Metalurgia precolombina
( Publicado en Revista Creces, Octubre 1991 )

Origen y desarrollo: el área central andina

Pablo Miranda Bown, Arqueólogo Proyecto Fondecyt 90 - 0407

Los primeros experimentos en el trabajo con metales comenzaron en el área andina a principios del Horizonte Temprano (1200 - 200 a.C.). Esta actividad -según sugiere la evidencia disponible- alcanzaría niveles de excelencia antes de la invasión hispana.

El primer metal utilizado fue el oro, que, para la sociedad Chavín -presencia hegemónica en los Andes Centrales en ese momento- habría tenido básicamente una connotación simbólico-cúltica, expresando parte de su ideología mediante su uso. Todos los hallazgos comprenden piezas logradas a partir de la confección de láminas de oro martillado, finamente trabajadas y de función ceremonial u ornamental.

En la segunda mitad de este período, y en algunas zonas alejadas de la influencia Chavín, se comienza a experimentar con el cobre. Esto ocurre básicamente en las tierras altas del territorio que actualmente forma parte de Perú y Bolivia; el primer paso en esta manufactura habría sido la fundición de minerales cupríferos, tal vez paralelamente al uso del metal nativo.

Durante los primeros siglos del Intermedio Temprano (200 a.C. al 600 d.C.), período de surgimiento y desarrollo de la Cultura Moche en la costa norte peruana, el uso del cobre se extiende hacia la zona centro-andina; los adornos son, como lo fueron anteriormente, los objetos predominantes en el trabajo metalúrgico, pero también se fabrican, entre otros formonescinceles, anzuelos, agujas y cabezas de mazas. Como nueva práctica funeraria, en la boca y manos de los difuntos se colocan discos de este metal, símbolo tal vez de su riqueza terrena.

En este momento de la historia andina, diversas artes y tecnologías alcanzan su máxima expresión, entre ellas el trabajo de los metales, cuyo desarrollo más importante se realiza en la sociedad moche. Sus metalurgistas y orfebres aplicaron en forma insuperable diversas técnicas -como la soldadura y el vaciado- y lograron lo que tal vez es el rasgo más distintivo de la metalurgia centroandina: el desarrollo de aleaciones de cobre con oro, de cobre con plata y una tercera consistente en una combinación de esto tres metales.

Es en desarrollo y uso de las mencionadas aleaciones donde los artesanos mochicas hacen más evidente su alto grado de conocimiento. Al templar una lámina hecha con alguna de estas mixturas, por ejemplo oro y cobre, se forma una capa superficial consistente en escamas de óxido de éste último metal; luego de sucesivas secuencias de martillado, recalentamiento y descamado, se va formando gradualmente una superficie empobrecida en cobre y rica en metal precioso. Este proceso es llamado depleción. Si la lámina contenía además plata y se deseaba eliminar esta última de la superficie, se aplicaba sobre ella un compuesto de minerales corrosivos.

En los Andes Centrales, la aleación cobre-oro, conocida también por los conquistadores como tumbaga, se usó principalmente para la obtención de láminas a partir de las cuales se fabricaban los diversos objetos, ensamblando cada pieza laminar, ya trabajada mecánica o metalúrgicamente.

Esta modalidad de trabajo es un rasgo básico y característico de la metalurgia de esta área. En el norte de América del Sur, América Central y México, esta materia era fundida, posibilitando la depleción directa de las obras resultantes por la eliminación del cobre de la superficie con una solución corrosiva, no siendo necesario el recalentamiento.

También se doraban o plateaban objeto de cobre por desplazamiento electroquímico, sumergiéndolos en determinadas condiciones de temperatura en una solución Acuosa de minerales corrosivos, donde se encontraba disuelto el oro o la plata; este proceso dejaba una delgadísima película de metal precioso en la superficie de las piezas.

Estos dos métodos de tratamiento superficial no fueron los únicos conocidos; además se doraban objetos con oro fundido y se cubrían superficies con panes de este metal. Sin embargo, fue la depleción la técnica más usada en el Nuevo Mundo, siendo de uso común a la llegada de los españoles, hecho que sin duda tiene un trasfondo ideológico, sobrepasando los límites de una mera opción tecnológica.

En la segunda mitad de este período hay evidencia del uso ocasional, aunque tal vez no intencional, del cobre común alto contenido de arsénico (bronce arsenical) en el Valle Moche, pero es durante el Horizonte Medio (600 d.C. - 1.000 d.C.), marcado por la impronta Tiwanaku, cuando se extiende su uso. A fines de éste, se han desarrollado en el área andina dos tipos de bronce: uno de cobre-arsénico, usado en Ecuador y en el norte y centro de Perú; otro de cobre-estaño, en uso en el altiplano de Perú y Bolivia, norte de Chile y noroeste argentino.

En la zona meridional, el bronce estañífero fue usado para la fabricación de adornos, herramientas y armas. Aleaciones con un alto contenido de estaño (entre 10 y 13%) fueron utilizados en la obtención de piezas mediante vaciado, dadas sus cualidades de fortaleza y mayor moldeabilidad. Aquellos de bajo contenido de estaño (alrededor de 5%) fueron usados en objetos forjados, tales como hachas, cinceles-formones, pinzas depilatorias, tumis, tupus, etc., ya que son aleaciones dúctiles y pueden trabajarse en frío fácilmente, sin ponerse quebradizas.

Durante el Intermedio Tardío (1.000 d.C. - 1.476 d.C.) este tipo de bronce se convertirá en un material de amplia utilización en la zona, tanto en objeto ceremoniales como utilitarios, estéticos y guerreros, siendo además un bien disponible para individuos de todo nivel social.

Hay muy pocos estudios sobre los bronces arsenicales en la zona andina septentrional; la gran mayoría de los objetos examinados han sido trabajados mediante martillado para dar forma a elementos tales como cinceles, agujas y palas agrícolas, faltando información sobre pieza logradas por vaciado.

Este bronce persistió en la zona hasta la dominación Inca, que determina el Horizonte Tardío (1.476 d.C. - 1534 d.C.), período en el cual sería reemplazado por el bronce estañífero, que se usará en todo el imperio incaico o Tawantinsuyu; tal vez otro acto político -como el uso de un lenguaje único- tendiente a la unificación, estandarización y control de los aspectos culturales de los pueblos sometidos.

Los incas no fueron innovadores en aspectos metalúrgicos propiamente tales, sino que se destacan por la envergadura de las operaciones que emprendieron relacionadas con esta actividad.

El oro y la plata eran prerrogativas estatales, su explotación, almacenamiento y distribución estaban reglamentado; estaban asociados al mito de origen de la dinastía real, y por ende, con el Sol -cuyo sudor era el oro- y la Luna -cuyas lágrimas eran la plata-.

Esta tradición metalúrgica andina será interrumpida por la conquista hispana, quedando manifiesto en las obras de diversos cronistas el asombro y la ambición de los invasores ante las riquezas del imperio subyugado: templos con paredes cubiertas de láminas doradas, vajillas, ídolos y ornamentos de metales preciosos, manifestaciones materiales e ideológicas que serían saqueadas y destruidas por la nueva cultura dominante.

"Y preguntó al español qué es lo que comía; responde en lengua de español y por señas que le apuntaba que comía oro y plata".

(Guamán Poma de Ayala, Nueva Crónica y Buen Gobierno, 1615).


Para saber más


1. Lechtman, Heather. Metalurgia Superficial Precolombina. Investigación y Ciencia. Edición española de Scientific American. 1984.

2. Lechtman, Heather. The Central Andes: Metalurgy without iron. En The Coming of the Age of Iron. Ed. T. Wertime, J. Mulhy. Yale University Press. New Haven & London. 1980.


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