La esquiva inteligencia emocional
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1998 )

La inteligencia emocional puede involucrar una nueva e interesante concepción, pero previamente habría que definirla muy bien y al mismo tiempo buscar un método para poder medirla.

En la década de los 80, dos psicólogos americanos, Peter Salovey de la Universidad de Yale y John Mayer de la Universidad de New Hampshire buscaban una forma eficaz para incluir en la evaluación de las cualidades mentales, factores tales como la empatía, la propia conciencia y el control emocional. Para ello acuñaron la frase de "inteligencia emocional". Más tarde el escritor Daniel Goleman, tomo el mismo concepto y sobre él, publicó un libro titulado: "Inteligencia Emocional: Por qué puede dar más que el Cuociente Intelectual".

El libro ha sido un best seller, y como consecuencia de ello, el término se ha generalizado y utilizado en una variedad de circunstancias. Incluso en el Internet se ofrecen tests para medir la inteligencia emocional o IE. En uno de ellos por ejemplo, se hace la siguiente pregunta: Si Ud. está en un avión y de pronto viene una turbulencia. ¿ Ud. continua observando la película (a)?, o ¿se pone alerta para lo que viene (b)?, o ¿no hace nada de lo señalado en a o b?, o finalmente ¿no está seguro de su actitud?. Según como responda esta pregunta, se asigna un puntaje que va de 200 a 25. Con un puntaje máximo, Ud. es un genio emocional. Con 25, Ud. es un hombre de la edad de piedra. El hecho es que la inteligencia emocional ha pasado a ser la gran moda de la psicología actual.

No es raro que el concepto haya prendido tan fácilmente, dadas las condiciones de incertidumbre de la sociedad, en que el de incremento de la violencia y la criminalidad, la competencia cruel, el abuso de las drogas en la juventud, y en general la relajación moral de la sociedad, plantea problemas difíciles de solucionar. En estas condiciones, el culpar a deficiencias de lo que se ha llamado inteligencia emocional, ofrece una cierta forma de catarsis. Si al mismo tiempo, alguien propone mejorar los niveles de la inteligencia emocional como para que la juventud este capacitada para enfrentar los desafíos, se completa el cuadro de amplia aceptación que ha tenido el concepto entre los psicólogos. En estas condiciones, nadie puede dejar de recibir con simpatía los esfuerzos que se puedan desarrollar para mejorar la empatía, cosa que se plantea como que esta más allá de la medición del frío cuociente intelectual.

Sin embargo, antes de aceptar a priori estos probables beneficios, hay que tratar de contestar por lo menos dos preguntas: ¿Puede realmente medirse la inteligencia emocional? y ¿Lo que se propone, es capaz realmente de inducir modificaciones en los niños, de modo que los capacite en determinadas habilidades como para enfrentar mejor su futuro?.

Los cruzados de la inteligencia emocional, son optimistas sin reserva. Desde luego, ellos creen que más allá del frio número de un cuociente intelectual, se puede predecir mucho acerca del futuro comportamiento, si a ello se agrega lo que se ha llamado "el test del caramelo".

Allá por el año 1960, Walter Mischel, un psicólogo de la Universidad de Stanford, regaló caramelos a un grupo de niños de cuatro años de edad y luego los dejó solos en la habitación, prometiéndoles que si algún niño no se comía los caramelos hasta que él volviera (15 a 29 minutos más tarde), los recompensaría con otro caramelo. Años más tarde (10 años), Mischel pudo comprobar que los niños que triunfaron en este desafío de controlar su deseo, al llegar a la edad de los 15 años, coincidían con que eran los más equilibrados social y emocionalmente, al mismo tiempo que académicamente también eran más competentes. Según Goleman (el autor del libro), este test es mucho más eficiente que el cuociente intelectual, cuando se utiliza para predecir comportamientos futuros.

Goleman estima que la capacidad de lo que llama la gratificación tardía, es en realidad una condición fundamental, un triunfo del proceso de razonamiento cerebral, sobre las acciones repulsivas. Pero la pregunta realmente es: ¿Esto significa una real medida del cuociente intelectual emocional?. O ¿Tal vez es una apreciación simplista frente al muy complejo comportamiento mental?.

Durante el desarrollo de este test del caramelo, Mischel observó que los niños que tenían éxito en no comerse el caramelo, eran capaces de pensar en otras cosas. Algunos cantaban, golpeaban sus pies, se contaban historias o desarrollaban cualquier otra actividad para evitar comérselo.

Sin embargo, dar todo el valor a esta capacidad de postergar las gratificaciones, parece exagerado. Hay también otros componentes emocionales, como la propia conciencia, el control de los impulsos, la automotivación, la empatía, u otros, que es muy difícil imaginar que se puedan medir. Por esto muchos psicólogos, como Roos Burk de la Universidad de Connecticut, dudan que la inteligencia emocional pueda medirse como se hace con el cuociente intelectual. "Las capacidades emocionales son resbaladizas y siempre relativas, mientras que el cuociente intelectual es concreto". "La capacidad de comunicación, es diferente frente a alguien que se conoce, o por el contrario, frente a alguien desconocido y cada relación tiene sus propias características emocionales de comunicación".

Paul Harris de la Universidad de Oxford, autor del libro "Los Niños y las Emociones", señala que si se trata de medir la empatía, hay que considerar hacia a quien el niño dirige la empatía. En otras palabras, todas las respuestas emocionales están embebidas en un contexto social.

Investigadores del comportamiento, ayudados por la cámara de video, comprueban lo temprano que en la vida esto se inicia. Estudios de Vasudevi Reddy, psicólogo de la Universidad de Portsmouth, señala que las expresiones de vergüenza de lactantes muy pequeños, dependen críticamente del contexto social. Es así como estos pequeños lactantes dan vuelta su cabeza, rehuyen la mirada, o cubren su cara con las manos, dependiendo de con quien están.

Pero aún si se pudieran medir estas emociones en lactantes, enseñarles a los niños su control, como sugiere Goleman es una muy difícil tarea. Las diferencias individuales, junto al hecho de que las emociones dependen del contexto social, hacen difícil imaginar el desarrollo de programas de entrenamientos que llenen las necesidades de los diferentes niños. "Si alguien tiene tendencia a ser agresivo, se puede entrenar para controlar estos sentimientos. Sin embargo, entrenar a un extrovertido es muy diferente que entrenar a un introvertido. No es fácil afirmar que este es empático o no", dice Burk.

Pero aún hay otra complicación para el profesor de empatía y desarrollo de la propia conciencia. Seguramente que al hablarle a un niño de 5 años acerca de empatía, no va a tener respuesta, ya que expresar una emoción no es lo mismo que entenderla. Ante ello, dijo Harris, hay que aceptar que las vidas emocionales están fuertemente influenciadas por el conocimiento de los sentimientos de las otras personas. A esta edad, los niños creen que la felicidad o la tristeza dependen simplemente de sí las personas acceden a sus deseos o no. Es más tarde cuando ellos toman conciencia que el universo emocional se expande, para incluir nociones de orgullo, culpa y vergüenza.

A pesar de todo ello, algunos psicólogos y educadores están empeñados en mejorar la inteligencia emocional, diseñando para ello programas de enseñanza. En New Haven, por ejemplo, la Augusta Lewis Troup Middle School, da lecciones para impulsar el control, para lo cual se hace pensar a los niños en las luces del tráfico. ¿Cómo desechar el enojo?, mire la luz roja, deténgase y cálmese. La luz amarilla significa pensar sobre el problema. La luz verde, una solución positiva, no agresiva.

El Libro de Goleman aplaude con entusiasmo estos programas. Sin embargo, no está probado el valor que ellos tengan para la mayoría de los niños. Harris cree que el análisis emocional y el entrenamiento de los niños, ciertamente es efectivo en los extremos emocionales, como puede ser el caso de los niños que han sido gravemente maltratados, u otros con necesidades específicas. Pero el mismo Harris duda que estos programas puedan ser útiles para la población en general.

El mismo Goleman, cita a Aristóteles en Nicomachean ethics: "Cualquiera puede enojarse. Pero enojarse con la persona correcta, en el grado adecuado, en el momento preciso y en la forma adecuada, eso es ya más difícil". Finalmente, hay que reconocer que el concepto de inteligencia emocional puede ayudar a personas que al darse cuenta que algunas habilidades son importantes para alcanzar los objetivos intelectuales, pero estamos tan lejos como en los tiempos de Aristóteles, hace ya 2000 años, de ser capaces de medirla o desarrollarla.



Karen Gold y David Concar

Emotion, Abril 25, 1996.



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