La prolongación de la niñez y adolescencia en el género humano
( Creces, 2009 )

En la especie humana, la niñez y la adolescencia son más prolongadas si se comparan con el chimpancé u otros simios superiores. Debido a ello es que se retrasa la etapa reproductiva. En compensación vivimos más.

Existe una faceta muy propia de la infancia humana: a diferencia de nuestros primos, el chimpancé y otros simios mayores, los humanos después del destete siguen un largo periodo de desarrollo, durante el cual continúan siendo dependientes de los padres tanto para su alimentación como para su sobrevivencia en general. Ello dura hasta los seis o siete años de edad. Por el contrario, el chimpancé no tiene infancia, y son independientes, tan pronto como abandonan la lactancia materna.

También los humanos son los únicos que prolongan la adolescencia (teniendo al final de ella, incluso un repunte de su crecimiento), lo que los obliga a retrazar la reproducción hasta seis años después del periodo de la pubertad. Como promedio, el primer hijo llega a los 19 años de edad. A nivel mundial, el promedio de años para el primer niño, es de 22.5. Este largo periodo de desarrollo, tanto de la niñez y como de la adolescencia, es una condición única de la especie humana. En la actualidad los investigadores han podido detectar que el tiempo que demora la madurez humana es el doble del que requiere la madurez del chimpancé, pero a diferencia de ellos, vivimos entre dos y tres décadas más.

Esta situación es única entre los mamíferos y desde el punto de vista evolutivo, ella comenzó a producirse ya avanzada la evolución de la especie "Homo". Los antropólogos, en diferentes excavaciones, han ido encontrando restos de cráneos y esqueletos pertenecientes a niños que existieron durante diferentes periodos evolutivos. Aunque estos han sido escasos, la implementación de sofisticadas y modernas técnicas ha permitido llegar a importantes conclusiones. Es así como los investigadores se han ido formando una idea de cómo y cuándo se fue produciendo esta peculiaridad evolutiva, caracterizada por la prolongación del proceso de la madurez, llegando a la conclusión que ocurrió en el periodo comprendido por los últimos tres millones de años, cuando simultáneamente se fue requiriendo cada vez más tiempo para alcanzar la madurez cerebral. (El cerebro del adolescente)
Con diferentes metodologías han examinado cráneos, dientes y restos óseos, extraídos de diversas excavaciones, pertenecientes a edades tempranas de la infancia, comprobando con renovadas técnicas los avances del proceso madurativo en diferentes tiempos y edades. Han desarrollado técnicas de escáner y precisas radiografías de cráneos y de otros restos óseos, logrando estructurar imágenes tridimensionales para evaluar los cambios experimentados por la caja ósea que ha debido adaptarse para contener un cerebro cada vez más complejo y de mayor tamaño.

Pareciera que la historia de nuestros parientes más próximos, los Neandertals, ya habrían tenido algún incremento de su niñez, pero sin ser esto muy significativo. Ha sido en cambio durante la evolución del género Homo, cuando se alcanzó el incremento significativo de la duración de la niñez. (Science vol 322, Noviembre 14 de 2008, pág. 1040).


Si se vive más rápido se muere antes

En el año 1925, Raymond Dart, anatomista Australiano, anunció el descubrimiento de un espécimen muy raro. El cráneo de un niño homínido, que llamó el niño de "Taung" (Más sobre los ancestros del hombre). Dart estimó que ese niño al morir, hace dos millones de años, debería haber tenido 6 años de edad, ya que su primer molar ya había emergido. Como todos los padres saben, a esa edad caen los primeros dientes de leche de los niños y al mismo tiempo aparecen los primeros premolares.

Más tarde, en 1984, el anatomista Christopher Dean y Timothy Bromage, desarrollaron en el laboratorio de la University College of London (UCL), un nuevo método que les permitió calcular la edad cronológica de restos fósiles de niños con gran exactitud. Consistía en contar las líneas microscópicas de la superficie del diente, que al igual que los troncos de los árboles, van apareciendo concéntricamente en la medida que crece el niño. Por este método calcularon la edad del niño de Taung y tuvieron la sorpresa que de acuerdo a él sólo tenia 3.5 años de edad y no 6 años, como se había establecido antes. Esto lo hacia más cercano al chimpancé, en que el primer premolar erupciona a la edad de 3.5 años. (Tabla). Con ello concluyeron que los australopitecus en su desarrollo, se parecían más a los grandes monos y no al hombre moderno.

Esta información apareció publicada en Nature en 1985 y produjo conmoción entre los antropólogos. ¿Cuándo entonces y porqué nuestros antecesores comenzaron a postergar la edad de reproducción? Postergar la reproducción, al menos teóricamente, representa un riesgo para la conservación de la especie. Muchos grandes animales tienen un proceso de crecimiento lento con una reproducción postergada. Tal es el caso de los rinocerontes, los elefantes y los chimpancés, y como consecuencia de ello, al retardar el nacimiento de los hijos, ahora están amenazados de extinción. Para que una especie tenga más probabilidades de mantenerse, es necesario tener hijos lo más precozmente posible.

Pero sorpresivamente la especie humana parece haber sobrevivido a pesar de retardar el inicio de la reproducción. Por el contrario, hemos proliferado llegando a sobre pasar los seis mil millones de habitantes.

El niño Taung y otros niños australopitecus, incluyendo un descubrimiento relativamente reciente de un fósil de tres años de edad, encontrado en excavaciones en Dikita, Etiopia, (Otro ancestro pariente de Lucy), confirman que la prolongación de la niñez que se ha comprobado en el genero humano fue sucediendo después de los australopitecus, durante la evolución del género "Homo". Los investigadores han concluido que esta postergación de la procreación en el Homo primitivo, se constató por primera vez en África, hace dos millones de años.

Desgraciadamente se han encontrado muy pocas mandíbulas de niños de las primeras etapas del género Homo, por lo que ha sido difícil determinar en que periodo se fue produciendo esta elongación de la madurez y su consecuente retrazo de la reproducción. En este sentido, todo lo que sabemos se ha deducido del examen de un esqueleto de un niño "Homo erectus" que existió hace 1.6 millones de años, cerca del lago Turkana, en Kenia. El Homo erectus está entre los primeros ancestros humanos que alcanzó un cerebro de mayor tamaño que el de los primeros homínido. A diferencia de los pequeños australopitecus, este niño Turkana era alto. Pesaba 50 kilos y medía 1.63 centímetros y se veía como de 13 años de edad de una familia humana moderna. Sin embargo, dos estudios dentales realizados posteriormente demostraron que la edad era entre los 8 a 9 años y 10.5 años respectivamente.

De allí que ahora se estima que ese niño, a pesar de su tamaño, al morir tendría una edad de 8 años y no 13 como se pensó en un momento. El esqueleto y la micro estructura dental del niño y los nuevos datos de otros miembros de su especie, demostraron que tempranamente había alcanzado su talla adulta y una masa corporal en relación a lo que se observa en el hombre moderno. Todo esto hace pensar que el niño aún no había experimentado un largo y lento periodo de crecimiento, y que por el contrario habría llegado más precozmente a la edad de reproducción. Se piensa que podría haber alcanzado esta a los 14.5 años, según la erupción de su tercer premolar, que tanto en los humanos como en el chimpancé, erupcionan alrededor de la edad de su primera reproducción.

En consecuencia, este niño Turkana de 8 años de edad, fue probablemente mucho más independiente que el niño de 13 años del hombre moderno. Sin embargo el estudio completo de la pelvis femenina de aquella época, sugiere que el cambio comenzó con el Homo erectus. El perímetro del canal pelviano ya es mayor que el de Lucy, pero aun inferior al de la mujer del hombre moderno (fig. 2). Estos indicaría que ya el tamaño del cráneo del recién nacido había comenzado a crecer y posiblemente, en el útero, el cerebro tendría una mayor cantidad de materia gris. En otras palabras, el Homo erectus, ya al nacimiento habría tenido un mayor desarrollado cerebral, pero sin alcanzar todavía la madurez del hombre moderno. Esto sugiere que el desarrollo del niño en aquella etapa estaría en una situación intermedia entre el chimpancé y el hombre moderno.


¿El desarrollo lento significa vivir más?

Todo esto hace pensar que el Homo erectus estaba comenzando a hacer más lenta su historia y posiblemente fue entonces cuando comenzó a prolongar su madurez. Posteriormente, el hallazgo en Atapuerca, España, de tres restos fósiles pertenecientes a jóvenes que habían fallecido 800.000 años antes, permitieron aclarar mucho más, comprobando que ellos si habían madurado como el hombre moderno. (En España encuentran restos humanos de más de un millón de años). Un estudio realizado en 1999, basado en la erupción dental, así lo logró señalar.

Por otra parte, otros estudios recientes han demostrado que ya el Homo sapiens, que apareció en el norte de África hace 200.000 años, ya se había extendido el periodo de su niñez y adolescencia. Investigaciones realizadas en el 2007, estudiando las líneas de los dientes, demostraron que en niños que habían vivido hace 160.000 años en Jebel Irhoud, Marruecos, estaban creciendo y madurando más lentamente (Science, Diciembre 2007, pág. 1546). Todo parece indicar que el proceso de alargamiento de la niñez habría ocurrido entre los 800.000 y 200.000 años (Science, Noviembre 14 del 2008, pág. 1040).

Pero del punto de vista evolutivo, se puede preguntar ¿Qué ventaja tendría para la especie humana hacer más lenta su madurez y con ello postergar el inicio de su etapa reproductiva? Muchos investigadores están de acuerdo que una niñez prolongada permitiría a la nueva generación poder aprender más de los otros y con ello mejorar su capacidad de sobrevivencia y al mismo tiempo prepararlos para ser mejores padres. Otros también afirman que la niñez prolongada da más tiempo para que madure un cerebro que ha alcanzado un mayor tamaño, con respecto al del Homo primitivo. Pero sin embargo esto no parece ser tan cierto, pues es sabido que el mayor crecimiento y madurez del cerebro ocurre en los primeros periodos de la vida, ya sea en la etapa intrauterina, y los primeros tres o cuatro años, cuando el cerebro alcanza el 80% de su peso adulto.

Pero puede haber otra razón: el cerebro grande del hombre moderno es un órgano muy caro desde el punto de vista metabólico y sería probable que para construirlo y desarrollarlo, haya sido necesario posponer la edad de la reproducción (Journal of Human Evolution, Science, Junio 15, 2007, pág. 1560). En compensación la especie humana moderna ha tenido más nacimientos que los chimpancés. La tasa de nacimientos es de 0.31 por año, superior a la del chimpancé que alcanza sólo a 0.22 nacimientos por año.

Fue esta fecundidad la que requirió ser gregario y vivir en una aldea, o por lo menos adaptarse mediante una familia extendida, que englobara padres y abuelos que ayudaran a proveer y cuidar a los jóvenes, cosa que otros primates no han logrado (Science, Abril 25, 2007, pág.535).


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