El gene del lenguaje nos separa del resto de las especies animales
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2002 )
La mayor parte de los investigadores que buscan el origen de la especie humana, están de acuerdo en que la capacidad de comunicarnos a través del lenguaje hablado es la principal característica que nos separa del resto de los animales. Hace algunos meses se identificó el primer gene implicado en la habilidad para hablar. Ahora un grupo de investigadores señala que la versión humana de este gene del habla, apareció en nuestra especie hace aproximadamente 200.000 años, lo que coincide con la fecha en que aparecieron las características anatómicas del Hombre. Los autores argumentan que este hallazgo es consistente con especulaciones previas, que señalan que la expansión de la especie humana se debió a la aparición de esta habilidad de comunicarse a través de lenguaje.
El gene llamado FOXP2 fue identificado por un grupo de investigadores genetistas dirigido por Anthony Monaco, pertenecientes a la Universidad de Oxford, que trabajaron en colaboración con otro grupo del Institute of Child Health de Londres, dirigido por el neurocientista Faraned Braga-Khadem (Science, 5 de Octubre 2001). De paso demostraron que las personas con mutaciones del gene FOXP2, padecían de una variada gama de dificultades en el lenguaje.
Ahora el genetista Svante Paabo del Instituto Max Planck en Alemania y sus colaboradores, han podido reconstruir la historia evolucionaria de este gene (Science, Vol. 297, Agosto 16, 2002, Pág. 1105).
Ellos secuenciaron este gene en diferentes primates (chimpancés, gorilas, orangutanes y macacos rhesus), como también en ratas. Encontraron que codificaba una proteína constituida por 715 aminoácidos. Comparando la secuencia de aminoácidos de esta proteína en las distintas especies estudiadas, concluyen que los principales cambios (tres aminoácidos) ocurrieron en el linaje humano hace aproximadamente 200.000 años y que éstos se habrían llegado a fijar en el 95% de la población, hace no más de 120.000 años.
Según Paabo, este gene parece estar implicado en el desarrollo de la capacidad de mover los músculos de la boca y de la cara, que son esenciales para poder modular distintos sonidos. Ello permitió en definitiva el progreso del lenguaje y por ende la mejor comunicación.