¿Quién descubrió la pólvora?
( Creces, 2006 )

Poco se sabe del enigmático polvo negro. Sus orígenes se remontan al siglo XI en China. Sin embargo, sólo ahora comienzan a estudiarse los secretos de la elaboración utilizados en aquella época.

Según Robert Smith, un experto en pólvora y antiguos fuegos artificiales en Leeds, afirma que si bien la pólvora se conocía desde hace muchos siglos, la forma en que esta se preparaba permanecía hasta ahora desconocida. Sólo a fines del siglo XIX se ha contado con los conocimientos científicos necesarios para lograr descifrar algunas de las etapas empíricas que se recuerdan vagamente; ¿De dónde venían las materias primas, cuáles eran los procedimientos para refinarlas, cuál era la proporción ideal de los diferentes ingredientes y cuál debería ser el tamaño de las partículas adecuadas para cada uno de los usos, como pistolas, cañones y petardos? etc, etc".

Para dar respuesta a estas preguntas no es posible aplicar las técnicas analíticas modernas sobre muestras de pólvora antigua, ya que estas no existen. La pólvora era tan difícil y cara producirla, que si en esos tiempos algo de ella no se usaba, debía ser inmediatamente de vuelta a los molinos reales para ser reciclada, de modo que nunca quedaron muestras como para examinarlas.

Tampoco se conservan las antiguas formulas para su preparación. No existen recetas escritas y los métodos de preparación usados, más que una disciplina química, eran verdaderas recetas de cocina. En la Edad Media, el método se trasmitía por tradición oral. Según Robert Coleman del Royal Gunpower Mills en Walthan Abbey, cerca de Londres, todos los procesos de preparación que él ha pesquisado carecen de precisión y muchos contienen recomendaciones realmente absurdas.

En 1801 se reemplazó el "nitro" por depósitos de salitre natural que se encontraban en la India y el Sud-Este Asiático. Más tarde ello se logró con el salitre de Chile. Pero desde la mitad del siglo XIV hasta el año 1620, el nitro se fabricaba todavía en la forma medioeval tradicional, a partir del estiércol de los establos.

Los encargados solían recorrer el país para juntar el desperdicio de los establos y palomares. Este comercio de la materia prima era tan vital para la corona, que se otorgaba como un lucrativo monopolio a nobles de confianza, que se encargaban de organizar la recolección. Los agentes podían forzar a los campesinos a trabajar para ellos, al mismo tiempo que los forzaban a proporcionarles herramientas y carros de transporte. Para obtener nitro se comenzaba con un lento proceso de purificación de los desperdicios. Se dejaba reposar el estiércol con orina, para luego extraerse con agua, y posteriormente evaporarla para obtener un polvo blanco. Pero además había que agregarle una fuente de potasio, para lo cual se agregaba cenizas de madera, pero la mezcla resultante frecuentemente formaba nitrato de calcio, no de potasio. Esto no servia, porque el nitrato de calcio absorbía agua y la mezcla se humedecía, por lo que el nitro obtenido no servía para pólvora.

Tenían entonces que hacer paralelamente otra mezcla con güano de gallina. Este se recolectaba y con él se preparaba un compost. De allí se obtenía una potasa (carbonato de potasio), que se mezclaba rápidamente con el polvo anterior, obteniendo un intercambio de iones nitrato por potasio, logrando así el nitrato de potasio.

Pero esto no es todo. Para hacer una buena pólvora se necesita además carbón y azufre en las proporciones adecuadas. El azufre se traía desde el Monte Edna en Sicilia, pero previamente había que purificarlo. Cómo y por qué llegaban a todo esto, es algo que se ha perdido en el tiempo. Si se quisiera volverse a repetir, seguramente que no sería fácil llegar a producir pólvora. El hecho es que medio kilo de pólvora de aquella época tenía un costo equivalente a 60 libras esterlinas de hoy día, y no siempre lo que se compraba estaba garantizado. El problema era doblemente apremiante ya que de la pólvora dependía la historia. El que tenía la receta adecuada podía cambiar el rumbo de ella.


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