La geoingeniería del planeta para impedir su calentamiento
( Creces, 2007 )

Paul Cruzen, el mismo que ganó el Premio Nóbel por sus trabajos pioneros sobre la destrucción de la capa de ozono en la estratosfera, ahora sorprende con una idea que parece descabellada: frenar el calentamiento global, mediante el lanzamiento continuo de chorros de megatones de restos sulfurosos más allá de la atmósfera.

Una idea interesante dicen unos. Una pésima idea dicen otros. Es como tratar un síntoma de la enfermedad y no la causa real. Es que no se puede continuar con el incremento de la producción de gases de invernadero. Es una medida desesperada, dicen otros. Pero la idea comienza a discutirse, porque nadie puede poner en duda la estatura de Cruzen, el gestor de la idea. Por ello es que se ha provocado tal reacción, e incluso ya se comienza a tomar en serio la geoingeniería, convirtiéndose en un tópico de respetable conversación.

La geoingeniería ya se planteó en la década de 1970-80, cuando el climatólogo soviético Nikail Budyko sugirió que podría enfriarse la Tierra agregando a la atmósfera pequeñas partículas reflectores de la luz. Muy pronto la misma naturaleza proporcionó los ejemplos prácticos de cómo se podía hacer, cuando erupcionó el volcán Chichón en 1982 y luego el monte Pinatubo en 1991. En esa ocasión los restos estratosféricos del Pinatubo consistentes en gotitas de agua unidas con ácido sulfúrico derivado de los azufres del volcán, reflejaron suficiente luz solar hacia el espacio, como para que durante uno a dos años después de la erupción, se disminuyera el calentamiento de la Tierra en 0.5°C.

Habría que pensar en un volcán humano, que imitara al Pinatubo. Este lanzó 10 millones de toneladas de azufre durante 2 a 3 años, la mayor parte del cual alcanzó más allá de la atmósfera, a la estratosfera. Para lograr enfriar la Tierra en forma permanente, habría que estar enviando, tal vez por siglos y siglos, millones de toneladas de azufre cada año, a más de 10 kilómetros de altura, y así renovar constantemente el escudo protector. "La lluvia ácida resultante sería menor comparada con los niveles actuales", afirman los proponentes.

Incluso ya se discuten los métodos para colocar estas toneladas en la estratosfera. Unos piensan en globos aerostáticos. Otros piensan lanzarlos mediante un gran cañón. Otros proponen que en lugar de azufre, como reflector de la luz solar, se podría usar algo metálico o pequeños retrorreflectores. (Science, vol. 314, 2006, Octubre 20, 2006, Pág. 401).



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