para alcanzar la decencia humana. Todo esto requiere de nuestro compromiso como científicos para trabajar en beneficio de toda la familia humana, y no sólo por la minoría privilegiada que ha tenido la suerte de vivir en las sociedades industrializadas avanzadas. Este desafío es enorme. Pero el largo camino comienza con el primer paso. Comencemos. Si no somos nosotros, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuando?.



Ismael Serageldin

Director de la Biblioteca de Alejandría
Artículo aparecido en Science, Vol. 286, Abril 5 del 2002, Pág. 54.


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