Obesidad, la enfermedad del siglo actual
( Creces, 2006 )

La obesidad se ha transformado en un problema de salud que está afectando seriamente y en forma progresiva a las diferentes edades del ciclo vital, hasta el punto de considerarla una verdadera epidemia, que además conlleva a muchas otras patologías con elevada letalidad.

Hasta hace muy poco tiempo los médicos no visualizaban la obesidad un cuadro patológico grave y por ello no ponían gran esmero en sus recomendaciones para prevenirla, ni tampoco en su tratamiento. La interpretaban como un proceso de acumulación de grasas, propio de la edad adulta que sólo requería de tratamiento cuando coincidía con una morbilidad asociada. Pero en las últimas décadas todo ha cambiado drásticamente. Hoy la obesidad se considera como un grave problema de salud que afecta al mundo desarrollado y también el subdesarrollado, que en los últimos años se ha ido incrementando hasta casi adquirir las características de una epidemia y que además frecuentemente está asociada a otras patologías crónicas causantes de elevada letalidad (Desde la desnutrición a la obesidad infantil).

No se sabe el por qué la obesidad se ha estado incrementando tan rápidamente, ni tampoco está claro el mecanismo de su génesis. Aun cuando se puede concluir que la causa primera de la obesidad es un desequilibrio entre la excesiva ingesta calórico y un menor gasto, lo que lleva a la acumulación de grasas, la que no se sabe cómo ocurre. Las investigaciones recientes han permitido comprobar que el organismo ejerce un control exquisito sobre sus necesidades y el uso de energía, tratando de mantener los depósitos de grasa dentro de un nivel apropiado y constante. El mismo tejido graso participa muy activamente en la regulación general del metabolismo energético. No se trata de un almacenamiento pasivo, sino que de una reserva muy accesible, en forma de glicerol o grasa neutra, que es sintetizado y almacenado después de cada comida (Obesidad, epidemia del Siglo XXI).

En el organismo de animales superiores, no puede producirse un "apagón" por falta de energía. Es por ello que el tejido adiposo está diariamente recambiando entre el 5 al 10% de su energía con el fin de mantener un adecuado equilibrio entre el suministro y las necesidades instantáneas, de modo que nunca se produzca una falla frente a las demandas inmediatas, aunque sean estas extremas, como por ejemplo las que surgen después de un fuerte y prolongado ejercicio.

En los últimos años, se ha ido conociendo cómo todo el sistema está íntimamente conectado y cómo los adipositos tienen que liberar los lípidos en respuesta a diferentes moléculas provenientes de distintos órganos, que como mensajeros controlan el metabolismo de la energía. A su vez los adipositos están en constante comunicación con los órganos centrales, mediante mensajeros que ellos sintetizan, como es el caso de la leptina, para que el cerebro sepa cómo y cuándo regular la ingesta. Se trata de un complejo sistema de comunicaciones de las más diversas señales, que mantienen todo el sistema en equilibrio, con una adecuada reserva en los depósitos. ¿Qué es lo que falla en el sistema de aquellas personas que acumulan grasas en exceso y desarrollan sobre peso? (Las complejas funciones del tejido grado).

Aun cuando no se conocen exactamente todos los procesos que regulan el balance de energía necesaria para mantener el peso corporal en niveles adecuados, sabemos que ello resulta de complejas interacciones de diversos factores. Cada individuo regula su gasto energético al nivel necesario para mantener el equilibrio, cosa que se puede alterar ya sea por factores psicológicos, ambientales o genéticos. El proceso de regulación del balance energético, se inicia desde los primeros períodos de la vida, por la interacción de la genética y la influencia del medio ambiente. Así por ejemplo, el feto de una madre desnutrida, o la desnutrición durante el primer año de vida, por razones básicas de supervivencia, rebaja el nivel de gastos energéticos. Esta estrategia ahorrativa, se mantiene a lo largo de la vida, regulada mediante mecanismos epigenéticos. Cuando más tarde, en la edad adulta el individuo se expone al suministro de una dieta sin restricciones calóricas, se manifiesta una tendencia a la acumulación de energía (grasas). Ello es especialmente evidente en el mundo pobre, en que frecuentemente el adulto se caracteriza por su baja estatura y tendencia a la obesidad.

Por otra parte, la obesidad que se inicia en los primeros años de vida, tiende a continuar en la edad adulta. La ingesta calórico excesiva durante los primeros períodos de la vida lleva también a fijar el punto de equilibrio calórico a otro nivel, manteniendo en forma permanente un mayor depósito de grasa. Los adultos que han sido obesos durante la niñez, presentan una tendencia a continuar obesos durante el resto de la vida y coincide con que a edades mas tempranas presentan las enfermedades exacerbadas por la obesidad, como la diabetes tipo 2, hipertensión, o enfermedades cardiovasculares.

Dada la importancia y creciente prevalecía de la obesidad y la patología concomitante, los científicos trabajan intensamente, tanto para entender la complejidad de la regulación del metabolismo de la energía, como también para entender por qué la obesidad conlleva a estos graves riesgos de enfermedades asociadas. Ellas son aparentemente muy disímiles, pero en la medida que más se investigan se encuentran más factores causales comunes y coincidentes. En su conjunto se han denominado el "Síndrome Metabólico", y tienen como síntomas comunes hipertensión, hiperglicemia, hipertrigliceridemia, hiperinsulinemia y bajos niveles de HDL circulante, siendo el punto de partida la acumulación de grasa y la aparición de resistencia a la insulina, con la consecuente diabetes tipo 2. A lo largo del tiempo la glucosa elevada daña los ojos, los riñones, los nervios y el corazón.

El desarrollo de la resistencia a la insulina es un proceso multifactorial, en que se llega a destruir a las células pancreáticas productores de insulina, mientras que por otro lado fallan los receptores de insulina, especialmente en las membranas de las células musculares de los pacientes enfermos. Normalmente al reconocer estos receptores a la insulina, en respuesta a ella, se gatilla una cascada de señales internas, siendo la más importante el desplazamiento de las moléculas transportadoras de glucosa. Al fallar el mecanismo, se dificulta la incorporación de la glucosa sanguínea a su interior, persistiendo elevada en la sangre (Por qué la obesidad lleva a la diabetes).

Estos nuevos hallazgos hacen mirar a la diabetes y obesidad en forma totalmente diferente y justifican la necesidad de nuevas investigaciones como única forma de llegar a un adecuado tratamiento y/o prevención de ambas.



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