La depresión tiene un trasfondo anatómico cerebral
( Publicado en Revista Creces, Agosto 2004 )

En la depresión existe un desequilibrio químico cerebral, pero también se han recubierto alteraciones anatómicas en regiones específicas del cerebro. Estos hallazgos cambian la interpretación patogénica de la enfermedad y pueden conducir a nuevos y más eficientes tratamientos.

Investigaciones de Ivette Sheline y sus colegas de la Universidad de Washington en St Louis, realizadas en pacientes con depresión en el año 1996, detectaron alteraciones en el tamaño del hipocampo, una región ubicada en el centro del cerebro. En 10 mujeres con depresión, constataron que éste era un 5% más pequeño, en relación al hipocampo de mujeres normales (La Depresión Afecta el Cerebro).

Este hallazgo fue inesperado y como no concordaba con la interpretación clásica de la depresión, no se le dio mayor importancia. Ya por muchos años se ha aceptado que las depresiones se deben a desequilibrios químicos que ocurren en el interior de las células cerebrales y el hallazgo de alteraciones morfológicas del hipocampo, para decir lo menos, fue poco convincente y sorpresivo.

Es así como hasta ahora se ha considerado a la depresión sólo como un trastorno psíquico, debido a los bajos niveles de los neurotransmisores cerebrales, llamados "monoaminas". La teoría reinante ha señalado empíricamente, que al estar disminuidas estas pequeñas moléculas (entre las que se incluye la "serotonina"), se alteraría la función cerebral. Ella se ha visto reforzaba por el éxito del tratamiento con una droga que actúa precisamente en el nivel de neurotransmisores. Se trata del Prozac, que es conocido como "Inhibidor de la Reparación Selectiva de la Serotonina" (SSRI, es la sigla en inglés), cuya administración produce incrementos de los niveles serotonina, y simultáneamente un alivio de los síntomas.

Más tarde vinieron otras drogas, que actuaban también sobre las monoaminas. Una de ellas, incrementaba la noradrenalina (NARI), mientras que otra (SNARIS), incrementaba a ambos, noraadrenalina y serotonina. Todo ello reafirmaba la hipótesis de que la enfermedad era debida simplemente a una alteración bioquímica cerebral. Ello explica que se haya mantenido la hipótesis durante cuarenta años, siendo aceptada por todos. Pero ahora, con los nuevos hallazgos, comienza a pensarse que la depresión puede ser debida a algo más que a una disminución de neurotransmisores.

Nadie discute que substancias químicas como la serotonina juegan un rol fundamental en la regulación de los estados de ánimo, pero ahora se plantea la necesidad de profundizar más, ya que podría ser otra la causa primaria de la depresión.


Yendo más allá

La sola aceptación de un trastorno químico cerebral, como causa de la depresión, no deja a todos satisfechos, ya que a pesar del éxito relativo del tratamiento, quedan algunos aspectos inexplicables. Así por ejemplo, si la depresión es debida a una disminución de los niveles de monoaminas, se podría pensar que bastaría incrementarlos para que en cuestión de horas mejoraran los síntomas. Sin embargo, la experiencia señala que es necesario esperar semanas de tratamiento para que se note algún alivio de ellos. ¿Por qué si el neurotransmisor se eleva en pocas horas, demora tanto en sentirse sus efectos favorables? ¿Qué sucede entre tanto? Por otra parte, sólo la mitad de los pacientes que toman estas drogas, llegan a tener una remisión completa de sus síntomas. Incluso, para muchos los efectos favorables se atribuyen sólo a un fuerte efecto placebo (Difícil evaluar las drogas contra la depresión). Mas aun, nunca se ha comprobado directamente la validez de esta teoría, ya que salvo algunos pacientes con depresiones graves, la mayor parte de las depresiones cursa con niveles normales de monoaminas.

Sin embargo el hallazgo de Sheline, tampoco aclara el problema y han sido otras observaciones las que han comenzado a dar validez a su observación. El mayor apoyo ha venido de Roben Sapolsky de la Universidad de Stanford en California y de Bruce McEwen de la Universidad de Rockefeller en Nueva York. Estos autores, a mediados de la década de 1980, demostraron que a animales que experimentaban estrés crónico, se les producía un achicamiento del hipocampo. Monos machos terciopelo, que eran constantemente acosados por miembros de la tropa dominante, morían más jóvenes que sus pares y en la autopsia se comprobaba que tenían pocas células en el hipocampo.

Las células especializadas del cerebro, en respuesta al estrés, liberan una cascada de señales hormonales, las que estimulan a las glándulas suprarrenales, que responden produciendo cortisona, un poderoso esteroide. Este fenómeno tiene para el animal, una gran importancia para sobrevivir cuando se enfrenta la situación aguda de "pelear o huir" (Fight or Flight), ya que con ello movilizan las reservas energéticas del cuerpo. Pero de acuerdo a Sapolsky y McEwen, el efecto acumulativo de los corticoides, es desbastador para el organismo y específicamente para el cerebro (ver recuadro). Como consecuencia de ello, se atrofian las delicadas extensiones de las neuronas, llamadas dentritas, a través de las cuales las neuronas del hipocampo están constantemente recibiendo señales de otras células. Incluso, como consecuencia del efecto de los corticoides, se pueden afectar completamente a algunas neuronas. Lo que es peor, en condiciones normales, un hipocampo saludable ejerce una influencia moderadora sobre la secreción de cortisol, de modo que cuando esta estructura ha sido dañada, se pone en acción un verdadero círculo vicioso, que termina dañando aún más a las neuronas.

Es bien sabido que en las personas deprimidas se elevan los niveles de cortisol. Ello concuerda con el hallazgo de Sheline, en el sentido de que sus pacientes deprimidos sufren de algún grado de atrofia del hipocampo, lo que se ha comprobado en los animales. ¿Pero cómo esto explica los síntomas de la depresión? La función más importante del hipocampo se relaciona con el aprendizaje y la memoria, y aun cuando personas con depresión pueden desarrollar problemas de memoria, ciertamente no son éstos los síntomas más llamativos. La región también conecta con otras partes del cerebro que controlan el humor y las emociones. Con todo, es difícil creer que el sólo daño del hipocampo pueda ser la causa de la gran variedad de síntomas que suelen acompañar a las depresiones.

Estudios post-morten de cerebros de pacientes con depresión, se han comprobado también alteraciones en la corteza prefrontal. Allí se han encontrado neuronas anómalas, más pequeñas, junto a una disminución de las células auxiliares, llamadas glías. Al mismo tiempo, en muchos pacientes, la amígdala, una estructura que controla la expresión del miedo y la ansiedad, se encuentra agrandada. Aun cuando no está claro que el estrés sea responsable de todos estos cambios, ellos pueden ayudar a explicar la variedad de síntomas que experimentan los pacientes.

Con estas observaciones, los síntomas más importantes que hasta ahora se describen sólo en términos psicológicos, parecen compartir hechos que son propios de otras enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer, que se acompañaban de alteraciones y degeneraciones neuronales. Desgraciadamente el daño cerebral es mucho más difícil de tratar que los desbalances químicos. Desde este punto de vista, las cosas se complican.


La regeneración de neuronas en el hipocampo

Pero hay más: Ronald Duman y sus colaboradores de la Universidad de Yale, piensan que probablemente la droga Prozac y algunas de las otras drogas que también se usan en la depresión, incrementan en el hipocampo los niveles de una sustancia llamada "Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro (BDNF, la sigla en inglés). El BDNF originalmente había sido identificado como un "factor de crecimiento", que interviene en el desarrollo del sistema nervioso, pero ahora se sabe que tiene gran importancia para mantener y proteger las neuronas del cerebro adulto. Duman y sus colaboradores, basándose en este hallazgo, han propuesto para la depresión, una teoría "neurotrópica", en la cual las drogas antidepresivas, como el Prozac, actuarían sobre el BDNF, el cual a su vez, mantendría vivas las células del hipocampo (Prozac protege el cerebro).

Toda, esta nueva concepción parece encuadrar con un nuevo hallazgo, que dice relación con la "regeneración de neuronas". Por muchos años se pensaba que las células cerebrales eran las únicas células del organismo, que no se podían regenerar. Es decir, el cerebro nacía con un número total de neuronas, y que si algunas se dañaban o morían, no podían reproducirse para reemplazarse. Pero recientemente dos grupos de investigadores independientemente (Fred Gage del Instituto Salk en San Diego y Elizabeth Gould, de la Universidad de Princeton), demostraron que las células de hipocampo adulto, a diferencia de todas las demás en otras regiones del cerebro, sí podían reproducirse (Estabilidad de las neuronas), (Cae un dogma: El cerebro humano puede generar Neuronas). De este modo el daño cerebral visto en la depresión, podía no sólo ser el resultado de células que fallecen, sino también de la incapacidad de regenerar nuevas células de reemplazo, por la falla de un proceso regenerativo, llamado “neurogénesis". Con ello nace un optimismo: `la condición podría ser reversible" (Nueva Hipótesis para la Depresión).

Duman piensa que la neurogénesis coincide con su teoría, en el sentido que los antidepresivos actúan a través del BDNF, manteniendo vivas las células del hipocampo. Más aun, trabajando con Barry Jacobs, han logrado establecer que el Prozac parece inducir la neurogénesis en el hipocampo (New Scientist, Febrero 12 del 2000, pág. 24).

Para probar una relación de causa efecto, Duman junto con René Gen de la Universidad de Columbia en Nueva York, han experimentado en ratas. Cuando las ratas se mueven de una ubicación a otra, se ponen muy nerviosas y no se alimentan normalmente. Este efecto se usa como un modelo para estudiar depresión y ansiedad. Cuando los investigadores dan drogas antidepresivas a estas ratas, a las pocas semanas ya están menos ansiosas y se alimentan normalmente. Si simultáneamente les administran una dosis de rayos X, que suprime la neurogénesis en el hipocampo, ellas permanecen ansiosas. Con esto concluyen que la neurogénesis es un elemento esencial en el tratamiento de las depresiones (Las Drogas antidepresivas actuarían estimulando la producción de nuevas neuronas en el Hipocampo).

Duman va más lejos y muestra que todos los antidepresores, como también la terapia electroconvulsiva, estimulan el nacimiento de nuevas neuronas en el hipocampo, y ésto lo hacen a través de incrementar los niveles de BDNF. En otros estudios, Gage y Carl Cotman, de la Universidad de California, muestran que también el ejercicio físico (que se sabe mejoran los síntomas de depresión en humanos), induce neurogénesis. El grupo de Duman también ha comprobado que el Prozac se demora entre tres a cuatro semanas para eliminar los síntomas de depresión en las ratas. Este tiempo es el que precisamente se demora la droga en inducir la neurogénesis.

Aun cuando la neurogénesis estaría en el Centro de la acción del Prozac, su efecto sobre la serotonina sería sólo la primera etapa. Esta a su vez, induciría dentro de las células nerviosas, la elevación de la proteína conocida como CREB, la que a su vez incrementaría los niveles de BDNF, lo que eventualmente induciría la neurogénesis.


Nuevas posibilidades de tratamiento

En base a todo esto, Duman y otros investigadores piensan que podrían desarrollarse muchas otras formas, más efectivas, de tratamientos para la depresión. Más que manipular los neurotransmisores en las sinapsis, se podría influenciar indirectamente la cascada dentro de la célula nerviosa. Los métodos más directos pueden ser más rápidos en los resultados, y al mismo tiempo tener menos efectos secundarios. Podrían también tener buenos resultados en los muchos enfermos que actualmente no responden a los tratamientos existentes.

En el hecho, Duman y sus colegas, ya han demostrado que pueden revertir completamente los efectos de la depresión en ratas, mediante una simple infusión de BDNF, inyectada directamente en el cerebro. Es obvio que este tipo de infusión en humanos no es práctico, pero existe una droga que es capaz de elevar el CREB y BDNF, que se conoce con el nombre de "inhibidor de la fosfodiesterasa”. La compañía Memory Pharmaceuticals en Montvale (New Jersey), está lista para iniciar los ensayos clínicos con esta droga en pacientes con depresión. Ella fue diseñada originalmente para incrementar la memoria en pacientes de Alzheimer, pero encontraron que simultáneamente tenía efecto antidepresivo en animales de laboratorio.

Pero persisten algunas preguntas sin respuesta. ¿Qué inicia la enfermedad en primer término? Dennis Charney, que dirige el Mood and Anxiety Disorders Programs en el National Institute of Health (en Maryland), piensa que la clave es el agrandamiento de las amígdalas. De acuerdo a ella, el estrés induciría la producción de hormona cerebral, que a su vez gatillaría la liberación de cortisol en la glándula suprarrenal, y actuaría en la amígdala como un neurotransmisor. A su vez esto dañaría el hipocampo y la corteza cerebral (figura 1). Charney afirma que se están desarrollando drogas para bloquear la acción de este transmisor, las que ya se ha demostrado que han funcionado muy bien en animales.

En resumen, todos estos nuevos avances dan otra perspectiva de la depresión, que complementan y al mismo tiempo complican la compresión total del cuadro clínico. En todo caso, podrían ser varios los mecanismos que pudiesen conducir a la depresión: a. - por una predisposición genética (Genética y medio ambiente en la depresión); b. - por abandono o abusos sufridos tempranamente en la vida; c. - por eventos traumáticos ocurridos en la adolescencia y d.- por alteraciones de las estructuras neuronales (hipocampo), inducidas por un estrés crónico a lo largo de la vida. En un individuo en particular, la depresión podría desencadenarse por una combinación de algunos de estos cuatro factores, influyendo cada uno en diversos grados.


(New Scientist, Mayo 2004, pág. 63)

CUERPO Y ALMA

"Ha sido desafortunado el hecho que la enfermedad se haya catalogado como depresión. Dice la psiquiatra Glenda McQueen, de la Universidad de MacMaster en Ontario. "Ello ha llevado a concentrar la atención en las alteraciones del estado de ánimo, olvidándose de las repercusiones que tienen en todo el resto del organismo".

Algunos investigadores piensan que la variedad de síntomas refleja alteraciones más básicas del sistema fisiológico. "Se ven afectadas nuestras conductas básicas de comer, dormir, tener sexo, mirar dentro de nosotros mismos y mantenernos vivos. Todos son componentes que se afectan en esta enfermedad", dice McQueen.

George Zubenko de la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, ha estudiado a familias de pacientes con una forma grave de esta enfermedad. Encuentra que como promedio, sus miembros mueren ocho años antes que el promedio de la población general. Sus hijos presentan una tasa de mortalidad infantil, cinco veces más alta que la población general. Todo ello habla de un trastorno general.

Este mismo autor, ha descubierto que el 81% de las mujeres con depresión grave, posee una mutación en el DNA, la que afecta la codificación de una proteína llamada CREB. Ella puede gatillar la neurogénesis, pero también afecta a la memoria, el ritmo circadiano, y lo que es más importante, afecta a la regulación de la producción de glucosa en el hígado, afectando así al suministro de energía. En otras palabras, influye en un proceso fisiológico básico que puede afectar a todo el organismo, como lo sugiere MacQueen.

Bruce McEwen de la Universidad de Rockefeller en Nueva York, tiene otra explicación. Ve a la depresión como un signo de alteración de la "alostosis", un término acuñado por él mismo para expresar la exquisita coordinación de los sistemas inmunológicos, nerviosos y hormonales que mantienen a nuestro organismo dentro de los estrechos límites de lo fisiológico. Cuando alguno de estos sistemas es exigido, por lo que McEwen llama “carga alostática" (estrés, insomnio, dieta inadecuada), otro debe compensarlo, pero el organismo tiene límites en su capacidad de adaptación. El síntoma más llamativo es la depresión, pero la carga alostática causa numerosas alteraciones en el resto del organismo.

Con todo, él es optimista, en el sentido que piensa que pronto se puede llegar a disponer de drogas que inhiban la respuesta del estrés, o que protejan del daño a las neuronas del hipocampo.



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