Fisiología de la respuesta sexual
( Publicado en Revista Creces, Junio 1987 )

Gracias a la incorporación de métodos de monitoreo electrónico en el estudio de la génesis de la respuesta sexual humana, se conoce hoy un poco mas sobre este intrincado proceso psíquico, fisiológico y bioquímico.

Gracias al uso de modernas técnicas para medir el flujo sanguíneo, la aplicación de la termografía que permite identificar zonas de mayor o menor temperatura en determinados tejidos, así como el empleo de fármacos específicos, el estudio de la sexualidad humana ha podido dar pasos decisivos tendientes a clarificar su génesis y desarrollo. No sólo ha progresado la investigación práctica sino que, al mismo tiempo, las concepciones teóricas han hecho vuelcos de importancia.

La respuesta sexual humana comprende tres fases: el deseo, la excitación y el orgasmo, según el nuevo modelo propuesto por la psiquiatra estadounidense Helen S. Kaplan, en el que cada una de las fases corresponde a un sustrato fisiológico preciso.


Respuestas

La fase de deseo no se consideraba en el modelo propuesto por W. Masters y V. Johnson hace ya casi 40 años. Esta fase tiene un sustrato fundamentalmente neuronal: un individuo experimenta deseo sexual cuando, bajo condiciones fisiológicas y psicológicas favorables, se activan sus centros cerebrales correspondientes.

La excitación sexual, puesta en evidencia por la erección del pene o la lubricación de la vagina, tiene una base fisiológica vascular (de los vasos sanguíneos), mientras que el orgasmo es una respuesta fisiológica fundamentalmente muscular.

Las estructuras cerebrales que gobiernan la aparición del deseo sexual se localizaron mediante la estimulación eléctrica de diversas zonas del encéfalo. La experimentación con animales demostró que este tipo de estimulación, aplicada a puntos específicos, produce pautas de conducta características de los momentos previos a la cópula. En el ser humano los centros sexuales se localizan principalmente en la zona del encéfalo llamada sistema límbico y en especial en el hipotálamo y la región preóptica. Este sistema también regula otras funciones como la conducta de autodefensa.

Existen núcleos neuronales cuya activación facilita la aparición del deseo sexual y otros que, al excitarse, lo inhiben. El predominio de impulsos facilitadores o inhibidores determinará la aparición del deseo sexual. Tanto unos como otros son impulsos eléctricos que necesitan sustancias químicas específicas para su transmisión sináptica. En este sentido, la dopamina funciona como neurotransmisor de los centros facilitadores y la 5-hidroxitriptamina como neurotransmisor inhibidor.

La aparición del deseo puede modificarse mediante la administración de fármacos que bloqueen o faciliten la acción de los neurotransmisores. Por ejemplo, la L-Dopa (Di oxifenil alanina Levógira), fármaco usado en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, así como la PCPA (paraclorofenilalanina), que bloquea el efecto 5-hidroxitriptamina, incrementan el deseo sexual en los pacientes a quienes son administrados. No obstante, la aplicación terapéutica específica en los problemas de la disfunción sexual aún no está comprobada.

Por su parte, los andrógenos (hormonas masculinas) -en particular la testosterona- son necesarios para la aparición del deseo sexual tanto en el hombre como en la mujer. Parece ser que obran sobre las neuronas del hipotálamo permitiendo que los neurotransmisores actúen. Se encontró que la hormona liberadora de la hormona luteinizante (LHRH) producida en el hipotálamo, propicia la aparición del deseo.


Modificaciones

Los centros del deseo sexual se encuentran interconectados con los centros del placer; así, cuando se estimulan estos últimos, se liberan endorfinas -opiáceos producidos en el mismo encéfalo- y se confiere calidad placentera a esta experiencia. De igual manera existen conexiones con los centros del dolor, lo que explica la desaparición del deseo sexual cuando se experimentan sensaciones dolorosas.

Tan pronto como el individuo recibe un estímulo sexual efectivo, el organismo empieza a experimentar una serie de modificaciones. Las primeras en aparecer son las genitales, específicamente la erección peneana en el caso del hombre y la lubricación vaginal en la mujer. Más tarde se agregan otras manifestaciones como el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, y de la presión arterial.

La base fisiológica de las modificaciones que se dan durante la excitación es la vasocongestión junto con otros cambios en los vasos sanguíneos. Esta hipótesis fue propuesta por Masters y Johnson cuando observaron, en laboratorio, la respuesta sexual a diversos métodos de estimulación. Las técnicas de estudio del flujo sanguíneo con radioisótopos y termografía apoyan la idea de que la vasocongestión causa los cambios propios de esta fase.

La medición de la velocidad de aclaramiento del xenón radiactivo proporciona información precisa sobre el comportamiento del flujo sanguíneo. Si se inyecta un radioisótopo, como el xenón radiactivo, en el interior de los cuerpos cavernosos del pene, se puede medir -con un contador de radiación- la velocidad con que dicho elemento se retira. Como el xenón desaparece por la acción del flujo sanguíneo, la velocidad con que lo hace permite medir indirectamente la cantidad de este flujo sanguíneo.

Esta técnica fue aplicada por Grom Wagner; del Instituto de Investigación Fisiológica de Copenhague, en sus estudios sobre erección peneana y lubricación vaginal. En estos experimentos pudo demostrar que la velocidad de aclaramiento durante la erección disminuye en forma notoria con la estimulación sexual efectiva; si se calculan las mediciones en unidades de flujo sanguíneo se observa que el nivel basal, que va de ocho a nueve milímetros/minuto/10O g de tejido, disminuye con la erección hasta cinco unidades.


Termografía

Otra técnica al estudio de la respuesta sexual es la termografía. Con ella se obtiene un mapa térmico del organismo en que claramente se aprecia el aumento de temperatura en las zonas genitales durante la excitación, particularmente en el pene y en el tercio externo de la vagina. Esto se ha interpretado como el registro gráfico o la manifestación térmica de la vasocongestión.

La vasocongestión del pene se produce gracias a las modificaciones de los vasos sanguíneos que irrigan dicho órgano. Mediciones realizadas en cadáveres revelaron que se requiere una presión de 70 a 80 mm de mercurio para que ocurra una erección completa. En términos generales se puede decir que las arteriolas del pene poseen pequeñas estructuras de músculo liso que se encuentran contraídas mientras el pene está flácido. Cuando se recibe un estímulo sexual los centros de la médula ósea se activan, envían información a la zona genital y se produce la liberación del neurotransmisor, probablemente acetilcolina, lo que provoca la relajación del músculo liso de las arteriolas del pene, el aumento de la presión y de la cantidad de sangre.

Por su parte, la aparición de líquido de lubricación en la vagina no ha podido explicarse cabalmente, tal vez por el hecho de que ha sido mucho menor la cantidad de estudios sobre la fisiología sexual femenina que sobre la masculina.

Masters y Johnson demostraron que la lubricación vaginal no era producida por las glándulas de Bartholin ni por la secreción cervical (del cuello uterino). Ellos propusieron que la causa era la vasocongestión y hablaron de la existencia de un posible mecanismo de transudado. La aplicación de las nuevas técnicas de registro fisiológico, como el aclaramiento del xenón, la fotopletismografía y la medición de la presión parcial de oxígeno intravaginal, ha puesto en duda la validez de esta hipótesis.

Al contrario de lo que sucede durante la erección, se ha encontrado que cuando hay
estimulación sexual efectiva en la mujer, aumenta la velocidad de aclaramiento del xenón. Esto significa, en términos numéricos, un aumento del valor basal que partiendo de ocho a nueve milímetros/minuto/100 g de tejido, llega hasta los 27. La presión parcial del oxígeno intravaginal -oxígeno que se difunde de los vasos sanguíneos hacia las paredes vaginales- incrementa hasta cuatro veces su valor basal como respuesta al estímulo erótico.

También mediante la fotopletismografía, técnica que consiste en registrar el reflejo de una fuente constante de luz y que varía conforme aumenta o disminuye la concentración de glóbulos rojos en la pared vaginal, se ha registrado un incremento de la frecuencia y amplitud de onda durante esta fase de excitación. Todas las mediciones mencionadas, así como la comparación electrolítica del líquido de lubricación con el plasma, hacen sospechar la presencia de un mecanismo aún no detectado que produce el líquido de la lubricación vaginal. Este es un asunto abierto a la investigación en estos días.


Orgasmo


Cuando el deseo lleva al individuo a buscar estímulos sexuales y éstos provocan los cambios de la excitación, la secuencia de respuestas fisiológicas desemboca en el orgasmo. Durante esta respuesta de naturaleza refleja, el individuo experimenta sensaciones más placenteras.

La base fisiológica del orgasmo es la contracción muscular clónica. Se entiende por clonus o clono a una serie de contracciones rítmicas e involuntarias determinadas en un músculo o grupo muscular por la extensión brusca y pasiva de sus tendones. Tras dicha contracción aparecen relajaciones prácticamente totales y contracciones con intervalos de 0.6 a 0.8 segundos. La respuesta orgástica no está localizada específicamente en una zona del organismo pues es una reacción total, sin embargo sus manifestaciones más típicas y fácilmente registrables se observan en el área genital.

En el hombre la fase orgástica puede dividirse en dos subfases: emisión y eyaculación. La emisión se produce cuando las raicillas nerviosas simpáticas sacras se activan y provocan la contracción peristáltica de los conductos deferentes, vesículas seminales y próstata. La aplicación de un fármaco alfabloqueador como la fenoxibenzamina, inhibe esta fase, por lo que se ha deducido que el mediador sináptico de ella es la noradrenalina.

La eyaculación se da por la contracción clónica involuntaria y rítmica de la musculatura pélvica que provoca la expulsión del líquido seminal. En la mujer no se produce fase de emisión, pero se presentan las contracciones clónicas del orgasmo, muy similares a las del varón.

Investigaciones han encontrado que cada individuo presenta un patrón constante de contracción muscular durante el orgasmo. El registro gráfico de estas contracciones a través de la medición de la presión intrarrectal permite diferenciar las contracciones orgásticas de otras involuntarias.

Los aspectos neuromusculares de las contracciones clónicas fueron revisados en agosto de 1980 por Douglas E. Mould, quien propuso un modelo para explicarlos en el que se otorga un importante papel al huso muscular, estructura encargada de percibir el estado de contracción en que se encuentra el músculo y que posee una parte contráctil denominada sistema fusimotor, capaz de contraerse cuando reciben los impulsos del sistema de raíces nerviosas eferentes alfa.

Según este modelo, los estímulos sexuales recibidos por las terminaciones nerviosas libres en el clítoris o el pene producen vasocongestión pélvica que, a su vez, aumenta la tensión muscular. E1 estímulo sexual produce entonces facilitación medular y, más tarde, el sistema eferente alfa inicia la contracción del sistema fusimotor y activa el reflejo de estiramiento. La contracción producto de este reflejo termina en una brusca relajación que provoca un nuevo reflejo.

El modelo de Mould resulta muy útil porque proporciona una explicación neurofisiológica de la alterabilidad del orgasmo ante estados psicológicos como la angustia o la excesiva preocupación por alcanzarlo.

La investigación fisiológica de la respuesta sexual se ha intensificado durante los últimos años. Actualmente existen programas de investigación sobre el deseo; la excitación y el orgasmo en varias universidades de Estados Unidos y Europa. Todos estos estudios coinciden en su interés por desarrollar un sistema de conocimientos más precisos para que la resolución de los problemas de la disfunción sexual humana pueda realizarse sobre una base científica amplia.


Para saber más


(1) Brewer, Barbara G. Individual differences in female orgasmic functioning: an exploration of the psicological correlates of sexual response in women. Dissertation Abstracts International, 1980, vol. XL, N° 7-b, págs. 3380-3381.

(2) Masters, William H. y Virginia E. Johnson. Respuesta sexual humana. Intermédica Editorial, 1978.

(3) Masters, W. H. y Virginia E. Johnson. El vínculo del placer, un nuevo enfoque del compromiso sexual. Editorial Grijalbo, 1982.


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