Chips y astrología
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1987 )

Hubo un tiempo en el que la astronomía estuvo al servicio de la astrología. "El hombre": escribió Laplace a finales del siglo XVIII, "conducido por las ilusiones sensoriales a creerse centro del universo, se persuadió fácilmente de que los astros influyen sobre su destino y de que es posible preverlo mediante la observación de sus aspectos en el momento de su nacimiento".

La astronomía, en efecto, fue utilizada por los sacerdotes de las antiguas religiones y se constituyó en la base de todas las teologías. Poco a poco, sin embargo, fue perdiendo su carácter sagrado y se convirtió en una ciencia. En el año 1609, Galileo fue el primer astrónomo en escrutar los cielos con un telescopio, y así le fueron luego las cosas. Herschell, en 1773, cuando todavía era organista en Bath, empezó a fabricar sus propios telescopios y gracias a uno de ellos pudo descubrir el planeta Urano, el primero que se encontraba desde los tiempos prehistóricos. Hoy, poco más de 200 años después, los astrónomos disponen ya de telescopios provistos de chips de silicio ultrafotosensible así como de computadores electrónicos.

Sorprende comprobar - por lo menos al observador superficial- que, mientras se producen tantos avances tecnológicos en el campo de la astronomía (y en tantos otros campos), se asista también hoy al resurgimiento de doctrinas, creencias y supersticiones que se creían poco menos que definitivamente superadas: magia, brujería, satanismo, medicina natural y, desde luego, astrología.

Basta abrir la página de cualquier diario e incluso algunas revistas para encontrar el anuncio y vaticinio de astrólogos que ofrecen la posibilidad de conocer nuestro destino a partir de una sabia, recta y profesional lectura de los astros. Es penoso que tal cosa aún ocurra en Chile, donde está el parque de observatorios astronómicos más importantes del hemisferio sur.

No importa, entonces, que la moderna astronomía, gracias al chip de silicio ultrafotosensible, pueda "ver" hoy a distancias del orden de los diez mil millones de años-luz.

El hombre - abrumado por tanta tecnología - necesita alimentar sus propios misterios, y de allí que sean muchos los que prefieran colocarse en las filas de la Contracultura, que - con sus plumas multicolores y recurriendo incluso a la acción de las drogas - nos proponen desconfiar de la lógica, de la racionalidad, del análisis, de los principios y, en suma, de la ciencia, para salvar al mundo de los "mitos de la cultura objetiva".


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada