Flora intestinal: Probióticos y prebióticos
( Creces, 2009 )
Si hay alguien a la que le debemos agradecimientos es a nuestra flora intestinal. Aún cuando su presencia puede pasar desapercibida, hay que reconocer que sin su ayuda no habríamos podido sobrevivir.
En el intestino existen miles de millones de bacterias implantadas en la mucosa o simplemente flotando en su mucus. Se ubican especialmente en el intestino bajo. El rápido flujo del intestino delgado no es un lugar seguro para ellas, ya que son constantemente arrastradas por la corriente. Por el contrario en el colon las cosas son más lentas y allí florecen sin problemas. La cantidad de células microbianas es de tal magnitud, que supera en 10 veces el total de células de nuestro organismo (las células microbianas son de menor tamaño que las células del organismo). Se estima que su volumen varía entre 1 a 1.5 kilos. de nosotros mismos. Su importancia se puede valorar por lo que sucede en su ausencia. Cuando animales de experimentación son criados sin microbios intestinales ya desde el momento de nacer, sus intestinos aparecen masivamente hinchados por disminución de las terminaciones nerviosas y fibras musculares que controlan su movimiento. Se afecta también su mucosa, dificultando la capacidad de absorción. Se inhibe el desarrollo del sistema inmunológico, lo que lleva a sucesivas infecciones que terminan con la muerte del animal. Si se restablece la colonización bacteriana, rápidamente se normalizan todas estas anormalidades.
La colonización bacteriana del intestino comienza muy tempranamente, ya desde el momento de nacer. El intestino fetal no contiene bacterias, pero a poco de nacer, estas comienzan proliferar llegando a constituir un ecosistema, que por sus complejas funciones se ha considerado ser un órgano más del cuerpo humano. (Nuestra flora intestinal es parte de nosotros mismos). En los individuos sanos, a los dos años de edad, la biomasa (flora) alcanza una gran variedad microbiana, que siendo propia para cada individuo, se mantiene estable a lo largo de la vida. En la actualidad, mediante la determinación del DNA bacteriano (genoma bacteriano), ya ha sido posible establecer que en el intestino existen más de 2000 especies bacterianas diferentes y se presume que en la medida que se vaya clasificando la flora de nuevos huéspedes, esta variedad puede llegar varios miles. (Science, vol.212, junio 2006, pág. 1355).
En su conjunto constituyen un genoma (número total de genes de un organismo) 100 veces superior al nuestro. Las bacterianos intestinales mediante sus genes codifican mediadores químicos, los que inducen cambios metabólicos en las células de la mucosa en que están insertos para que estas produzcan substancias nutritivas, especialmente azucares, que ellas necesitan. A su vez mediante sus genes, ellas contribuyen con la producción micro nutriente que el organismo necesita, como es el caso de la vitamina K, o los isopropanoides. Por otra parte, los genes bacterianos ordenan la digestión de estructuras químicas provenientes de las plantas, como también inactivan substancias tóxicas y degradan estructuras vegetales que el organismo no está capacitado para hacerlo, como fibras y polisacáridos estructurales. Con ello incrementan la disponibilidad calórica hasta un 30%. En realidad las bacterias intestinales deben ser consideradas como un superorganismo, en que se suman genes bacterianos y humanos en una actividad metabólica conjunta. (El genoma de la flora microbiana (microbiota), también nos pertenece) Proyectados en el tiempo, pareciera que el genoma de los microbios intestinales ha ido evolucionado en conjunto con el genoma humano, llegando a formar una asociación de beneficio mutuo. (New Scientist, octubre 10, pág. 38, 2005)
La inmunidad en la mucosa intestinal
La mucosa intestinal no sólo es un órgano digestivo, sino que también constituye la principal estructura inmunológica del organismo. Contiene en su interior un rico tejido linfoide que constantemente esta reaccionando frente a los numerosos antígenos que diariamente llegan con los alimentos. Como mecanismo defensivo, la exposición del intestino a microorganismos que no son parte de su flora, desencadena una intensa reacción inmune. Pero para que ello suceda es necesario que previamente se haya instalado la flora microbiana normal. A este nivel la homeostasis del organismo necesita que el sistema inmunológico sea discriminatorio. Es decir, que no responda al contacto de antígenos de los alimentos y bacterias no patógenas, y que si lo haga frente a gérmenes patógenos u otros agentes que puedan significar un peligro.
Antibióticos y prebióticos
Diversas experiencias han permitido sostener que la ingestión de microorganismos exógenos no patógenos, ayuda y protegen a la flora intestinal y al sistema inmune del organismo. Estas bacterias beneficiosas para la flora se han denominado "probióticas" en contra posición al término "antibióticos", sustancias que las matan. Son bacterias capaces de sobrevivir al tránsito del tubo digestivo, llegando a ejercer efectos beneficiosos, tanto para la flora intestinal, como en el organismo huésped.
Los probióticos ejercen también efectos beneficiosos para la inmunidad innata intestinal, incrementando su protección frente a gérmenes patógenos. Por ello son efectivos en el tratamiento de enfermedades inflamatorias crónicas del intestino y en cuadros alérgicos. Al ingerirlos colonizan el intestino y fortalecen el normal metabolismo de la misma. Entre los gérmenes probióticos se encuentran varias cepas del genero Lactobacillus y bifidobacterium, las mismas que se utilizan en los yogur. Uno de ellos, el Lactobacillus johnsonil (La1) tiene buenas propiedades de adhesión a la mucosa, potenciando simultáneamente las respuestas inmunes del organismo, tanto locales como sistémicas. Incluso recientemente se ha demostrado que impiden la colonización de la mucosa gástrica por el bacilo Helicobacter pylori, responsable de gastritis y úlceras gástricas en niños y adultos. (J.Nutr.131, 2001, pág. 11065)
También se ha estudiado una cepa de bifidobacteria, muy efectiva en el tratamiento de las diarreas infantiles y especialmente en las provocadas por el rotavirus. Se trata de la bifidobacteria lactis (B. lactis), que incrementa la producción de anticuerpos IgA en la mucosa intestinal.
Prebióticos
Más recientemente se ha acuñado el término de "prebiótico", que no corresponde a organismos vivos, sino a substancias contenidas en alimentos que poseen efectos benéficos para las bacterias del colon. Están presentes en las achicorias, ajos, berros y cereales, como cebada, trigo y avenas. Corresponden a estructuras de hidratos de carbono que formando cadenas cortas y largas, no son digeribles. Dos de los más estudiados y ya utilizados, son la inulina y los fructooligosacáridos (FOS), derivados de la misma inulina. Bacterias benéficas del intestino (bifidobacterias) los utilizan como elementos básicos que necesitan para multiplicarse rápidamente y desplazar a bacterias dañinas. Entre otras cosas, mejoran la absorción del calcio y son muy útiles para prevenir infecciones gastrointestinales, ya sea en niños, enfermos o ancianos.(Bacterias amigas pueden ser aún más amigas)
En resumen, se están comenzando a conocer en mayor profundidad las complejas interacciones existentes entre la flora intestinal y el organismo huésped. Con ello está siendo posible modular diferentes cepas bacterianas de la flora intestinal lo que abre nuevas posibilidades terapéuticas para alteraciones digestivas, alergias a alimentos y fortalecimiento de procesos innatos, (New Scientist, Agosto 2007, pág. 34).