Estrategia para combatir la desnutrición en Chile
( Creces, Julio 2005 )

Discurso de agradecimiento al otorgársele el premio “Bicentenario 2005”

“Debo señalar que los logros alcanzados en la nutrición y salud de los niños de nuestro país, han sido el producto de los esfuerzos de muchas personas”.

Fernando Monckeberg Barros

Se han requerido años de investigación. Otros tantos para decidir qué y cómo hacer, y luego durante años, persistir en el esfuerzo para que las cosas sucediesen. Detrás de ello ha habido muchas voluntades y muchos sacrificios y en la suma de todos ellos, esta el verdadero mérito.

Hoy los resultados asombran y han sido de tal magnitud, que incluso han sorprendido a la comunidad internacional especializada. ¿Cómo un país subdesarrollado, con un alto porcentaje de pobreza y una regresiva distribución del ingreso, pudo alcanzar tan altos indicadores de salud y nutrición, comparable a la de países avanzados? Es la pregunta que se hacen los expertos.

En los últimos años he sido invitado a varios foros internacionales para explicar cómo se han logrado los cambios. Recientemente recibí una invitación por parte de FAO en Roma, con igual propósito. Su Programa Mundial del Hambre, reconoce que aún existen en el mundo, 860 millones de personas, especialmente niños, que están desnutridos y quieren saber qué hacer, porque ya han aprendido que no basta repartir alimentos.

Muchos de los expertos allí reunidos, sostenían que no era posible mejorar la salud y la nutrición de los niños, sin que antes se hubiera derrotado a la pobreza. Es decir, sin que antes se hubiera alcanzado el desarrollo. Es por ello que el caso de Chile, al contradecir sus premisas, les parece tan especial.

La desnutrición que padecía un alto porcentaje de los niños en Chile, y que aún padecen los países de América Latina, es en realidad un mal oculto. A primera vista pasa desapercibido. Pero podemos afirmar que la desnutrición y la pobreza, arrastrada por generaciones, llega a dañar a las personas y a la sociedad entera, produciendo un daño subterráneo, que hemos llamado "daño socio génico biológico", tanto por la complejidad de sus causas, como por sus múltiples consecuencias.

Hace años que iniciamos las investigaciones. En sus inicios fuimos un pequeño grupo de investigadores, que enfocó el problema desde el punto de vista pediátrico. Pero a poco investigar, ya resultó evidente que estábamos viendo sólo la punta del iceberg.

En la medida que se ponía en evidencia la multi-causalidad, fuimos constituyendo un grupo de investigación multidisciplinario, que realmente se comprometió en la evaluación y solución del problema. Nació así INTA: Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile.

Por la investigación se pudo establecer un diagnóstico y una evaluación de los daños. Se trataba de una sub-alimentación crónica, que afectaba a un porcentaje muy alto de la población infantil, durante las etapas más vulnerables, en los primeros años de la vida. A consecuencia de ello, se afectaba toda la funcionalidad y desarrollo de sus pequeños organismos. Se limitaban sus defensas frente a las agresiones de un medio ambiente, de por si muy adverso, lo que sumado al retardo del desarrollo de muchos órganos y sistemas, explicaba el elevado riesgo de enfermar y morir a edades tempranas. Como consecuencia de ello, en el año 1950, el 60% de las muertes se producía antes de los cinco años de vida. Ello explicaba en gran parte que la expectativa de vida en nuestro país sólo fuera de 40 años.

Pero si eran muchas las muertes prematuras, mayor era el daño en los sobrevivientes. Nuestras investigaciones, pioneras para la época, demostraron la existencia de un período crítico para el desarrollo del cerebro del niño, en que factores ambientales adversos, modulaban conexiones neuronales defectuosas (insuficiente cableamiento de las neuronas), que dejaba huellas estructurales irreparables en el cerebro, que afectaban definitivamente sus capacidades intelectuales.

En el esfuerzo para sobrevivir, detenían su crecimiento y desarrollo, que también quedaba alterado, comprometiendo el crecimiento futuro, lo que en la edad adulta se traducía en una menor talla y desproporciones antropométricas (bajos y piernas cortas). De alguna forma, tal vez por desajustes epigenéticos, quedaban también propensos en la edad adulta, a otras enfermedades degenerativas.

Todas las investigaciones demostraban que el medio ambiente adverso, actuando en los primeros años de vida, limitaba la expresión del potencial genético. Las limitaciones físicas, psicológicas, biológicas y emocionales, que parecían ser innatas, eran en realidad el resultado de la adversidad del medio ambiente. Su futuro estaba marcado en los primeros años de vida.

Los afectados no eran una excepción. Nuestras investigaciones mostraron que ya a los cinco años de edad, más del 60% de los niños del país, estaban siendo limitados en la expresión de sus potencialidades genéticas, con un serio riesgo para su salud y con limitaciones físicas, biológicas, intelectuales y emocionales.

Nuestras investigaciones también demostraban que a estas deficiencias se debían las altas tasas de deserción escolar. En aquella época, de cada 100 niños que entraban a la educación básica, sólo 30 la terminaban. El diagnóstico global era catastrófico. La pobreza crónica, sumada a la desnutrición en los primero años de vida, dañaba seriamente al individuo y limitaba sus posibilidades de incorporarse a la sociedad, condenándolo a la marginalidad y a repetir el ciclo de miseria por otra generación más. A poco de nacer, estas inocentes criaturas, ya estaban marcadas. Este era el mal oculto.

Pero siendo tan alto el porcentaje de población dañada, ello también afectaba la competitividad de la sociedad entera, impidiendo sus posibilidades de desarrollo económico y social. En aquella época, ya se comenzaba a vivir un momento muy especial en la historia de la humanidad, en que la revolución de los nuevos conocimientos y sus implementaciones tecnológicas, incrementaban progresivamente la complejidad de la sociedad, elevando las exigencias para aquellos que trataban de incorporarse a ella. Ya no iba a ser posible formar parte activa de la nueva sociedad, con limitaciones en la expresión total de sus capacidades. En una sociedad simple, en la que predominaba el trabajo físico sobre el intelectual, incluso los individuos lesionados tenían cabida. No así en la compleja y competitiva sociedad que ya se veía venir.

Era necesario prevenir el daño, para lo que se planteó una estrategia muy pragmática, destinada a proteger al niño en los primeros años de vida, e incluso antes, durante el embarazo, fortaleciendo la familia y educando a los padres, y muy especialmente a la madre, controlando la salud y nutrición y saneando el medio ambiente.

Fue en el año 1974, cuando se creó el "Consejo Nacional para la Alimentación y Nutrición (CONPAN), como un organismo interministerial que tenía por objeto implementar las acciones y vigilar que se cumplieran. Personalmente tuve la oportunidad de ejercer el cargo de Secretario Ejecutivo, lo que permitió comenzar a implementar las diferentes intervenciones que ya antes habíamos diseñado.

Fue así como se implementó un sistema de vigilancia, por lo que cada tres meses se logró disponer de la información de salud y nutritiva de los niños menores de 6 años del país.

Se incrementó la cobertura de los programas maternos infantiles, llegando con la infraestructura de atención de salud primaria, hasta los lugares más apartados. Se completaron los programas de atención del niño sano, de vacunaciones de las enfermedades infecciosas, planificación familiar, educación nutricional, lactancia materna y control médico del embarazo. Se controló el embarazo y la atención profesional del parto, para lo que se creó en el área rural los "Hogares de la Madre Campesina”.

A través de la estructura de salud, se perfeccionó la entrega de leche (leche Purita), en cantidades que cumplieran todos los requerimientos nutritivos en las menores de dos años. Se fabricaron alimentos proteicos infantiles, para distribuirlos hasta la edad de seis años y leche para madres embarazadas y nodrizas.

Mediante la creación de una corporación privada, se estableció un programa de recuperación de niños con desnutrición avanzada, en un régimen de hospitalización. Fue así como nació CONIN (Corporación para la Nutrición Infantil), que con la colaboración de la comunidad pudo construir, implementar y poner en marcha, 33 pequeños hospitales, totalizando 1500 camas para niños menores de dos años, que con la ayuda de voluntarias, implementaron un programa de alimentación y estimulación psicomotora y afectiva y capacitación de las madres, a lo largo del país.

Se inicio el programa de jardines infantiles en poblaciones marginales para atender niños de 2 a 6 años, que en jornadas de 8 horas desarrollaban actividades de estimulación psico-afectivo y alimentación, cubriendo todos sus requerimientos nutritivos para la edad.

Se estructuraron los programas de almuerzos y desayunos escolares para todas las escuelas del país, preparados y servidos por empresas privadas a las que hubo que previamente capacitar. El objetivo era disminuir la deserción escolar, incrementar la escolaridad (especialmente de las niñitas) y colaborar con el proceso educativo.

Todo esto requirió del desarrollo de la agroindustria y la industria procesadora de alimentos, que antes no existía.

Finalmente se iniciaron los programas de saneamiento ambiental en poblaciones marginales, mediante las llamadas "Casetas Sanitarias", consistentes en un baño, cocina y lavadero para cada vivienda, conectadas al servicio de agua potable y alcantarillado. Posteriormente el programa derivó a las viviendas sociales cada vez de mejor nivel. Hoy se puede afirmar que el 100% de las viviendas urbanas recibe agua potable y que el 95% están conectadas con el servicio de alcantarillado. Con ella desaparecieron los trastornos digestivos.

Ya han transcurrido 30 años y los programas se han mantenido a través de los diferentes gobiernos, perfeccionándose en el tiempo, aumentando su cobertura y mejorando su eficiencia. Gracias a ello se pueden ahora apreciar sus resultados.

Ya no es el 70% de los niños menores de 5 años que presentan desnutrición, sino que el 0.5%. La mortalidad infantil ha descendido del 200 por mil nacidos vivos, al 7.5 por mil, que es la cifra más baja de América Latina. La expectativa de vida es ahora de 78 años para el hombre y de 80 años para la mujer. Cifras todas semejantes a las de países desarrollados, aun cuando todavía no lo somos.

Ha disminuido notablemente el ausentismo escolar. Si antes terminaba la educación básica el 30% de los que la iniciaban, hoy la están terminando el 100%. Ello ha repercutido sobre la enseñanza media, a la que se están incorporando el 78%, lo que ha repercutido sobre la educación superior, que ya alcanza al 40%. La escolaridad promedio anual alcanza a los 12 años.

Se trata de un Chile nuevo, en que cada vez más personas han ido teniendo la posibilidad de expresar su potencial genético. Como un indicador más del desarrollo físico, cabe señalar que en la última generación de chilenos se ha producido un incrementado promedio de 11cm. en su estatura. Hoy continúa la mayor parte de los hijos siendo más alta que sus padres. Que duda cabe, si como promedio el consumo de carne y pescado se ha incrementado de 27 kilos per cápita en el año 1970, a 82 kilos per cápita en el año 2003.

Pero la tarea no ha terminado, ya que la prevención total del daño, como lo habíamos anticipado, requerirá de al menos una generación más. Es que aún existe la pobreza y los factores ambientales adversos, que por mecanismos epigenéticos, aún continúan limitando la completa expresión de las potencialidades. Sin embargo, todo hace presumir que de persistir en la acción, perfeccionando la focalización, se va a lograr la meta de una verdadera igualdad de oportunidades, sin limitaciones en su expresión genética, llegando a ser los chilenos más altos y más capaces. Todo ello deberá reflejarse en los niveles de educación y de calidad de vida.

En los últimos años hemos presenciado un importante desarrollo económico, gracias a que se ha logrado ser competitivos en los mercados internacionales. Muchas veces me he preguntado si ello pudiese haber sido posible con el recurso humano dañado que el país disponía hasta las décadas de 1940 y 1950. Me atrevo a responder que no. Pienso que el desarrollo y el bienestar pasan necesariamente porque la gente tenga la posibilidad de expresar su potencial genético y esto es lo que se está logrando en Chile.

Quisiera hacer una consideración final. En estos treinta años que han transcurrido, los diferentes programas ya señalados han requerido de una inversión superior a los 23.000 millones de dólares, que el estado ha orientado con el aporte de todos los chilenos. Ellos son los recursos que de año en año han sido asignados a las diversas intervenciones por los diferentes gobiernos. Lo realizado no ha correspondido a una política de estado explícita, sin embargo se han continuado y perfeccionado las acciones. Creo que esto señala la madurez política de nuestros gobernantes. Es lo que ha hecho posible el cambio a pesar de los abatares políticos que han sacudido a nuestro país durante los últimos 30 años. La persistencia de éste y de otros programas económicos y sociales, es lo que puede explicar el progreso de los últimos años.


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