Veinte años de historia del SIDA
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2004 )

Cuando se aisló por primera vez el virus del SIDA, se celebró como un gran triunfo de la medicina. Ahora nos invade el pesimismo acerca de ganarle la batalla y lograr la cura de la enfermedad.

Hace 20 años que se confirmó la causa del SIDA. Para ese entonces nadie podría haber imaginado que el virus causante podía ser tan artero y difícil de derrotar. Hoy sabemos que su estrategia consiste en ir directamente a invadir y destruir a los linfocitos T CD4, las células inmunológicas por excelencia, cuya función es precísamente destruir los virus. Es allí donde traidoramente puede mantenerse por años, para más adelante, y en forma inexorable, ganar la batalla, produciendo el catastrófico síndrome de inmunodeficiencia adquirida SIDA. Con el sistema inmune denotado, el paciente queda a merced de las infecciones.

Fue en 1986 cuando se pudo contar con la primera arma, con el desarrollo de la droga anti-retroviral "zidovudina", también llamada AZT. Pronto la siguieron drogas similares. Más adelante, a comienzos de 1990, ya se pudo disponer de nuevas drogas anti-retrovirales, los inhibidores de proteasas (Una buena noticia en el tratamiento del SIDA). En 1997, con el uso de una poderosa combinación de drogas, conocidas como HAART (terapia antiretroviral ampliamente activa) se logró una dramática disminución de las muertes por SIDA, al menos en los países occidentales (El actual arsenal de drogas antivirales) y (Cómo va el SIDA hasta hoy).

Aun cuando con la HAART se logra una disminución espectacular de las partículas virales en la sangre, sabemos que desgraciadamente persisten dentro de algunas células, constituyendo una fuente potencial de nuevos virus. Cuando el virus del SIDA penetra a la célula, su genoma se integra con el DNA de la misma. La mayor parte de las veces, comienza a replicarse inmediatamente, generando una legión de nuevos virus. Pero otras, especialmente en un tipo de células inmunológicas llamadas "células T de memoria”, el genoma permanece silencioso, se inactivan sus genes y espera. En fechas posteriores, cuando en respuesta a un nuevo estímulo inmunológico, se activan las células T de memoria, despierta el virus de su hibernación y comienza a replicarse de nuevo.

Pero en 1997, un equipo liderado por David Ho, del Arron Diamond AIDS Research Center en Nueva York, afirmó atrevidamente que dando la combinación de drogas conocidas como el HAART por un período lo suficientemente largo, podía lograrse la cura definitiva del SIDA. En su raciocinio, Ho, pensó que si bien no era posible erradicar los virus latentes de las celulas T de memoria, bien podría utilizarse un arma diferente: "el tiempo". Asumiendo que la descarga de drogas HAART estaba impidiendo toda la replicación viral, sólo había que esperar que las células T fallecieren de muerte natural y con ello falleciera el virus. Ese tiempo lo calculaba entre dos a tres años (El virus del SIDA se refugia en los linfocitos T)

Pero la sensación de optimismo demoró menos de un año, antes que los hechos demostraran que Ho estaba equivocado. Ya algunos pacientes habían sido sometidos al tratamiento HAART por más de tres años y cuando se les suspendió la droga, la infección volvió a tomar vida. Esto hacía pensar que se había subestimado la duración de la vida de estas células latentes. Ellas parecían durar para siempre. Para muchos, con este resultado, se evaporó la esperanza de curar del SIDA.


Una reunión para discutir lo imposible

En el mes de Diciembre del 2003 se realizó La Primera Reunión Internacional de Expertos para discutir la persistencia del virus del SIDA, a pesar de la terapia de fuertes drogas y ver si existía alguna esperanza de llegar a una verdadera curación del SIDA (New Scientist, Abril 3 del 2004, pág. 34).

Al final de la reunión, Robert Gallo, el co-descubridor del virus del SIDA, terminó opinando que no veía posibilidades de lograr la cura de la infección. "Puede que en un futuro aún lejano ello ocurra, pero yo ya no voy a estar para verlo", señaló Gallo. "Por ahora tiene que darnos por satisfechos el haber logrado transformar una sentencia de muerte, en una enfermedad crónica, que se puede mantener a raya por un poderoso cocktail de drogas anti retrovirales (al menos para los que pueden pagar por esas drogas)".

La mayoría de los participantes quedó con la sensación de que el virus del SIDA es un tortuoso enemigo, que puede esconderse de las más diferentes maneras, de modo que no lleguen a afectarlo las poderosas drogas anti retrovirales. Oculto, ya sea en células inmunes de la sangre, o en ciertos órganos, o aún enquistado en el DNA humano, no parece posible erradicarlo completamente. Ante ello, los pacientes tendrán que resignarse a tomar tabletas... y para siempre.

Roger Pomerantz de la Universidad Thomas Jefferson en Philadelphia, junto a una minoría de asistentes a la reunión, vieron las cosas en forma diferente. Hacen notar que durante los últimos años se ha logrado un gran progreso hasta llegar a entender cómo se oculta el virus. Desde allí, ya se han comenzado a desarrollar nuevas drogas con la esperanza de llegar a terminar con él, destruyéndolo en sus diferentes reservorios, o que incluso cuando se ha enquistado en el DNA de células huéspedes.


Cuales son esos avances

Se está desarrollando un tipo de drogas promisorias llamadas "Inhibidoras de Entrada", que actúan en la superficie de la célula T dificultando la penetración de nuevos virus. Una de ellas ya está siendo comercializada por Roche, con el nombre de "fuzeon". David Ho pretende iniciar un ensayo combinando HAART, junto con esta nueva droga.

Pero también existen otras fuentes de virus del SIDA que están fuera del sistema inmunológico sanguíneo. Se trata de las células microglias del cerebro, las que constituyen una preocupación especial por la relativa impermeabilidad a las drogas a nivel de los vasos sanguíneos. Tal es la llamada "barrera remato-encefálica". Es por ello que algunas drogas anti retrovirales, al no poder cruzar la barrera, no son efectivas, a consecuencia de lo cual, algunos pacientes desarrollan problemas neurológicos, conocidos como "demencia asociada al virus SIDA" (El SIDA y el compromiso cerebral). El hecho es que esta condición aparece aún en pacientes con bajos niveles sanguíneos de virus.

Pero ahora se ha estado trabajando en drogas que podrían atravesar esta barrera. Un procedimiento que se está investigando, consiste en poner la droga dentro de esferas microscópicas llamados "lisosomas". Estos se unen a anticuerpos contra las células endotelial de los vasos sanguíneos, permitiendo así que el contenido de los lisosomas entre al cerebro (New Scientist Marzo 22 del 2003, pág.16).

El tracto de los genitales masculinos, es otro santuario en que se refugia el virus del SIDA. Es sabido que algunos pacientes en tratamiento HAART, tienen virus del SIDA en el semen, a pesar de que en la sangre estos están en niveles no detectables. La localización exacta de las células infestadas no es conocida, pero durante algunos años un grupo de investigadores liderado por Angela Kashuba de la Universidad de North Carolina, ha estado estudiando que drogas anti-retrovirus pueden ser más efectivas para reducir sus niveles en esos reductos. Ya han encontrado que algunas drogas se concentran más en el semen que en la sangre. Kashuba y su equipo, está utilizando esta información para llegar a la combinación ideal de anti-retrovirales, lo que podría ser muy útil para una futura terapia de erradicación.

Además de estos escondites, existen otros como los genitales femeninos y los ganglios linfáticos, para los que también se están desarrollando drogas que impacten en estos diferentes tejidos.


El mayor desafío: sacarlos de las células T

El mayor desafío es eliminar los virus latentes que se han integrado en el genoma de las células T de memoria. Ya es una realidad que no basta sólo esperar que ellas mueran. Son varios los grupos de investigadores que ya están imaginando como llegar a destruir las células T de memoria, en que el virus ha estado latente enquistado en su genoma.

Varias de las estrategias que se investigan, pretenden usar substancias químicas para activar esas células e inducirlas a que comiencen a dividirse. Algunos experimentos recientes ya muestran resultados positivos. Dean Hamer y sus colegas del National Institute of Health (NIH), usando un modelo animal, que les permite trasplantar células humanas al animal, encuentran que un mensajero inmunológico químico IL-7 y un factor de crecimiento de plantas, llamada prostratin, pueden despertar a las células de memoria. Luego, con una toxina especialmente modificada, localizan estas células y las destruyen. En una comunicación reciente (Immunology, vol 19, pág. 413) publican los resultados, en que logran mediante esta técnica, destruir el 80% de las células de memoria. Los autores se manifiestan optimistas y han continuado experimentando esperanzados en mejorar esta posibilidad.

El grupo dirigido por Pomerantz ha conducido un estudio piloto en tres pacientes, en que combina el altamente potente HAART con anticuerpos diseñados para estimular las células T dormidas. En dos de ellos pudieron comprobar cambios significativos en el perfil genético del virus SIDA latente. "Con esto demostramos al menos que podíamos cambiar el reservorio y perturbarlo", señala Pomerantz.

Es importante poder despertar el virus con una muestra adecuada de drogas. Las células T juegan un rol crucial en el sistema inmunológico y activando muchas al mismo tiempo (un proceso que generalmente mata células T), pero con ello pueden dejar al paciente incapacitado para responder a futuras infecciones. Una forma de soslayar este problema, sería despertar directamente al virus, y no a la célula T que lo hospeda.

Según David Margolis de la Universidad de Texas Southwester, el genoma del virus se mantiene durmiendo porque existen proteínas inhibitorias que cubren como una frazada, a su región promotora, previniendo así que se produzcan las copias del RNA. El ha estado elaborando un procedimiento para desplazar a estas proteínas, insertando en el DNA, moléculas en forma de pinches para el pelo, llamadas poliamidas (fig. 2). Estas se unen preferentemente a la región del promotor, en lugar de las proteínas inhibitorias, con lo que no impiden la replicación del genoma (Journal of Virology, vol. 76, pág. 12349, 2004).

Margolis piensa que talvez la poliamidas están aún a años de ser utilizada como elemento terapéuticos seguro, pero con las experiencias se comprueba de que es posible activar directamente a los virus latentes. "Algún día se van a descubrir este tipo de drogas, eficientes y seguras, y mirado hacia atrás, vamos a ver al AZT en la forma en que hoy vemos al arsénico", señala Margolis.

En resumen, después de la reunión algunos investigadores, como Gallo, se mostraron pesimistas. Otros afirman no abandonar la batalla y siguen luchando por encontrar nuevas rutas de investigación. El mismo David Ho, que originalmente, en el año 1997, creyó encontrar la solución para el SIDA, ahora señala que no conviene ser muy optimista para no dar falsas esperanzas, pero tampoco conviene ser definitivamente pesimista.

Pomerantz define su propio punto de vista como realista. Afirma que continúa tratando a los pacientes con la versión de drogas super cargadas de HAART, para así erradicar todos los virus que se están replicando en la sangre, pero agrega además drogas que pueden alcanzar a los sitios "santuarios", donde los virus puede esconderse. También trata de desarrollar drogas que puedan activar las células T y luego destruir al virus que se haya integrado al genoma. "Sin desfallecer, por cientos de años la ciencia médica, ha estado tratando de curar las enfermedades cardiacas ¿Por qué vamos a tirar la toalla para tratar de curar el SIDA?


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada