Henry McDonald, director del Ames Research Center de NASA en California, dice que el aparato debería tener alas desplegables de dos metros, con una autonomía de vuelo de una a cuatro horas, y que, además, debiera ser capaz de llevar una carga de siete kilos en instrumentos. Estos serían cámaras y radar, capaces de tomar fotografías de alta resolución de la superficie marciana.

Uno de los objetivos será el volar sobre el Valle Marineris, que es un enorme cañón, y fotografiar sus paredes laterales, para obtener información de la composición geológica de éste. El desafío no es fácil, dado lo tenue de la atmósfera marciana, que equivaldría a volar sobre una altura de 50.000 metros sobre la superficie de la Tierra. Por otra parte, la gravedad de Marte es mucho menor, lo que no exigiría tanta sustentación. A pesar de todo se necesitarán grandes alas y motores más potentes. Como la velocidad del sonido en Marte es menor que en la Tierra, el avión la rompería, con lo que perdería eficiencia en su misión.

El avión se lanzaría en Marte desde un paracaídas, y sus alas se extenderían antes que éste tocara la superficie, iniciándose en ese momento el planeo con la ayuda de un sistema de propulsión. "Los problemas son muchos" dice McDonald pero creo que las tecnologías necesarias ya existen y el programa parece perfectamente factible" (New Scientist, Feb. 13,1999, pág. 23).