La tularemia puede ser un arma biológica
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 2003 )

Aun cuando la bacteria no produce muchas muertes y es susceptible a los antibióticos, por su gran contagiosidad que puede producir estragos, es atractiva como arma biológica.

En el invierno de 1999, durante la devastadora guerra en Kosovo, numerosas personas comenzaron a quejarse de dolor de cabeza, y picazón a la garganta que se prolongaba más de lo que se podía esperar de una gripe. A ello se agregaba frecuentemente una marcada hinchazón de los ganglios del cuello, que incluso llegaban a vaciarse hacia la piel, formando desagradables heridas abiertas. La Organización Mundial de la Salud, se demoró casi un año en darse cuenta que la enfermedad correspondía a la ya conocida "tularemia", una rara infección bacteriana, frecuente entre los cazadores de conejos de Norte América, y también conocida entre los aldeanos del centro de Suecia y en los campesinos del sur de Rusia. El hecho es que en aquella ocasión la epidemia llegó a afectar a 327 personas. Se controló fácilmente con antibióticos, sin que se produjera ningún caso fatal.

Después de este episodio, y cuando ya se conoció la causa, surgió la duda que la infección hubiese sido provocada intencionalmente por alguien que hubiese diseminado la bacteria. Ello era una posibilidad cierta, dado que esta infección nunca antes se había conocido en Kosovo, y además había antecedentes de ensayos realizados por Japón para utilizar la bacteria "Francisella tularensis", como un arma biológica durante la Segunda Guerra Mundial. También Estados Unidos y Rusia la habían estudiado con iguales propósitos durante el período de la Guerra Fría.

Había una razón para pensar en ella como un arma biológica, ya que se trata de uno de los microorganismos más infecciosos que se conocen: inhalando apenas 10 microbios, puede causarse la enfermedad. Unos pocos gramos de una cepa virulenta de "F. tularensis", dispersados en una ciudad, pueden rápidamente contagiar a miles de personas. Aún cuando la enfermedad no es mortal, puede sí producir un verdadero trastorno. Es por ello que se había pensado utilizarla como una efectiva arma biológica.

El hecho es que con posterioridad a este episodio de Kosovo, ha surgido un especial interés por conocerla mejor. Se está estudiando cual es su reservorio en condiciones naturales, cómo exactamente se trasmite, o cómo induce la enfermedad. Ya se han realizado cuatro conferencias mundiales de Tularemia, siendo la última en Septiembre de este año (2003), donde hubo más de 200 participantes. En ella por ejemplo, se comunicó que ya casi se había completado la secuencia de su genoma, con lo que ya se tiene un camino para dar respuesta a las preguntas ya planteadas (Science, vol. 302, Octubre 10, 2003, pág. 223)


Cazadores de conejos

La tularemia se describió por primera vez en California en el año 1911, y luego después fue reconocida como la causante de epidemias en Rusia y Escandinavia. En Norte América, la enfermedad se asoció con los cazadores de conejos, que descueraban y comían animales contaminados. De hecho, aun se producen cada año docenas de casos en que los conejos parecen ser la fuente de contaminación. En Alemania en el año 2001 se describieron tres casos. Se trataba del padre y dos hijas que comieron un conejo que habían atropellado con su automóvil.

Afortunadamente la enfermedad no se trasmite de persona a persona, pero especula de un amplio repertorio de posibilidades en que la bacteria podría penetrar al organismo humano. Numerosos antecedentes hacen pensar que puede contagiarse por la picadura de insectos, aun cuando no está claro el ciclo dentro de él. En una epidemia ocurrida en Moscú en el año 1995, se culpó a una leche contaminada. En otras ocasiones se ha pensado en la contaminación del agua de pozos. También se piensa que pueden producirse epidemias, porque ratas y lauchas contaminarían cosechas, diferentes alimentos o incluso el agua.

Una de las mayores epidemias conocidas se produjo en soldados y civiles durante la batalla de Stalingrado, entre los años 1942 y 1943. Ken Alibek, que había estado a cargo del programa de armas biológicas de la Unión Soviética en aquella época, afirma en su libro titulado “Biochazard" (1999), que la Unión Soviética esparció la bacteria de la tularemia entre las tropas alemanas durante la batalla, con un efecto tal, que habría cambiado el giro del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo muchos historiadores médicos dudan de esta historia y piensan que fue el desgaste de las tropas alemanas que se acrecentó por las malas condiciones sanitarias de las tropas, por las ratas, y la natural contaminación de alimentos y agua.

Anders Sjösted de la Universidad de Umea en Suecia y sus colaboradores de la Agencia de Investigaciones Sueca, están tratando de encontrar las causas de los constantes brotes de la enfermedad que aparecen en la zona central de Suecia. En sólo este año se han producido más de 500 casos. Son pocos los que aparecen relacionados con conejos u otros mamíferos pequeños, lo que ha llevado a los investigadores a pensar que- sean los mosquitos los que trasmiten la bacteria. Mats Forsman, miembro del equipo de investigadores, piensa que otra posibilidad es que la bacteria contamine reservorios de agua, o por último algún protozoo. En el laboratorio, la bacteria puede contaminar a las amebas u a otras muchas especies flageladas y ciliadas que son comunes en Suecia central.

En todo caso, al secuenciar el genoma de la bacteria, se han abierto numerosos caminos para que los investigadores traten de ubicar posibles genes culpables de su alta contagiosidad, los mecanismos de su patogenesidad y la producción de posibles vacunas. Otros dicen que no debieran preocuparse tanto, invirtiendo tantos recursos, en una enfermedad que sólo produce 50 muertes al año en todo el mundo.


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