Tanto el sodio (exceso), como el potasio (déficit), participan en la hipertensión
( Creces, 2007 )

La hipertensión afecta aproximadamente al 25% de la población adulta del mundo. Numerosos estudios han mostrado el efecto adverso del exceso de sodio. Pero ahora hay muchas evidencias que demuestran que también es importante el déficit de potasio.

Si ahora la prevalencia de la hipertensión es alta, se estima que en el futuro lo será más. Para el año 2025 esta se incrementará en un 60% (Lancet 2005, 365: Pág. 271). Se espera que el número de afectados se eleve a 1.50 mil millones de personas. La hipertensión constituye el factor de riesgo más alto para las enfermedades cardiovasculares, las que a su vez son las responsables de la mayor cantidad de muertes en el adulto. La hipertensión primaria, también conocida como hipertensión idiopática, es la culpable del 95% de los casos de hipertensión.

La hipertensión primaria es la resultante tanto de alteraciones renales primarias, como también de factores ambientales adversos. Hasta ahora se había considerado sólo al sodio de la dieta como el factor ambiental adverso. En el interior de los tejidos, al sodio se le considera como el principal catión extracelular, mientras que el potasio es el principal anión intracelular. A este último no se le había supuesto ningún rol en la patogenia de la enfermedad, pero últimamente han comenzado a aparecer abundantes informaciones en la literatura que revierten esta creencia y que muestra que el déficit de potasio también tiene un rol crítico en la hipertensión, y en consecuencia, en las secuelas cardiovasculares derivadas.

Las evidencias recientes, junto a los estudios clásicos (a los que hasta ahora no se les había dado importancia), señalan que la interacción entre el exceso de sodio y el déficit de potasio, son los que más contribuyen al desarrollo de la hipertensión primaria.


El sodio y la hipertensión

Prácticamente la hipertensión no existen en las poblaciones en que el consumo el cloruro de sodio por persona es menos de 50 mmol por día. En cambio si es frecuente cuando la población consume más de 100 mmol de cloruro de sodio por día. Sin embargo hay que reconocer que en las poblaciones que exceden el consumo de 100 mmol por día, la mayoría no presenta hipertensión arterial. Ello indica que la excesiva ingesta de sodio es un factor necesario para que se desarrolle la hipertensión, pero no suficiente. Es decir, que la mayor parte de la población parece no ser sensible al exceso de sodio y que por lo tanto no presenta hipertensión, aun cuando su consumo sea elevado.

Bien se sabe que los humanos compartimos con el chimpancé el 98.4% de la identidad genética, semejanza que permite extrapolar los hallazgos experimentales realizados en esa especie, a lo que se podría esperar sucediera en la especie humana. Es así como investigaciones realizadas en chimpancé demuestran una relación positiva entre la administración de sodio y la hipertensión. El agregado de 15 gramos de cloruro de sodio diario a la dieta del chimpancé, se refleja en un incremento de la presión sistólica en 33 mm de Hg como promedio, mientras que la presión diastólica se incrementa en 10 mm de Hg. Al retirarles el sodio de la dieta, estos valores vuelven a las cifras iniciales.


Contenido de potasio en dietas ricas en sodio

Si se comparan las dietas basadas en alimentos naturales con las dietas basadas en alimentos procesados, se encuentra que las primeras son bajas en sodio y altas en potasio, y que lo opuesto ocurre en las dietas procesadas. Así por ejemplo, dos rebanadas de jamón (50 gr) contienen 32 mmol de sodio y 4 mmol de potasio. Y una taza de sopa de fideos con pollo, contiene 48 mmol de sodio y 1.4 mmol de potasio. Por el contrario, las dietas que son abundantes en frutas y vegetales tienen poco sodio, pero son ricas en potasio. Un vaso de naranjada (132 g), no contiene sodio, pero si potasio (6.0 mmol) y una taza de jugo de pera hervida, contienen 0,3 mmol de sodio y 9.8 mmol de potasio. Las poblaciones que viven aisladas y que consumen alimentos naturales ingieren cantidades de potasio que sobrepasan los 150 mmol por día, mientras que no consumen más de 20 a 40 mmol de sodio. De este modo, la relación de potasio/sodio es ≥3, y generalmente son más cercanas a 10. Por el contrario, las poblaciones de naciones industrializadas que consumen alimentos procesados, ingieren entre 30 a 70 mmol de potasio y 100 a 400 mmol de sodio por día, siendo la relación potasio/sodio mayor de 0.4.

Es así como las migraciones de poblaciones aisladas, que migran hacia áreas urbanas, se observa frecuentemente un incremento de la hipertensión, lo que coincide con el cambio de la dieta.


Efectos vasculares del déficit de potasio

Ya hace 50 años que se había notado que en ratas, el déficit de potasio, producía vaso dilatación y disminución de la presión sanguínea, pero fue más tarde cuando se reconoció que el déficit de este catión era tóxico para los vasos sanguíneos. La restricción de potasio produce un déficit del potasio celular, el que lleva a que las células incrementen el contenido de sodio como un esfuerzo para equilibrar la tonicidad del líquido y su volumen.

También se ha observado en ratas alimentadas con dietas ricas en sodio, y que eran hipertensas, al administrarles potasio disminuían la presión sanguínea y también disminuyan la incidencia de muertes por infarto cardíaco, se prevenía la hipertrofia cardiaca, los daños de los vasos sanguíneos mesentéricos y la injuria renal.

Un meta análisis que incluía 33 ensayos, demostró que en sujetos hipertensos, un suplemento de potasio ≥60 mmol por día) disminuía la presión sistólica en un promedio de 4.4 mm Hg, mientras que la presión diastólica disminuya en un promedio de 2.5 mm Hg. En los normo tensos la disminución era de 1.8 mm Hg y 1.0 mm Hg respectivamente.

También se ha observado que la suplementación de potasio reduce la necesidad de drogas hipotensoras. Un estudio demuestra que el incremento de potasio en el 81% de sujetos hipertensos pasan a necesitar menos de la mitad de drogas hipertensivas para lograr mantener bajar la presión sanguínea (JAMA 1997; 277, Pág. 1624). Del mismo modo, son varios los ensayos en que se relata la administración de potasio con la consiguiente disminución significativa de la presión en sujetos hipertensos, especialmente si simultáneamente se incrementa el contenido de frutas y vegetales en la dieta (New England J. Med. 356; 19, Pág. 1966, Mayo del 2007).


La falta de adaptación renal a la dieta moderna

Pareciera que los riñones están hechos para conservar el sodio y excretar el potasio. Cuando el hombre pre-histórico deambulaba por las estepas africanas, recolectando alimentos, consumía una dieta pobre en sodio y rica en potasio. Probablemente fue allí cuando el riñón se adaptó a esa condición. Con una dieta como esa, la excreción de sodio disminuía casi cero, mientras que la excreción de potasio era alta. En esas condiciones el riñón eliminaba el 90% del potasio y el restante lo hacia por las deposiciones. Pero las dietas actuales ricas en sodio que consume el hombre moderno, y pobres en potasio, son diferentes y el riñón no se ha adecuado a ellas. El hombre moderno hipertenso no ha conseguido adecuar el riñón a esta nueva realidad.

Mientras por otro lado, una dieta pobre en potasio, ante la imposibilidad renal de conservarlo, lleva inevitablemente a un déficit de potasio en el organismo. En los pacientes hipertensos no tratados, el potasio disminuye en las células musculares, aun cuando el potasio del plasma se mantenga constante. El hecho es que tanto en individuos normotensivos, como en los sujetos hipertensivos, la presión sistólica y la diastolita, presentan una correlación negativa en relación al potasio muscular (Scan. J.Clin. Invest 1998; 58, Pág. 47).


Implicancias para la prevención y tratamiento

Mientras el riñón no se acomode a esta nueva dieta, no nos queda otra alternativa que acomodar la dieta a la realidad del riñón, si es que queremos prevenir la hipertensión. Necesariamente tendremos que hacer esfuerzos para aproximarnos a la relación potasio/sodio que contenía la dieta de nuestros antepasados africanos. Se ha afirmado que la pérdida de peso que se logra con la dieta rica en frutas y vegetales, se debería tanto a la disminución del aporte calórico, como al mayor contenido de potasio, que incrementa el metabolismo (Knochel JP. Correlates of potassium Exchange, En: Seldin DW, Giebish G, edit. The regulation of potassium balance New York: Raven Press).

El consejo del Instituto de Medicina de Washington, recomienda una ingesta de 65 mmol por día (aproximadamente 3.8 g de cloruro de sodio por día) para los adultos de 50 años, y 55 mmol por día (aproximadamente 2.9 g de cloruro de sodio por día) para los mayores de 70 años. Se aconseja además consumir 120 mmol de potasio por día (aproximadamente 4.7 g de potasio por día), lo que representa alrededor de 2 veces más potasio que lo que actualmente consume un americano promedio. (Dietary referent intakes for water, potassium, sodium, chloride and sulfate. Washington, DC: National Academic Press, 2005).

Aparte de ello, se hace necesario iniciar una campaña tendiente a un cambio cultural, que incluya tanto a las personas como a los profesionales de salud, con el objeto de lograr un cambio drástico del contenido de cationes sádicos de los alimentos procesados, tratando de volver al contenido de los alimentos naturales.

Es importante considerar que en los alimentos procesados, sólo el 12% del sodio que contienen, forma parte natural del alimento, mientras que el 80% restante es sodio que se ha agregado durante el procesamiento. A parte de la educación del público, habría que buscar un acuerdo con la industria alimentaria para limitar el contenido de sodio durante el procesamiento de alimentos. No va a ser fácil, dado que el sodio se agrega para mejorar la aceptabilidad.



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