Ciencia: ingrediente esencial para superar el subdesarrollo
( Publicado en Revista Creces, Enero 2003 )

Sin ciencia los países ricos nunca habrían alcanzado el bienestar económico que hoy gozan. Del mismo modo, no invertir en investigación científica anula hoy los esfuerzos para combatir la pobreza, las enfermedades y la destrucción del medio ambiente.

La mayor parte de los políticos y planificadores que se reunieron recientemente en la Conferencia Cumbre de Desarrollo Sustentable en Johannesburg (Septiembre 2002) han subestimado en mucho el rol que los avances de la ciencia y la tecnología juegan en resolver los graves problemas de la pobreza y la degradación ambiental.

Hoy en día los debates acerca del desarrollo sustentable se concentran en analizar políticas. Los países ricos atribuyen la pobreza extrema de Africa y de otras partes del mundo, fundamentalmente a las pobres políticas de esos países y a la corrupción, más que a la falta de tecnologías apropiadas para la ecología tropical de los países empobrecidos. Los políticos arguyen en discusiones sin fin, acerca de quien debe asumir los costos que significa la prevención de los cambios climáticos debidos a la emisión de gases y el efecto invernadero, mientras olvidan la potencialidad de nuevas tecnologías para facilitar el duro cambio en el uso energético y el impacto de éste en el futuro cambio climático.


Errores de análisis

Los programadores de los países ricos, en sus aproximaciones al desarrollo sustentable, tienden a cometer cuatro errores. El primer error es que tienden a mirar el problema del subdesarrollo como una historia de moralidad. Desde su punto de vista, "los países pobres son pobres porque no se manejan como nosotros". De este modo la batalla contra la pobreza llega a ser una batalla contra la corrupción, las ideas erradas, la incompetencia y algo más. Claro que la moralidad tiene su importancia, como es el caso de Zimbabwe, donde un anciano tirano, rodeado por lugartenientes rapaces está destruyendo su país en un vano y desesperado intento de alcanzar el poder.

Un análisis serio revela que malos gobiernos son sólo algunos de los muchos factores que mantienen atrapadas a mil millones de personas en condiciones de extrema pobreza. Restricciones biofísicas también significan serias barreras para el desarrollo (Scientific American, Marzo 2001, pág. 70). En Africa estas restricciones incluyen el antiguo problema de la malaria y otras enfermedades, la vulnerabilidad del riego por lluvias en el trópico y los altos costos del transporte para el 80% de la población de los países del Sub-Sahara que vive a más de 100 kilómetros de la costa. Restricciones semejantes de enfermedades, ecología y aislamiento físico, atrapan a países extremadamente pobres del Asia Central y del Sur, los Andes y otras partes.

El segundo error es que los planificadores, y especialmente las agencias internacionales claves, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que estructuran la política de los países pobres, miden el progreso económico exclusivamente como el resultado de las fuerzas del mercado, ignorando el rol del avance tecnológico. Robert Solow, ganador del premio Nóbel en economía en el año 1987, demostró en el año 1957 que el gran boom del desarrollo de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, fue el resultado de los progresos tecnológicos más que de la acumulación de capital. Estos hallazgos se han confirmado con el test del tiempo. El moderno crecimiento económico ha dependido de tecnologías basadas en la ciencia que han permitido a los países ricos gozar de frondosas cosechas, escapar de la muerte temprana debidas a enfermedades infecciosas y los dramáticos incrementos en la movilización de la energía. Sin duda que el mercado ha jugado un papel fundamental en el progreso científico, pero junto a ello fue también necesario realizar grandes inversiones públicas en investigación científica, en la educación superior y en la difusión tecnológica. Los desarrollados han subestimando el rol de la inversión pública en ciencias y tecnología en su propio país. Los gobiernos de los países industrializados también han olvidado la importancia de apoyar la ciencia y la tecnología de los países pobres para enfrentar distintos problemas, como enfermedades tropicales y agricultura tropical.

El tercer problema es que han subestimado los riesgos que nosotros hemos enfrentado al fallar en invertir de acuerdo a una profunda comprensión científica de nuestros desafíos ecológicos. Muchas de las preocupaciones del medio global (cambios climáticos antropogénicos debido a la emisión de gases invernadero, la destrucción de la biodiversidad, el colapso del ecosistema debido a la intensificación de la actividad humana y amenazas planteadas por la liberación de productos industriales) son aun incompletamente comprendidas. Estamos viviendo con riesgos societales que son escasamente comprendidos. Es así por ejemplo, que el descubrimiento en el comienzo de la década de 1970 del peligro del clorofluorocarono, fue fortuito y esto probablemente ha salvado millones de vidas. Los cambios del medio ambiente como resultado de las presiones humanas están creando nuevos modelos de transmisión de enfermedades y riesgos no previstos del funcionamiento básico del ecosistema. Los recientes avances en las ciencias de la tierra, como la geoquímica, la ecología y climatología han sido dramáticos, pero la escasa inversión pública en estas áreas hacen poco probable que nos podamos adelantar a los riesgos globales.

El cuarto y último error es que muchos programadores y ejecutivos de países ricos, se adormecen en el error de creer que las tecnologías que se necesitan para el desarrollo sustentable van a aparecer mágicamente, manejadas por la mano invisible de las fuerzas del mercado. Se han adormecido en esta creencia porque ellos han crecido en una era en que los avances tecnológicos parecen haber “aparecido" por órdenes de un dinámico sector privado. Desgraciadamente la noción del torrente auto-sustentable del sector privado que condujo al progreso, es un mito. Las mayores tecnologías de las últimas décadas (el Internet, los productos farmacéuticos, los materiales sintéticos, la mejoría de la variedad de semillas) han tenido sus raíces en programas de investigación patrocinados por el gobierno.

El resultado de todos estos prejuicios y errores es una dramática sub-inversión en investigación para el desarrollo sustentable. Esas instituciones internacionales dedicadas a sustentar el desarrollo, como el Banco Mundial y las agencias especializadas de las Naciones Unidas, han estado desalentadas para jugar un mayor rol en esfuerzos de investigación y desarrollo, y han visto sus presupuestos estrujados aun cuando las necesidades societales de aumento en investigación y desarrollo han estado incrementándose abruptamente.


Áreas que requieren inversión en investigación

El incremento del apoyo público para ciencia y tecnología se necesita en forma urgente en las siguientes áreas: enfermedades tropicales, agricultura tropical, biodiversidad, preservación del ecosistema y manejo del carbón para energía sustentable. El apoyo financiero internacional es minúsculo en cada una de estas áreas, si se compara con las posibilidades de las promesas realísticas de grandes avances.

La Comisión en Macroeconomía y Salud, de la Organización Mundial de la Salud (2001), que yo presido, han documentado el enorme peaje que deben soportar los países pobres como resultado del peso de las enfermedades infecciosas, muchas de ellas como la malaria se enraíza en el ambiente tropical. Mis propias primeras investigaciones mostraban que la malaria costaba un punto o más del porcentaje de crecimiento económico en los países del sub-Sahara, donde ella es endémica (Nature, vol. 415, pág. 680). De este modo no sorprende que en la historia moderna la malaria endémica y la pobreza endémica, hayan ido de la mano.

Mientras que la malaria es responsable del tres o más por ciento del total de las enfermedades del mundo, en su investigación se invierte menos de 0.2% del total de la investigación biomédica mundial (aproximadamente 100 millones de dólares, en un total de inversión de 60.000 millones de dólares). Esta mínima inversión en investigación, refleja la falta de potencial de mercado para inversores privados en los países pobres, como también la carencia de presiones políticas en los gobiernos ricos para invertir en áreas que tienen poco efecto directo en sus votantes. La necesidad para más inversión aquí, es urgente y creciente, en vista del incremento de cepas de malaria resistentes a las drogas y las actuales posibilidades más auspiciosas del desarrollo de vacunas, que ahora aparecen como posibles al haberse descifrado el genoma del parásito culpable de la enfermedad y del mosquito que la trasmite (Creces, En/Feb. 2003, pág. 2).

La Comisión en Macroeconomía y Salud ha recomendado un nuevo Fondo Global de Investigación, dirigido a las enfermedades olvidadas del mundo pobre, de modo que por lo menos alcance a 1.500 millones de dólares. Además de otros 1.500 millones de dólares anuales, para desarrollar vacunas contra enfermedades como el SIDA, tuberculosis y malaria.


La investigación en agricultura

Los avances tecnológicos de la agricultura en zonas temperadas, raras veces pueden aplicarse en forma directa en las diferentes situaciones de la agricultura tropical. Las cosechas, las pestes, el suelo, el tipo de precipitaciones y los problemas de almacenamiento, son distintas en las diferentes ecozonas. Mientras los avances tecnológicos de semillas híbridas en los Estados Unidos fueron trasladados con considerables esfuerzos a partes de Asia y tuvieron ciertos éxitos, no dieron en cambio igual resultado en Africa sub-Sahara, donde existen diferentes suelos y regímenes de lluvia. Su productividad fue mucho menor que en Estados Unidos y Europa.

Existe una considerable evidencia de un alto retorno social de la investigación y desarrollo en la producción de alimentos tropicales, pero aun así la inversión en estas áreas es muy baja. La comunidad internacional ha tratado durante mucho tiempo de implementar una red de 16 unidades de investigación tropical a lo largo del mundo, conocida como "Consultive Group for International Agricultural Research"(CGIAR), pero estas unidades también sufren de un déficit presupuestario. Basta considerar que la firma americana "Monsanto" de alta tecnología, gasta en investigación alrededor de 600 millones de dólares por año, mientras que CGIAR tiene un presupuesto operacional de 350 millones de dólares por año, y sólo una parte de esto va a investigación y desarrollo.

Investigaciones recientes de Pedro Sánchez, último director del "International Center for Agroforestry Research" en Nairobi, y este año ganador del premio World Food Price", ejemplifica el tipo de avances importantes que es posible lograr mediante la investigación en condiciones ecológicas. Las investigaciones de Sánchez no sólo confirmaron en Africa tropical, la notable pérdida de nutrientes del suelo, producto de décadas de cosechas con ausencia absoluta en el uso de fertilizantes, sino que también demostraron como este suelo degradado podía revertirse con una cosecha variada y el uso de rocas de fosfato disponibles localmente (Science, vol. 295, pág. 2019). Con estos métodos elevó la productividad de miles de agricultores empobrecidos, pero estas tecnologías aún no han sido extensamente aplicados por las limitaciones financieras para el seguimiento, y por la ausencia de créditos de subsistencia que lleguen a los campesinos.


Ecosistema y biodiversidad

En muchas partes del mundo, la intensificación del impacto humano en el ambiente físico, plantea nuevas circunstancias aún no bien comprendidas, que amenazan el funcionamiento del ecosistema y la biodiversidad. Los ecosistemas constituyen una compleja red interdependiente en la cual las emergentes características de comportamiento (por ejemplo, la composición y balance entre las especies) son el resultado de interacciones no lineales, que recién se están comenzando a entender y modelar. La historia reciente relata muchos casos donde la pérdida de una especie clave, como por ejemplo un resultado de fragmentación del hábitat, termina en una cascada de acontecimientos de la comunidad que afecta al resto de las especies. Por la verdadera naturaleza de estos hechos, se requiere de un conocimiento detallado en la escala local para rescatar habitantes degradados, ya sea de bosques, de regiones costeras, cadenas montañosas y otras frágiles estructuras ecológicas, donde como resultado de la degradación ecológica, está en riesgo la vida de cientos de millones de gente empobrecida. E.O. Wilson y sus colaboradores piden un esfuerzo para lograr un "mapeo" de todas las Especies, para así consolidar los avances del conocimiento ecológico..


El incremento del C02 atmosférico

Tal vez el más trascendente dilema económico en el desarrollo sustentable se refiere a nuestra dependencia de los combustibles fósiles. El rol de las emisiones de carbón, provenientes de los combustibles fósiles, en la contribución del cambio climático a largo plazo, ya es universalmente aceptado. Pero el impacto de la elevación de la concentración del carbón atmosférico es todavía muy incierto. Evidencias recientes del seguimiento paleo-climático sugieren la posibilidad de importantes y abruptos cambios no lineales como consecuencia de las emisiones de carbón (Creces, Septiembre 2001, pág. 38).

El potencial beneficio social de secuestrar el carbón liberado por la quema de los combustibles fósiles, es entonces enorme. El costo social anual de los cambios climáticos antropogénicos pueden fácilmente alcanzar a la mitad del siglo, el uno o más por ciento del Producto Interno Bruto, lo que es equivalente a trillones de dólares por año, por lo que los beneficios de secuestrar la emisión de carbón antes que éste alcance a la atmósfera podría ser fenomenal. Como mi colega Klaus Lackner ha sugerido, una posibilidad de secuestración de carbón mediante un proceso geoquímico, consistente en fijar el carbón en núcleos de magnesio para producir carbonato de magnesio termodinámicamente estable, el cual podría redepositarse en las minas. También se han descrito posibilidades alternativas de bombear directamente las emisiones de carbón de las plantas eléctricas en la profundidad del océano. (Creces, Septiembre 1998, pág. 28).

El desarrollo de una o más de estas posibilidades requiere de inversiones en investigación, y como los beneficios del país que las desarrolle se van a extender al resto del mundo, parece más bien que el esfuerzo debiera ser compartido.


Reflexiones finales

No quiero dejar la impresión de que el desarrollo sustentable simplemente debe esperar nuevos y trascendentes avances científicos. Aun con las tecnologías disponibles es perfectamente posible salvar a millones de personas por año mediante la prevención de las enfermedades infecciosas, del mismo modo que se puede preservar ecosistemas vitales a través de la conservación, refugios naturales y prácticas de agricultura sustentable. Se requieren considerables flujos de asistencia extranjera para extender las tecnologías existentes al mundo pobre.

El olvido de la investigación para el desarrollo sustentable debe ser rectificado. Esto requiere un reenfoque de la estrategia financiera y operacional de las grandes instituciones internacionales, como el Banco Mundial y las agencias especializadas de las Naciones Unidas. Los actuales “grants" anuales del Banco Mundial para investigación en estas áreas son sólo de 150 millones de dólares al año, lo que es sólo una pequeña fracción de su presupuesto de grants de cada año. Al mismo tiempo, las agencias especializadas de Naciones Unidas, como FAO y WHO, cada vez aportan menos por la carencia de donantes.



• Jeffrey Sachs es Director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. Presidente de la Comisión en Macroeconomía y Salud de la Organización Mundial de la Salud y Consejero especial del Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan. (New Scientist, Agosto 17 del 2002, pág. 52).


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