Las odiosas Clamydias
( Creces, Mayo 2005 )
Las Clamydias han pasado a ser las bacterias mas frecuentes que atacan a los seres humanos y a los animales. Son insidiosas, y burlan muchos mecanismos defensivos para llegar a instalarse en el interior de las células, donde es muy difícil llegar. Hoy se trabaja intensamente en el desarrollo de vacunas y fármacos bloqueadores que permitan prevenir la infección.
Con el nombre genérico de "clamydias" se engloba a todo un género de pequeñas bacterias capaces de producir las más diversas enfermedades, que si bien son sensibles a los antibióticos, tienen la característica general de ser insidiosas en su ataque, de modo que cuando se vienen a constatar por las lesiones que han producido, ya es tarde para implementar un tratamiento efectivo. De hecho se las arreglan para ocultarse y evadir el sistema inmunológico, permaneciendo ocultas dentro de las células donde los antibióticos no pueden llegar.
Existen diferentes cepas de clamydias que atacan diferentes órganos y tejidos (cuadro). Algunas, pueden atacar los ojos (Chlamydia trachomatis), produciendo una conjuntivitis y desde allí avanzar lentamente hasta lesionar la cornea y producir una ceguera (tracoma). En la mujer, pueden instalarse en las trompas y producir esterilidad. Pueden también producir una neumonía (Chlamydia pneumoniae), o una infección hepática, e incluso ser causante de la ateroesclerosis. En un comienzo pasan desapercibidas, o producen escasos síntomas, y por ello no se tratan oportunamente con antibióticos, pero lentamente y después de un tiempo dejan diferentes tipos de lesiones que ya son irreparables.
Se calcula que en la actualidad ya más de 600 millones de personas en el mundo han sido infestadas por una o más cepas de clamydias. Por la elevada frecuencia de su infección y por lo insidioso de sus daños, que no siempre permiten hacer un diagnóstico oportuno, más que desarrollar métodos eficientes de tratamientos, las investigaciones se han concentrado en llegar a desarrollar vacunas capaces de prevenir las infecciones. Pero ello no es fácil. Ahora los investigadores se dan cuenta que las clamydias son muy peculiares en sus ataques y que para fabricar vacunas efectivas, necesitan conocer mucho más acerca de ellas: cuál es su estructura, cómo se reproducen, cómo contaminan y cómo funcionan a nivel molecular. En todo caso, ahora que ya se ha logrado secuenciar el genoma de las clamydias, se espera que se pueda avanzar más rápido y descubrir nuevas estrategias que permitan prevenir sus daños.
LAS CLAMYDIAS NO SOLO SON DE TRANSMISION SEXUAL |
Especies | Enfermedades | Distribución | Modo transmisión | Número afectados |
C.pneumonie | Neumonía, posible Ateroesclerosis | En todo el mundo | Inhalación de aerosoles producido por la tos. | El 10% de las neumonías |
C.psittaci | Psitacosis, infección de los pulmones que pueden producir inflamación del hígado y corazón. | En todo el mundo | Inhalación por aerosoles, por picaduras o por las plumas de un animal. | Común en pájaros domésticos y silvestres. Potencialmente fatal para humanos. |
C.trachomatis | Tracoma, conjuntivitis, cornea y ceguera. | Asia, Sud América, India, Africa. | Contacto directo o por moscas. | Más de 500 millones de personas en el mundo y millones tienen ceguera. |
C.trachomatis | Transmisión sexual en recién nacidos y conjuntivitis. | En todo el mundo | Contacto sexual | 70 millones de personas cada año en el mundo. |
C.trachomatis | Linfogranuloma venéreo en las glándulas linfáticas del área genital. | Asia, Africa y Sudamérica. | Contacto sexual | Incidencia global desconocida. |
Lesiones silenciosas
Los microbios causantes del tétano o del cólera, producen toxinas que dañan o matan directamente a las células vulnerables. Por el contrario, las clamydias son diferentes y no dañan a los tejidos en forma tan directa. Sin embargo, mientras las bacterias permanecen en el cuerpo, despiertan una fuerte respuesta inmunológica, que se manifiesta en una ostentosa inflamación. Pero como una ironía, es este tipo de respuesta tan entusiasta, la que a largo plazo produce el mayor daño.
Ya sea en el tracto genital, en los ojos o en cualquier otro tejido, las células del sistema inmunológico responden produciendo una serie de factores llamados "citoquinas", que corresponde a pequeñas señales proteicas que atraen células defensivas al sitio de la infección. En un esfuerzo conjunto estas células y las citoquinas, tratan de aislar el área afectada para impedir que ésta se extienda. En la piel dan lugar a lo que se conoce como "inflamación", caracterizada por enrojecimiento, hinchazón y calor. Las mismas citoquinas gatillan el comienzo de una fibrosis, que en definitiva deja una cicatrización.
Las infecciones de las clamydias que se trasmiten por la vía sexual, por lo general pasan desapercibidas. En el caso de los hombres, los signos de inflamación se presentan en la uretra y sólo se manifiesta por molestias urinarias. En las mujeres, en el 90% de los casos, no presentan molestia alguna, pero insidiosamente penetran hasta las trompas de Falopio, obstruyéndolas y llegando a producir esterilidad. En algunos casos producen dolores crónicos de la pelvis, o aumentan el riesgo de embarazos ectópicos (embarazos tubarios), que incrementan los riesgos de muerte. Este tipo de infección es muy frecuente, calculándose que anualmente, sólo en Estados Unidos, se infestan por vía sexual unos tres millones de personas
(Enfermedades de transmisión sexual).
En los países pobres es frecuente que las clamydias produzcan infecciones oculares. Allí los síntomas de irritación de las conjuntivas son evidentes, pero al no contarse con los medios económicos no se tratan oportunamente con antibióticos. Debido a las moscas y a las pobres condiciones sanitarias, se calcula que 150 millones de personas presentan conjuntivitis a repetición, que al no tratarse pueden llegar a producir lesiones de la cornea y ceguera.
Otras veces las clamydias (Chlamydia pneumoniae) infecta el árbol respiratorio y se disemina por la tos y estornudos, produciendo un cuadro de neumonía. Su infección es tan frecuente, que ya a los 20 años de edad, por lo menos el 50% de las personas a nivel mundial ha sido infestada por ellas.
Desde hace algunos años se ha comenzado a pensar que las clamydias están involucradas en la obstrucción de las arterias coronarias, contribuyendo a la formación de placas de ateromas en su interior
(Las Chlamydias y las Coronarias). También a las clamydias se las ha relacionado con la enfermedad de Alzheimer
(Drogas Anti-inflamatorias en el Alzheimer).
Pero las clamydias no sólo infectan a los seres humanos, sino también a los animales, como los gatos, los perros, las aves y las mascotas en general. En ellas se producen todo tipo de infecciones. En las aves, las clamydias producen las llamadas "psitacosis", ya que pertenecen a la familia Psittacidae, que engloba a los loros y papagayos
(Clamydias, un problema para la salud humana y animal).
La verdad es que las infecciones producidas por clamydias han pasado a ser las más frecuentes de todas las enfermedades bacterianas conocidas y ello justifica el enorme interés de los investigadores por encontrar una vacuna que sea efectiva para poder prevenirlas. Pero tiene que ser una vacuna muy especial: por una parte debe controlar a la bacteria y al mismo tiempo tendría que aminorar la exagerada reacción inflamatoria que ellas producen.
Para conseguir esto último las investigaciones se han concentrado, ya sea en los factores que en las células inmunológicas inician la producción de las citoquinas, o en los que inducen la inflamación. En los últimos años ya se han descubierto pequeñas moléculas que normalmente las simulan o inhiben su acción en el organismo y se han iniciado los ensayos en animales. En las próximas etapas se espera llegar a desarrollar compuestos que sean capaces de regular la actividad de estas súper activas moléculas (Scientific American, Mayo 2005, pág. 54).
En búsqueda de la vacuna
Además de los problemas del desarrollo de la inflamación, las clamydias han desarrollado otras propiedades que dificultan la elaboración de vacuna realmente efectiva. Las vacunas como la de las paperas o de la alfombrilla, despiertan una inmunidad que dura toda la vida. Desgraciadamente no sucede lo mismo con las clamydias. Incluso en condiciones naturales, cuando la clamydia produce una infección, se puede controlar, pero la inmunidad frente a una nueva infección no dura más de seis meses. Es decir, después que desaparece la infección, esta puede volver a contraerse antes de un año. Si la respuesta inmune natural del organismo dura sólo seis meses, es poco probable que una vacuna, que trata de imitar esta respuesta, vaya a lograr una protección más duradera. Es decir, el desafío es doble: Desarrollar una vacuna que despierte defensas más poderosas que aquellas que se desarrollan en condiciones naturales y que al mismo tiempo no llegue a producir una inflamación excesiva.
Se está buscando una forma de desarrollar una vacuna que proteja contra futuras colonizaciones induciendo al organismo a que desarrolle lo que se ha llamado "memoria de los linfocitos B para invasores específicos". Estas células inmunológicas están patrullando el organismo durante toda la vida, y están preparadas para secretar anticuerpos que pueden reconocer al organismo agresor y marcarlo para que se proceda a su destrucción antes que se extiendan e invadan a otras células saludables. El sistema de anticuerpos funciona muy bien para agentes patógenos que viven fuera de las células huéspedes. En teoría, los anticuerpos pueden atacar a los microbios antes que entren a las células, o en el momento en que ellos estén viajando de una célula a otra. Pero el sistema de los linfocitos B no es muy efectivo para el caso de las clamydias, ya que estos se instalan fácilmente en el interior de las células, donde los anticuerpos circulantes no los pueden alcanzar.
Para prevenir que las clamydias duerman cómodamente dentro de las células y allí en algún momento proliferen, la vacuna tiene que además de despertar la producción de anticuerpos, ser capaz de despertar también al "sistema inmunológico celular". Este mecanismo es utilizado por el organismo para erradicar los virus (que también viven dentro de las células) y descansa en las llamadas células T asesinas y T ayudadoras, además de los llamados macrófagos, que fagocitan y eliminan los invasores. Desgraciadamente este trío de células inmunológicas muy a menudo permiten que las células infestadas sobrevivan y que se lleguen a constituir en verdaderas fábricas productoras de bacterias. Ya hay numerosos ensayos que tratan de despertar una respuesta celular y están ya en diferentes etapas de desarrollo.
Pero no es fácil desarrollar una vacuna que sea capaz de evocar una mejor respuesta celular que lo que hace el organismo en condiciones naturales de infecciones por clamydias. Algunas vacunas son capaces de desarrollar una buena respuesta en lo que se refiere a producir anticuerpos, pero no es fácil que al mismo tiempo despierten una robusta respuesta del tipo de inmunidad celular. Ello debido a que las clamydias tienen una forma muy especial de protegerse a sí mismo del ataque de la inmunidad celular.
Secuestradores ocultos
Entre las características de las clamydias, al igual que otras infecciones bacterianas, se introducen al interior de las células mediante la formación de invaginaciones, en que la membrana externa de la pared celular forma verdaderos sacos (vacuolas), incluyendo a las bacterias en su interior, donde pueden multiplicarse (fig. 1). Normalmente las células saludables, una vez que estas vacuolas penetran a su interior, funden las membranas vacuolares mediante los organelos citoplasmáticos, llamados lisosomas, que son estructuras celulares que contienen enzimas que degradan proteínas, lípidos y DNA. Sin embargo las clamydias insertas en las vacuolas se las arreglan para hacerse indiferenciables de otros organelos intracelulares propios de la célula, y de este modo son invisibles a los lisosomas (Fig. 2).
Todo esto hace muy difícil su eliminación intracelular. Sin embargo descubrimientos recientes sugieren promisorias estrategias. Los biólogos conocen desde hace tiempo que los linfocitos T asesinos pueden producir ciertas citoquinas que inducen la destrucción de las células infestadas, mediante un tipo de muerte celular conocido como "apoptosis" o suicidio celular. Se trata de un proceso que es precipitado por una serie de moléculas mensajeras (citoquinas) que en un momento determinado inducen a que la propia célula use sus enzimas para lisar sus proteínas y su DNA. De este modo se espera llegar a diseñar drogas que faciliten a las células infestadas, para que se hagan más sensibles a las señales que desencadenan la apoptosis y así destruir la bacteria que ha permanecido dormida por largos períodos en su interior. En la actualidad ya hay varios compuestos en estudio que pueden inducir la muerte prematura de células tumorales. Son las mismas que podrían usarse para destruir a las clamydias.
En resumen, son numerosas las posibilidades donde se podría actuar con vacunas e impedir la contaminación. Sin embargo no es fácil, dado el extraño comportamiento de estas bacterias.
(Chlamydia and Apoptosis: Life and Death Decisions of an Intracellular Pathogen. Gerald Byrne y David Ojcius. Nature Reviews Microbiology, vol 2, N° 10, pág. 802, Octubre 2004).