Genes de drogas en plantas podrían transferirse a los alimentos
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2002 )
La industria biotecnológica ha progresado rápidamente y ya son numerosos los productos farmacéuticos que se producen por ingeniería genética, introduciendo los genes en bacterias o levaduras que luego se cultivan y cosechan para extraerles el producto. Así por ejemplo, al introducir el gene del interferón humano a una bacteria, ésta aprovechando su maquinaria metabólica, inicia la producción de interferón. Al cultivar las bacterias en un reactor, éstas se multiplican y se incrementa así la producción de esa proteína (interferón). Es así como en la actualidad la industria biotecnológica produce numerosas proteínas de uso médico, como la insulina, la hormona de crecimiento, los diversos factores de crecimiento, las interleukinas, etc.
En la misma forma que una bacteria o una levadura tienen la capacidad de codificar y producir una proteína a partir de su gene respectivo, lo mismo puede hacer una planta. Si se logra introducir un gene en sus células (cosa que ya se sabe muy bien como hacerlo), éstas aprovechando sus maquinarias metabólicas, producen la proteína respectiva. Ello con la ventaja que no se requiere un reactor con todos los complejos controles (nutrientes, pH, temperatura, humedad), regulando en cambio la producción según la extensión del terreno utilizado, produciendo así grandes cantidades de proteínas y en poco tiempo. Las empresas biotecnológicas planean producir mediante plantas transgénicas, una gran variedad de productos, desde drogas de uso médico hasta vacunas.
Sin embargo existe el riesgo de que estas plantas genéticamente modificadas para producir un fármaco, contaminen a otras plantas vecinas traspasándoles el gene a ellas, como ya ha sucedido en otras ocasiones. Si se trata de un gene para algún fármaco potente, las consecuencias pueden ser muy serias. Para impedir que ello ocurra el Departamento de Agricultura del Gobierno de EE.UU. está proponiendo nuevas reglas bastante más estrictas.
Una de ellas señala que las plantas modificadas genéticamente deben estar separadas de otros cultivos convencionales, por un espacio y tiempo. Así por ejemplo, plantas de maíz transgénico debieran estar por lo menos a 400 metros de distancia de otro maíz común. También deben plantarse dos semanas antes o dos semanas después, de modo que no coincida la fertilidad al mismo tiempo.
Las compañías que violen estas u otras reglas, tendrían que pagar multas de hasta 250.000 dólares, además de cárcel de uno a cinco años.
En todo caso, lo que las plantas van a producir (fármacos o vacunas) van a ser proteínas y éstas, si son ingeridas por el Hombre, se digieren en el estómago, de modo que en este sentido el riesgo es mínimo. (New Scientist, Julio 6 del 2002, Pág. 4).