De donde viene el beso
( Publicado en Revista Creces, Mayo 2003 )

No se sabe cuando ni donde una pareja se dio el primer beso de la historia. La experiencia fue favorable, ya que el hábito se extendió rápidamente por toda la humanidad.

Muchos de nuestros comportamientos sexuales, como el cortejo y las caricias, se pueden claramente reconocer en especies inferiores, y todo parece indicar que nosotros los hemos heredado por el proceso de la evolución. Sin embargo la extraña costumbre de apoyar fuertemente los respectivos labios, contraer los músculos orbiculares, ejercer una pequeña succión de saliva e intercambiar millones de bacterias, no parece ser algo que hayan practicado nuestros ancestros. Aunque los observadores de los bonobos, nuestros primos cercanos, afirman que estos tienen la costumbre de besuquearse, no parece ser este hábito algo arraigado en las diferentes especies de monos (New Scientist, Diciembre 30, 2000).

Desde luego el beso no es algo que esté en todas las culturas. Así por ejemplo, los habitantes de la isla de Mangia en el Pacífico Sur, son amantes apasionados, pero no sabían nada acerca de los besos hasta que llegaron allí los primeros europeos en los años 1700. Aun hoy día en algunas culturas se evita besarse. Tanto en China como en Japón es tabú hacerlo en público. En un artículo publicado en el diario Worker`s Daily se critica a los jóvenes por adoptar las prácticas occidentales de besarse, afirmando que ello es un peligroso comportamiento.

Pero si ésto de besarse es algo aprendido y no está inscrito en nuestro DNA, ¿quién y cuándo se inició esta práctica? y ¿cómo convenció a tantos que practicaran el hábito, hasta llegar a ser casi una necesidad? Existen varias teorías acerca de su origen. Algunos piensan que se originó hace millones de años y que su origen podría venir de la época en que las madres masticaban los alimentos para luego pasarlos directamente a la boca de sus crías. De este modo el proceso se habría extendido como un lazo afectivo entre la madre y el hijo, para posteriormente traspasarse a los enamorados.

Sin embargo esto no puede ser toda la historia, ya que se sabe por ejemplo que las madres de Papúa en Nueva Guinea y también en el sudeste de Africa, aun hoy las madres mastican el alimento para pasarlo a la boca de los hijos pequeños, pero sin embargo la práctica de besarse no había pasado a los enamorados (ahora con la comunicación hasta los habitantes de Nueva Guinea se besan).

Vaughn Bryant, profesor de antropología en Texas A&M University, relata que en el Sanscrito, que se escribió en la India en el año 1500 A.C., se describe la costumbre de refregarse y presionar las narices, pero no se habla del beso. Sin embargo él cree que este hábito puede haber sido el precursor del beso.

Pero en el siglo VI antes de Cristo, en el libro erótico de Kama Sutra, está lleno de referencia a los besos. Describe con todo detalle tres tipos primarios de besos labiales entre los amantes, y señala cuales deben ser las reacciones de cada uno de ellos.

En todo caso, la costumbre parece haberse esparcido en toda la cultura indo-europea, en que los griegos parecen haber sido los primeros europeos que la adoptaron. Sin embargo, los romanos son los que primeros clasificaron los besos. El “osculum” era el beso de saludo en la mejilla; el “basium” era el beso más amoroso entre labios, y el “saviolum”, era el beso apasionado con lengua.

El beso pronto se transmitió a toda Europa Central, pero en la Edad Media la Iglesia trató de eliminarlo. Por decreto señaló que el besar en reverencia a Dios era aceptable, pero besar con la intención de fornicar era un pecado mortal, y besar por un deleite carnal, era un pecado venial.

“Si los padres de la iglesia tuvieran razón, debiéramos todos condenarnos”, señala Bryant. Los labios y la lengua son dos de las partes más sensibles del cuerpo humano y ellos tienen una enorme cantidad de terminaciones nerviosas. El besarse es un compromiso sensual, una alegría de la carne que libera hormonas y endorfinas, elevando el humor. Más aún, substancias en la saliva parecen jugar un rol importante en la química de la atracción sexual.


Más que el beso, el olor

“El beso encierra los misterios de la química sexual”, dice Bryant. El está convencido que el besar es una forma de clasificar o percibirse dos personas. Se ha dicho que los esquimales refriegan sus narices, pero lo que hacen en realidad es oler el aroma de las glándulas sebáceas de las mejillas. Algo semejante era también común en las islas del Pacífico. Cuando llegaron allí por primera vez los europeos, con sorpresa observaron que los nativos no se besaban, pero que refregaban sus narices contra la cara del otro.

Ello tiene bastante sentido, porque el aroma puede revelar mucho acerca de la otra persona, especialmente en la del sexo opuesto. “Por el olor se puede conocer el genotipo de la persona”, dice Rachel Herz, profesora de Psicología de la Brown University en Rhode Island. En forma subconsciente, las mujeres prefieren el olor de los hombres cuyos genes codifican para proteína inmunológica (MHC) muy diferentes a las propias.

La idea es que mezclando los genes inmunológicos en forma diferente va a resultar en hijos saludables. “Creo firmemente en que el olor nos puede atraer”, dice Rachel. En todo caso, con el beso enamorado, se pueden intercambiar 278 colonias diferentes, de modo que “un beso, no es sólo un beso”.


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