Cáncer y suciedad
( Creces, 2008 )

La suciedad y las infecciones no sólo disminuyen las alergias, sino también ayudan a combatir algunos tipos de cáncer. Los epidemiólogos han comenzado a detectar conexiones entre la exposición a la mugre, las infecciones y el riesgo de contraer posteriormente cáncer. Los niños que asisten tempranamente a los jardines infantiles, tienen un menor riesgo de desarrollar leucemias, comparados con aquellos que se quedan en sus casas, mientras que algunas vacunas, como la de tuberculosis reducen el riesgo de cáncer de la piel. Estos hallazgos sugieren que para prevenir algunos tipos de cáncer, sería bueno tener contacto con un cierto número de gérmenes.

Por años los investigadores han estado debatiendo la "hipótesis de la higiene” como una explicación por el gran incremento de las alergias y el asma, que se ha venido observando en los países desarrollados
(El asma y la limpieza). La idea que nuestro sistema inmune necesita estar en una constante guerra contra 105 gérmenes patógenos, parásitos y otros microbios, explicaría el incremento de las alergias consecutiva a la mejoría de las condiciones sanitarias. Pareciera que un ambiente limpio, el sistema inmune pierde entrenamiento, respondiendo en forma excesiva frente a otros estímulos, como por ejemplo el polen o el maní.

Ahora aparece que la alta incidencia de ciertos tipos de cáncer que se dan en poblaciones afluentes, ya sea el cáncer del pecho, los linfomas y los melanomas, pudieran tener algo que ver con el saneamiento ambiental. Si esto fuese correcto, las implicancias podrían ser muchas. Si se pudiera conocer exactamente qué sucede con algunos gérmenes que parecen tener un efecto protector, se podrían reducir los riesgos de cáncer en edades posteriores, simplemente exponiendo a las personas frente a algunos gérmenes inocuos.

Pero esto no deja de ser desconcertante, dado que sabemos que por otra parte, los virus directamente producen cáncer. Sin embargo, se sabe que en la niñez se reducen las posibilidades de desarrollar un cáncer con la exposición precoz a infecciones. Estudios recientes han confirmado que los niños que asisten a los jardines infantiles durante los primeros meses de vida, tienen menos riesgo de desarrollar posteriormente leucemia y linfomas de Hodgkin. Otros estudios señalan que niños con hermanos mayores también tienen menos posibilidades de desarrollar linfomas de Hodgkin en edades posteriores.

Pero no es sólo la exposición durante la juventud es la que ha despertado el interés. Ya en el año 1970 se observó que los trabajadores adultos de las plantas de algodón tenían un significativo menor riesgo de padecer de cáncer del pulmón y otros tipos de cáncer. Una explicación es que ellos le debían este favor al polvo del algodón. Este contiene varias endotoxinas, lipo-polisacaridos que también se encuentran en la pared celular de muchas bacterias, por lo que su constante contacto obligaría al sistema inmune a mantenerse muy alerta.

Una serie de estudios recientes realizados por Harvey Checkoway, de la Universidad de Washington, apoyan esta idea. El y su equipo han estudiado la frecuencia de tumores en mujeres que trabajan en textiles de algodón en Shanghai. Allí se detecta una alta exposición a endotoxinas. Ello parece ser la causa de la menor incidencia de muchos tipos de cáncer, incluyendo el pulmón, el pecho, el hígado, el estómago y el cáncer del páncreas.

Las endotoxinas también pueden explicar la disminución del cáncer del pulmón que se ha observado en los trabajadores de establos, observaciones que se han realizado en varios países (lndoor and Built Enviroment, vol 13, pág.35) Ello se atribuye a la exposición continua al estiércol de las vacas. Mientras mayor es el número de vacas en el establo, mayor es la protección.

En base a estos antecedentes se ha ensayado la aspiración de aerosoles con estiércol pulverizado, como medida para prevenir el cáncer pulmonar. También ha habido varios intentos de usar determinadas vacunas con virus vivos o bacterias como tratamiento para cánceres, como los melanomas. Klaus Komel de la Universidad de Gottingen en Alemania, ha utilizado el virus vaccine el mismo que se ha usado contra la viruela, y la vacuna BCG contra la tuberculosis, con los que se logra desarrollar cierta protección. Los que han sido vacunados contra la tuberculosis en la edad de lactante, tienen 2.5 veces menos riesgos de desarrollar posteriormente melanomas. En los que se vacunan por debajo de los 52 años, el riesgo es cuatro veces menor (European Journal of Cancer, vol 39, pag.2372). Otros estudios señalan que el riesgo disminuye aún mas en personas que han tenido una infección importante con fiebre alta.


Cuales serían los mecanismos

La pregunta clave es por qué se produce este menor riesgo frente a vacunas o infecciones. La respuesta más simple es que la exposición a virus y bacterias, o la vacunación con proteínas, como endotoxinas, estimula el sistema inmune y potencia la actividad anti-cancerígena. Desde luego se sabe que el sistema inmunológico juega un rol fundamental en la prevención del cáncer, actuando en una constante batalla que le permite eliminar muchos cánceres antes que se detecten. Pero en ocasiones termina por ser sobrepasado. Así por ejemplo, es sabido que los pacientes trasplantados que reciben drogas inmunosupresoras incrementan el riesgo de melanomas en 3 a 4 veces.

Uwe Hobohm de la Universidad de Ciencias Aplicadas en Giessen, Alemania, postula otro posible mecanismo: "la fiebre". Según él, el incremento de la temperatura potencia el efecto del sistema inmunológico sobre la bacteria. La idea ya se conocía en el año 1890
(Historia de las infecciones y el cáncer). El médico americano, Wuhan Coley trato el cáncer, a veces con éxito, con un concentrado de bacterias con el que inducía una fiebre muy alta. También Komel encuentra que la fiebre está relacionada con un menor riesgo de melanoma. Ello tiene sentido, dado que las células cancerosas son más vulnerables al calor que las células normales.

En el caso de los melanomas puede tener importancia otro mecanismo específico. Se trata de antiguos virus que se han introducido en nuestro genoma, permanecido por largo tiempo. En un pasado lejano, algunos retrovirus se han insertado en el material genómico y sus genes han pasado a ser parte de nuestro propio genoma. Muchos estudios han sugerido que existe una conexión entre estos retrovirus endógenos (HERVs) y algunos cánceres
(El cáncer está en los genes).

Mientras se debate el rol de los HERVs en el cáncer, está claro que los genes HERVs se activan en ciertos cánceres. En particular, las células de melanomas producen muchas proteínas llamadas HERV-K-MEL. La bacteria de la tuberculosis, el virus vaccine y muchos otros patógenos producen proteínas con secuencias muy semejantes a HERV-K-MEL. Krone cree que la respuesta inmunológica a estos patógenos es la que gatillaría el ataque a cualquier célula productora de HERv-K-MEL, deteniendo al melanoma en el momento de comenzar (European Journal of Cancer, vol 41, pag. 104).

Cualquiera que sea el mecanismo correcto, es importante hacer notar que la exposición a virus y bacterias no previene todos los diferentes tipos de cáncer. Si bien es cierto que se puede disminuir la incidencia de varios tipos, como lo descrito por el estudio de Checkoway en los trabajadores textiles de la industria del algodón en Shangai, en otros tipos no hay ningún efecto. Incluso en cánceres que son susceptibles, como el cáncer del pulmón, la mejoría puede producirse sólo en algunos subtipos de ellos y no en otros. Por otra parte, algunos estudios sugieren que en ciertos tipos de cáncer, la exposición a las infecciones, puede incrementar el riesgo, como es el caso del linfoma no-Hodgkin.


Posibles aplicaciones

La pregunta es si tiene alguna aplicación la exposición de virus y batería, o si sus proteínas podrían utilizarse sistemáticamente para prevenir ciertos tipos de cáncer. Sin duda que hay varios problemas ya que no es fácil sugerir la deliberada exposición de personas frente riesgosas infecciones, o a polvo de algodón o excrementos de vaca, para que disminuya el riesgo de cáncer en un cierto porcentaje. Sin embargo Komel sugiere que se podría utilizar el efecto Protector del BCG o de la vacuna de la viruela para reducir el riesgo de desarrollar un melanoma.

Esta última se dejó de aplicar en 1970, cuando la viruela se erradicó del planeta. El BCG se ha dejado de aplicar en muchos países en 1990. El término de estas vacunaciones en las últimas décadas no explica el incremento actual de los melanomas que se ha observado en los países occidentales, pero bien puede que suceda más adelante. Komel calcula que la pérdida del efecto protector de las vacunas de la tuberculosis y viruela, se va a comenzar a producir alrededor del año 2010, cuando envejezcan los que dejaron de vacunarse en 1970 (viruela) y 1990 (tuberculosis).

Para prevenir esto, Komel, Grange Krone y sus colaboradores están ensayando el uso de la vacuna de la fiebre amarilla (otra vacuna viva) con el objeto de ver si logran la misma protección que se producía con el BCG y la vacuna de la viruela. Habrá que esperar para ver si se logra esa, u otra protección.


*Para mayor información, ver artículo de Jessica Marshall: New Scientist, Enero 12, pág. 34, 2008.



0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada