La inmunoterapia en el cáncer
( Publicado en Revista Creces, Marzo 2003 )
Desde hace tiempo se viene pensando en el tratamiento del cáncer incentivando los mecanismos normales de defensa del organismo. Recientemente se han logrado resultados positivos, mediante el uso de la inmunoterapia, estimulando a las propias células del organismo para que destruyan el tumor.
En el año 1880, el médico William Coley observó que en ocasiones se producían curas milagrosas de tumores cancerosos y lo relacionó con infecciones concomitantes que complicaban a enfermos con cáncer. La infección parecía ser la clave de estas curas milagrosas. Incluso experimentó con varios enfermos cancerosos ya sin remedio, a los que les inyectó gérmenes infecciosos en sus tumores, pudiendo observar cómo estos se achicaban (Creces: Historia de las Infecciones y el Cáncer, Diciembre 2002, pág. 24). Basándose en los conocimientos actuales, pareciera ser que las células inmunológicas del organismo son verdaderos guardianes que nos protegen de células cancerosas que continuamente se están produciendo en diversos tejidos. Ellas las atacan y las destruyen, impidiendo que desarrollen un tumor (Creces: Células Dentríticas, la Infección y el Cáncer, Diciembre 2002, pág. 19). Sin embargo el cáncer se hace evidente cuando las células cancerosas proliferan tan rápidamente, que sobrepasan este mecanismo natural de defensa.
Muchos grupos de investigadores buscan ahora ayudar al sistema inmunológico para aumentar su eficiencia, con el objeto que sus células triunfen sobre las células cancerosas. Se trata de la “inmuno-terapia para el tratamiento del cáncer”. Los primeros estudios comenzaron en la década de 1980, pero desgraciadamente con poco éxito. Pero ahora parece que las cosas han cambiado, ya que se ha conseguido éxito en el tratamiento de varios cánceres de la piel mediante células inmunológicas que, tomadas del mismo paciente, se cultivan y multiplican en el laboratorio en gran número, para luego devolverlas al paciente. “Ahora podemos repoblar el sistema inmune con células que combaten el cáncer”, dice Steven A. Rosenberg del National Cancer Institute, que con su equipo han sido pioneros en la inmunoterapia (Scientific American, Febrero 2003, pág. 12).
La idea es utilizar linfocitos T, específicamente los llamados “Linfocitos Infiltrantes de Tumores”, que se encuentran profundamente infiltrados en el tejido tumoral. Estas células T asesinas atacan a las células que se están dividiendo muy rápidamente y son las que constituyen la protección natural contra el cáncer. Desgraciadamente, cuando éste aparece, el organismo no produce un número adecuado de ellas como para lograr mantener el tumor a raya.
El trabajo realizado por Rosenberg comenzó en 1980, aislando estas células del mismo paciente para cultivarlas y multiplicarlas y otra vez inyectárselas, en un proceso que llamó “Terapia Adoptiva de Células T”. Aun cuando estas células retenían sus propiedades antitumorales, no proliferaban o no sobrevivían lo suficiente como para matar las células cancerosas. Después de un largo y paciente trabajo, llegó el éxito, cuando el equipo de Rosenberg introdujo cambios sustantivos en el método.
Primero comenzaron mejorando la forma en que ellos generaban estos linfocitos T antitumorales. Al comienzo, simplemente los extraían del tumor sin seleccionarlos. Ahora los aíslan en múltiples muestras tumorales en cada paciente y luego las hacen crecer en el laboratorio. Ensayan hasta 50 muestras, poniéndolas cada una frente a células cancerosas del paciente y escogen las más reactivas (ver figura), y ésas son las que en definitiva cultivan y multiplican en el laboratorio y luego las vuelven a inyectar al paciente.
En segundo término, cambian la forma de preparar al paciente antes del tratamiento. Esta vez le administran primero una fuerte quimioterapia, con el objeto de liquidarle temporalmente el sistema inmune, y de este modo abrirle espacio a los nuevos linfocitos T que se le van a administrar. “El procedimiento parece que logra remover las “células T supresoras” (producidas por el sistema inmune o el tumor), que impiden que las células T destructoras de tumores proliferen” señala Rosenberg. La otra modificación consiste en que antes de la reinfusión de las células al paciente, se le administran dosis repetidas de interleukina 2, una potente hormona inmunológica que estimula el crecimiento de las células T.
El estudio ya comprende 13 pacientes que presentaban melanomas avanzados (cáncer de la piel), con metástasis que se habían extendido a otros órganos. Ellos fueron escogidos después de haber fracasado muchos otros tratamientos, incluyendo la cirugía. A cada uno se le administraron 80 mil millones de sus propios linfocitos T infiltrantes de tumores, cantidad suficiente como para crear un nuevo sistema inmunológico. En Diciembre del 2002, diez de estos pacientes estaban todavía vivos: seis habían experimentado una remisión mayor de sus tumores, y en cuatro sus tumores se habían achicado.
Los análisis de sangre de los pacientes y las muestras de sus tumores, mostraron que las células T infiltrantes de tumores se habían multiplicado y estaban atacando a las células tumorales. “Con nuestra técnica anterior, cuando transferíamos las células, sólo sobrevivían entre 1 y 2%”, explica Rosenberg. “Ahora por meses tenemos un 80% de sobrevida y cuando esto sucede el cáncer desaparece”.
Estos primeros ensayos abren grandes perspectivas, más aún si el tratamiento se inicia con pacientes donde el cáncer se trate en las primeras etapas, cuando aún no ha crecido demasiado y no hay metástasis. Habrá que esperar que esta técnica se ensaye en nuevos casos y ver si la inmunoterapia puede funcionar también en otros tipos de cánceres.