La genética y las enfermedades mentales
( Publicado en Revista Creces, Enero 2004 )
Todos los estudios llevan a concluir que las enfermedades mentales (esquizofrenia, depresión, desordenes bipolares o autismo) tienen componentes genéticos y también ambientales. Unos y otros interactúan para expresar la enfermedad.
Ya no cabe duda que los genes desempeñan una función importante en la génesis y transmisión de las enfermedades mentales, tanto en la esquizofrenia, la depresión, los desórdenes bipolares, como también en el autismo. Todo ello sin desconocer los factores ambientales, que cuando en determinadas circunstancias se combinan terminan por inducir la enfermedad.
Estudios realizados en gemelos monocigóticos confirman que en la transmisión y génesis de las enfermedades mentales están involucrados tanto factores genéticos, como también ambientales. Los gemelos monocigóticos, al derivarse de un mismo óvulo fecundado, comparten en 100% de su información genética, sin embargo cuando uno de ellos presenta una esquizofrenia, el otro sólo tiene un 45% de posibilidades de sufrir la misma enfermedad. Del mismo modo, cuando un gemelo monocigótico presenta un autismo, el otro tiene un 60% de posibilidades de presentar lo mismo. Estos riesgos son obviamente mucho más elevados que el que tiene la población general (1% para la esquizofrenia y 0.2% para el autismo), de modo que el componente genético es evidente (El Autismo y los Misterios de la Mente) (Los Casos de Autismo se Incrementan Exponencialmente). Sin embargo, en ambas enfermedades un porcentaje alto de mellizos monocigóticos, a pesar de compartir el mismo DNA, no presenta la enfermedad, lo que también hace pensar que existen además factores ambientales que actuando en conjunto con factores genéticos, pueden precipitar o retardar la aparición de la enfermedad.
Los factores ambientales pueden ser muchos y los diferentes autores han culpado a una variedad de ellos (infecciones, vacunas, lesiones cerebrales en la fase precoz del desarrollo, tóxicos ambientales, fármacos, factores emocionales y otros), sin haber podido confirmar su rol etiológico directo en ninguno de ellos. Si bien es cierto que los mellizos monocigóticos tienen los mismos genes, y aún cuando se hayan criado en el mismo ambiente, pueden aún tener diferentes estructuras cerebrales. Así por ejemplo resulta imposible imaginar que durante el período del desarrollo cerebral, las mil millones de neuronas se lleguen a conectar exactamente igual a través de las 100 mil millones de sinapsis que existen en un cerebro normal. En estos u otros azares del desarrollo cerebral, puede interferir más de algún factor ambiental. Desde ya se sabe que el desarrollo cerebral es muy sensible a los factores ambientales, sean estos favorables o adversos (Medio Ambiente y Desarrollo Cerebral).
Ya diversos investigadores han podido identificar genes específicos que están relacionados con el riesgo de enfermedades mentales, como es el caso de la esquizofrenia, las depresiones, los trastornos bipolares o el autismo. En una segunda etapa, ya habiendo identificado genes, se ha ido más allá y se ha comenzado a esclarecer cómo es que su alteración distorsiona el proceso de información cerebral, hasta el punto de evidenciar una enfermedad mental.
Interrelación con factores ambientales
Al nivel de las neuronas, el mensajero químico, "serotonina", envía sus señales a través de un receptor, que es el mismo al que se dirigen las drogas antidepresivas. El gene que codifica este receptor viene en dos sabores o alelos, uno de los cuales está muy unido al riesgo de depresión. Recientemente (Science, vol 302, Diciembre 19, 2003, pág. 2039), se demostró la nefasta relación de este alelo, con factores emocionales ambientales: el alelo que incrementa el riesgo de depresión, sólo lo concreta cuando además se está en presencia de un estrés. Este puede ser por ejemplo, un rompimiento romántico, o el impacto de haber perdido inesperadamente su fuente de trabajo. En esas circunstancias, los que poseen este alelo vulnerable, tienen un riesgo más alto de caer en depresión, que aquellos que tienen la otra variante del gene.
Las personas con el alelo de alto riesgo de depresión, al someterlas a un escáner cerebral se puede observar que su actividad se concentra en la región de la amígdala, la que corresponde a la zona de las emociones. Todas estas investigaciones hacen pensar que los que poseen esta variable de gene, perciben al mundo como amenazante, lo que amplifica el estrés e induce la depresión.
También se ha observado que otra área cerebral diferente, la corteza prefrontal, está regulada por un gene llamado COMT, el que está muy asociado con el riesgo de esquizofrenia. Este gene codifica una enzima que degrada a neurotransmisores, como por ejemplo la dopamina. Hace dos años se observó que una versión de este gene alteraba la corteza prefrontal, la zona que es necesaria para planificar y para resolver problemas. Precisamente es este proceso el que está alterado en la esquizofrenia, la que se ha visto que llega a manifestarse en personas hasta entonces saludables, cuando se ven sometidas a tareas o situaciones críticas. El alelo no esquizofrénico, que permite una actividad más eficiente de la corteza prefrontal, también parece incrementar en alguna forma el riesgo de "ansiedad", lo que sugiere que las dos enfermedades (esquizofrenia y ansiedad), parecen estar ligadas en los extremos opuestos de un mismo espectro.
A fines del año 2002, un gene que codifica para el factor neurotrófico cerebral (BDNF), se vio que estaba relacionado con la enfermedad bipolar, la que antes se conocía con el nombre de psicosis maniaco depresiva. Recientemente se encontró que este alelo disminuía la actividad del hipocampo, la estructura cerebral necesaria para guardar la memoria y que se ha encontrado disminuida en personas con alteraciones del humor. EL BDNF estimula el nacimiento de nuevas neuronas en el hipocampo; Otros trabajos de este mismo año, demuestran que las drogas antidepresoras requieren de neurogénesis para que sean efectivas.
Se han también identificado variaciones genéticas que parecen aumentar el riesgo de desarrollar una depresión profunda y el trastorno bipolar. A esto se agrega que una variación del gene llamado HOXA 1, relacionado con las primeras fases del desarrollo del cerebro, parece incrementar la propensión al autismo. La variación genética que se presenta en alrededor del 20% de la población general, se ve en un 40% en los autistas. A través de estos y otros estudios, los investigadores creen que pueden aclarar la complejidad de las enfermedades mentales, lo que ayudaría a encontrar una forma de tratarlas. Pero aún queda mucho por resolver, ya que lo más probable es que en la génesis de cada una de estas enfermedades estén en juego no sólo uno sino varios genes. En ese caso los trastornos podrían originarse por vías muy dispares, y es muy probable que cada una de estas patologías represente un grupo de enfermedades mentales estrechamente relacionadas, que compartan aspectos claves, tanto de una fisiología alterada, como de sus correspondientes síntomas clínicos, pero que según sus genes comprometidos, pudieran divergir en la gravedad de ellos y en la respuesta al tratamiento.