Investigando más acerca de los neutrinos
( Publicado en Revista Creces, Marzo 2003 )

Todo el espacio esta lleno de neutrinos, que son lanzados al Universo por las estrellas y las supernovas, como producto de la reacción nuclear que genera la energía del Sol. Su existencia plantea nuevas interrogantes acerca de la naturaleza de la materia y de la estructura de todo el Universo.

Según la teoría solar, los neutrinos se generan en las reacciones nucleares solares y de las supernovas. Desde allí son arrojados al Universo en todas las direcciones. Llegan a la Tierra acarreados por los rayos solares, que chocan con nuestra atmósfera. En otra escala, los neutrinos también se producen en la Tierra, tanto en los reactores nucleares como en rocas radioactivas.

Ellos constituyen un tipo de materia muy difícil de detectar. Pero el hecho es que desde el Sol y viajando a la velocidad de la luz, están llegando constantemente a la Tierra. Tienen la propiedad de cruzar a través de la materia, hasta tal punto de atravesar de un lado a otro toda la Tierra sin dejar rastro. Así por ejemplo, trillones de neutrinos en una fracción de un segundo, están atravesando nuestro cuerpo sin que lo note ni uno solo de nuestros átomos.

A pesar de estas elusivas propiedades, los físicos mediante sofisticadas máquinas enterradas en las profundidades de la Tierra o bajo grandes masas de agua, han sido capaces de detectar a los neutrinos (ver recuadro). Su existencia se presumió al comprender el proceso de fusión energética del Sol, que necesariamente debería generar neutrinos que constantemente deberían estar siendo arrojados al Universo.


A la Tierra llegaban menos neutrinos

Los físicos saben que el proceso de fusión nuclear que ocurre en el Sol, produce “neutrinos electrones”, parientes de electrones pero sin carga. Conociendo la temperatura y otras propiedades del Sol, ellos habían podido calcular el número de neutrinos electrones que deberían estar siendo emitidos por la reacción nuclear del Sol, y por lo tanto podían también deducir el número de neutrinos solares que debería estar llegando a la Tierra. Sin embargo, los experimentos realizados durante los últimos 20 años, destinados a detectar los neutrinos que llegaban a la Tierra no habían sido lo suficientemente eficientes, ya que sólo detectaban una fracción muy inferior a lo esperado (un tercio de los neutrinos electrones que esperaban que deberían llegar a la Tierra). Hasta hace poco tiempo, esta diferencia constituyó un enigma, al que se le denominó “el problema de los neutrinos solares”.

Muchos físicos pensaron que había un error en el cálculo de la estructura del Sol. Otros más bien pensaron que los detectores de neutrinos que se habían construido, no eran lo suficientemente sensibles como para detectar correctamente el número de neutrinos que deberían estar llegando. Pero nuevas experiencias demostraron que la segunda alternativa era la más correcta.

Es así como más tarde se pudo comprobar que los neutrinos son de varias formas y que en su viaje a través de la atmósfera, cambian de una a otra. Los instrumentos para detectar neutrinos construidos hasta ese entonces, sólo habían detectado un tipo de neutrinos, los “neutrinos electrones”, que estando relacionados con electrones sin carga eléctrica, son los que se producen durante la reacción energética solar. Pero a la Tierra llegan también “neutrinos muon” y “neutrinos tau”, relacionados con las partículas muon y tau respectivamente, que con la técnica convencional no eran detectados. Es que los rayos cósmicos de alta energía que golpean la atmósfera que rodea la Tierra, producen una cascada de otras partículas, y entre ellas fundamentalmente neutrinos muon y también tau. Sumando estos tres tipos de neutrinos que llegan a la Tierra, las cifras calzan. En otras palabras, los resultados son ahora consistentes con la hipótesis de la estructura solar, ya que se ha podido detectar el mismo número de neutrinos que dicha teoría había predicho acerca del número de neutrinos que deberían llegar a la Tierra (Creces, Diciembre 2001, pág. 16 y New Scientist, Marzo 13, 1999, pág. 32).

Estos descubrimientos señalan que los neutrinos, en la medida que viajan por el espacio, pueden cambiar su identidad. Lo que comienza como un neutrino electrón, puede en alguna forma transformarse o “oscilar” a un neutrino muon o tau. Es así como los nuevos detectores de neutrinos, como el “Sudbury Neutrino Observatory (SNO), instalado en Ontario ha sido capaz de desenmascarar todos los tipos de neutrinos que nos llegan desde el Sol (New Scientist, Diciembre 7, 2002, pág. 36).

Más aún, en 1988, mediante un nuevo detector de partículas instalado en Japón (Super-Kamiokade), se comprobó que los neutrinos tenían “masa”, lo que también se confirmó con el SNO, descartándose así lo que antes se pensaba, que los neutrinos no tenían masa y que por lo tanto no podían cambiar de un tipo a otro. El hecho que tuvieran masa hacía posible la teoría que los neutrinos oscilaran entre neutrinos electrones, muon y tau.

Lo que hasta ahora se ha logrado conocer de la existencia de los neutrinos y su comportamiento, representa uno de los grandes momentos de la ciencia experimental, y ello se ha justificado este año al recibir el premio Nobel dos investigadores pioneros en este campo: Ray Davis de la Universidad de Pennsylvania y Masatoshi Koshiba de la Universidad de Tokio.

Es así como el extraño mundo de los neutrinos empieza a revelarse y los físicos de partículas están entusiasmados con ello. El próximo año se comenzará a producir neutrinos muon en un acelerador de partículas en Fermilab, cerca de Chicago, y esperan lanzarlos y detectarlos a 700 kilómetros de distancia en el interior de una mina en Minnesota. Mientras tanto otro grupo está planeando dirigir un rayo de neutrinos desde el Laboratorio de Investigación Nuclear CERN, en Suiza, para detectarlos a igual distancia, en el Laboratorio Gran Sasso en Italia. Otros más atrevidos, esperan lanzar neutrinos y detectarlos al otro lado de la Tierra (fig. 1). ¡Los físicos de neutrinos están en su edad de oro!


LA HISTORIA DE LOS ELUSIVOS NEUTRINOS

Los neutrinos son partículas elementales muy livianas, cuya existencia fue predicha por Wolfgang Pauli en el año 1930. Pero como ellos actúan muy poco con la materia eran muy difíciles de detectar. Más tarde, Frederick Reines de la Universidad de California pudo pesquisarlos en un reactor nuclear hace 25 años, ganando por ello el premio Nobel de física en el año 1995.

En el año 1968, Raymond Davis del Brockhaven National Laboratory, ubicado cerca de Nueva York, construyó un detector de neutrinos, instalándolo en el interior de una mina de oro de Dakota del Sur. Ello porque se suponía que los neutrinos no tenían masa y que por lo tanto penetraban la Tierra, y allí podían ser detectados sin interferencias o contaminaciones. Si bien Davis y sus colaboradores consiguieron detectar neutrinos electrones, estos fueron en cantidades menores a lo que se esperaba (sólo un tercio). Davis, que actualmente padece de Alzheimer, obtuvo recientemente el premio Nobel de física (año 2002), por su trabajo en esta detección de neutrinos del espacio.

Inspirados en estos y otros interesantes hallazgos, Masatoshi Koshiba de la Universidad de Tokio decidió en el año 1980 diseñar un experimento destinado específicamente a la detección de neutrinos solares (Koshiba compartió el premio Nobel de física con Davis en el año 2002). El trabajo culminó en 1995, con la construcción del detector denominado Super-Kamiokade, ubicado en las profundidades de una mina en Japón. Se trataba de un detector notable, constituido por un gran tanque lleno de agua (50.000 toneladas de agua extra-pura). En la rara ocasión que un neutrino golpea el núcleo del agua, se convierte en una partícula cargada, que produce un flash de luz.

Para captar estos “flashes”, el detector poseía alrededor del estanque, 13.000 detectores de luz altamente sensibles. A pesar de este avance, que permitió incrementar la detección de neutrinos, el total detectado todavía resultó menor de lo esperado (50%).

En ese entonces surgió la hipótesis de que hubiese también otros tipos de neutrinos. Se pensó que los rayos cósmicos, al golpear la atmósfera producían una cascada de otras partículas, entre las que estaban los muon y tau. De este modo los neutrinos electrón, podrían desaparecer y oscilar en neutrinos muon y tau.

Con esta hipótesis, científicos del Sudbury Neutrino Observatory (SNO) en Ontario, construyeron un nuevo detector de neutrinos que pudiera contar el total de ellos. El detector SNO fue básicamente similar al Super-Kamiokade, y tenía un estanque con 1000 toneladas de agua y estaba rodeado por cerca de 10.000 sensores de luz. Pero se aplicó un pequeño truco: el SNO usó parte del tiempo agua pesada ultra pura, y para el resto del tiempo, usó agua pesada con una pizca de sal disuelta en ella (ver figura).

En el agua pesada cada átomo de hidrógeno es reemplazado por el isótopo deuterio, que en su núcleo tiene un protón y un neutrón, en lugar de sólo un protón. Fue la acción conjunta del protón y el neutrón, lo que permitió detectar las tres variedades de neutrinos.

Los neutrinos electrones se revelaron en el agua ultra pura cuando se vuelven electrón. Mientras tanto los tres tipos de neutrinos se revelaron cuando se usó agua pesada con sal. Todos ellos cuando chocan con el deuterio, desintegran su núcleo. El neutrón liberado en esta circunstancia puede capturarse por el núcleo de cloro de la sal, desprendiendo mayor gama en el proceso. En definitiva son estos los que producen el flash de luz. Aun cuando el detector no puede separar los tres tipos de neutrinos, por lo menos puede detectarlos a todos. Restando el número de neutrinos electrón del número total encontrado, los investigadores concluyen que la fracción resultante corresponde a neutrinos muon y tau (Creces, Diciembre 2001, pág. 16).

Tanto el detector Super-Kamiokade, como el SNO, dentro de sus experimentos, demostraron que los neutrinos tenían algo de masa, descartándose lo que antes se afirmaba, y que por lo tanto podían cambiar de un tipo a otro.



LOS NEUTRINOS DE ALTA ENERGÍA Y LA TEORÍA DE LA SUPERCUERDAS

Un nuevo proyecto pretende detectar neutrinos de alta energía mediante un sensor enterrado en la profundidad de los hielos antárticos. Con ello los físicos teóricos pretenden probar en definitiva que existirían en el espacio “dimensiones extras”, absolutamente necesarias para aceptar la teoría de las “super-cuerdas”(Creces, Junio 1999, pág. 16).

La existencia de estas dimensiones extras son fundamentales para explicar “la teoría de las supercuerdas”. Desde hace algún tiempo, los físicos teóricos vienen tratando de encontrar una explicación lógica y unitaria para entender el comportamiento de todas las cosas del Universo (“Teoría de todas las cosas”). Tratan de englobar en un proceso común, todas las fuerzas fundamentales de la naturaleza: estas son, “la gravedad”, “el electromagnetismo”, “la fuerza fuerte” que mantiene unidas las partículas dentro del átomo y la “fuerza débil”, que explica entre otras cosas, la radioactividad y la desintegración espontánea del núcleo que da por resultado la emisión de energía. Hasta ahora sus esfuerzos han fracasado, y afirman que previamente es necesario aceptar que existirían en el espacio seis dimensiones extras, además de las tres dimensiones ya conocidas (alto, ancho y largo), más una en el tiempo.

La teoría de las supercuerdas afirma que existirían estas dimensiones extras, pero que serían increíblemente pequeñas, bastante más pequeñas que un átomo, ya que si fueran de ese tamaño ya se habría detectado su existencia. Pero si ellas realmente existen, deberían a su vez dar lugar a una serie de nuevas partículas con alta masa, que los físicos llaman “Partículas Kaluza-Klein”. Estas se formarían cuando campos de ondas se asocian a partículas ya conocidas, las que viajarían dentro de las dimensiones extras.

Pero también es cierto que esta teoría de supercuerdas tiene numerosos detractores, que afirman que sólo corresponde a elucubraciones teóricas. Algunos la ridiculizan llamándola irónicamente “la teología recreacional matemática”, ya que según sus sostenedores, su existencia hasta ahora sólo se puede demostrar matemáticamente. Otros se refieren a los sostenedores de la teoría, afirmando que ellos se dedican a “la ciencia criptofilosófica”. Otros en fin, la denominan la “tiranía de la fe”, porque hay que tener mucha fe para creer en ella. “Se puede teorizar cualquier cosa, basándose en objetos tan pequeños como 10-35 metros, que nunca podrán ser detectados. Basta recordar que los aceleradores de partículas no han podido detectar nada más pequeño que 10-19 metros”, afirman los detractores.

Pero para demostrar su existencia, Matchev de la Universidad de Florida, Hsin-Chia Chen de la Universidad de Chicago y Jonathan Feng de la Universidad de California, han diseñado un detector que según ellos permitiría estudiar los acontecimientos cósmicos. Con este equipo se podría demostrar, mediante evidencias inequívocas, la existencia de estas nuevas partículas de dimensión oculta.

Uno de estos detectores, conocido como AMANDA (Antartic Muon and Neutrino Detector Array), consistiría básicamente de cuerdas sensoras de luz que se enterrarían a una profundidad de más de tres kilómetros en los hielos Antárticos. Ellas se han diseñado en tal forma que podrían detectar neutrinos cósmicos (partículas sin carga o masa) que podrían emitirse en acontecimientos de alta energía, tales como pulsos de rayos gama o estrellas que explotan como supernovas (Creces, Septiembre 1998, pág. 22).

Según el equipo de Matchev, las partículas Kaluza-Klein podrían producir neutrinos característicos de alta energía (Physical Review Letters, 2002, vol. 98, pág. 211). Estas partículas serían tan pesadas, que estarían siendo atraídas al centro de la Galaxia, al Sol y a la Tierra, donde interactuarían con sus anti partículas, produciendo partículas de decaimiento, incluyendo neutrinos.

Los físicos creen que las partículas Kaluza-Klein podrían tener 1000 veces la masa de un protón, resultando neutrinos que tendrían un millón de veces más energía que los neutrinos que se producen por la reacción de fusión del Sol. De esta forma, si la teoría de las supercuerdas es correcta y si existen las dimensiones extras, el detector AMANDA debería detectar estos neutrinos de alta energía provenientes del centro de la Galaxia, del Sol y del núcleo de la Tierra (Ver gráfico). “Un exceso de neutrinos de muy alta energía, provenientes de la dirección del Sol, sería una señal inequívoca de la existencia de las dimensiones extras” dice Matchev.

La gran disparidad de masa entre los neutrinos ultra livianos y los neutrinos supermasivos, tendría en teoría interesantes implicaciones. Si estos neutrinos supermasivos realmente existen, podrían jugar un rol vital en la cosmología. Con tantos neutrinos presentes en el Universo, la gravedad mutua podría ser enorme. En el hecho, sería tan grande que estos podrían ser la semilla de la formación de galaxias. Incluso los neutrinos supermasivos podrían ser parte de la misteriosa “materia oscura” que parece prevalecer en nuestro Universo.

Finalmente, los que creen en la teoría de las supercuerdas, piensan que en el año 2007, el “Large Hadron Collider” CERN, el laboratorio de partículas físicas en Ginebra, también podría detectar las dimensiones extras, produciendo partículas Kaluza-Klein y partículas supersimétricas también predichas por la teoría de las supercuerdas (New Scientist, Noviembre 16, 2002, pág. 17).



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