El tipo de azúcar y la obesidad
( Creces, 2009 )
Sabemos que debemos consumir grasas en la dieta, pero que no todas las grasas son iguales. También los azúcares son necesarios, pero ahora se discute cuales son buenos y cuales son malos. Observaciones recientes señalan que el consumo de grandes cantidades de fructosa producirían alarmantes cambios en los depósitos de grasa en el cuerpo.
La fructosa pura se encuentra en los jugos de fruta. Pero el mayor consumo no lo aporta el jugo de fruta, sino los jarabes de maíz concentrados (High fructosa corn syrup) que se utilizan en las bebidas no alcohólicas, y que se componen en un 55% de fructosa y 45% de glucosa. La otra fuente de fructosa es el azúcar corriente, que esta compuesto también de glucosa y fructosa en partes semejantes.
Frente a la epidemia de obesidad que se ha desencadenado en los últimos años, Meter Havel, y su equipo de investigadores de la Universidad de California, Davis, ha querido estudiar si ello pudiese estar relacionado con el consumo excesivo de azucares (glucosa o fructosa). Consiguieron 33 personas adultas, obesas o con sobre peso, que aceptaron someterse durante 15 días a una dieta compuesta por un 30% de grasa, 55% de carbohidratos complejos y 15% proteínas. Luego, durante diez semanas debían cambiar a otra dieta en la que el 25% de las calorías vinieran en forma de glucosa o de fructosa. Havel presentó recientemente los resultados del estudio en la Sociedad de Endocrinología que se celebró en San Francisco (Junio 2008).
En las personas que con la segunda dieta recibieron fructosa, se produjo un incremento de la grasa intra abdominal, distribuida alrededor de los órganos. Es sabido que esta distribución de la grasa se relaciona con un incremento del riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares. Lo curioso es que no sucedió lo mismo con aquellas personas que consumieron glucosa. Sin embargo ambos grupos incrementaron su peso en un promedio de 1.5 kilos.
Las que consumieron fructosa experimentaron además una elevación del colesterol y los triglicéridos plasmáticos, disminuyendo simultáneamente la sensibilidad a la insulina en un 20%. Por el contrario, estos cambios no se observaron en los que consumieron glucosa.
Habrá que esperar que otros investigadores confirmen estos hallazgos y averiguar además si también otros azucares, como la sucrosa, tienen estos mismos efectos. También sería conveniente realizar estudios a más largo plazo.