Un equipo de NASA, dirigido por Natalie Carbol, junto con un grupo de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburg, Pennsylvania, ha fabricado un vehículo de cuatro ruedas y un metro de alto, llamado Zoe, para explorar un sitio en el corazón del desierto de Atacama.

Para simular la operación en Marte, el vehículo se controló en forma remota desde Pittsburg. Los controladores no sabían la ubicación de Zoe, y sólo conocían que estaba en alguna parte, en una gran elipse.

El equipo pudo instruir al robot para moverse a lugares específicos, pero él tenía que manejar su propia ruta aboliendo los obstáculos. Hasta ahora los robots de NASA enviados a Marte, han viajado no más de 300 metros bajo el control automático, pero Zoe viajó por sí mismo hasta cinco kilómetros de distancia.

Cuando el vehículo encontró un sitio adecuado para investigar, basándose en las imágenes de sus propias cámaras, esparció en el suelo cuatro colorantes fluorescentes, cada uno diseñado para que reflejara un determinado color en la presencia de proteínas, carbohidratos, membranas lipidias o ácidos nucleares respectivamente. Luego el mismo robot iluminó la tierra mediante un flash de luz, que indujo la fluorescencia del colorante, si es que allí estaban presentes las substancias biológicas. De esta forma Zoe también pudo detectar substancias como clorofila, como es el caso de las cianobacterias.

En esta extrema árida región, después de quebrar algunas rocas, el robot captó en ellas signos que parecían ser cianobacterias. Los investigadores luego tomaron muestras del suelo recorrido por el robot para examinarlas en el laboratorio, donde posteriormente confirmaron los mismos resultados.