Pobreza infantil, obesidad y envejecimiento en Chile
( Creces, 2013 )

Al alza de la tasa de pobreza infantil se agregan otras dos tendencias preocupantes. Una es el aumento acelerado de la obesidad, índice que alcanza el 44 por ciento en el 20 por ciento de los niños más pobres del país, lo que significa un problema de salud pública que va a requerir iniciativas de largo plazo, tendientes a cambiar hábitos de alimentación y de fomento de la actividad física. De la eficacia de los programas a nivel escolar y las campañas en curso depende el éxito en revertir esta realidad...

Los datos de la encuesta Casen 2011 muestran que, pese a una acentuada disminución de la población infantil (hay 165 mil niños menos que en 1990), los menores son los que más sobrellevan la pobreza en el país. Según las cifras entregadas por el ministro de Desarrollo Social, más de 470 mil niños y adolescentes hasta 18 años viven en hogares cuyos ingresos no superan los 72 mil pesos por persona, y aumenta el índice de pobreza infantil, de 22,1 a 22,8 por ciento entre 2009 y 2011. De ellos, 215 mil son menores de tres años (esto es, uno de cada cuatro vive en la escasez).

Esa alza de la pobreza infantil se relaciona a su vez con el aumento de los hogares monoparentales femeninos. Mientras en 1990 el 19 por ciento de los hogares más pobres era liderado por la mujer, hoy esa cifra llega al 39 por ciento, impactando directamente en las condiciones de pobreza, pues la familia depende de un ingreso único proveído por la madre, quien suele encontrar dificultades de acceso al mercado laboral, entre otras razones por problemas relacionados con la crianza, lo que refuerza la importancia de contar con una amplia red de instituciones de cuidado infantil.

La misma encuesta arroja un antecedente alentador respecto del aumento general de la asistencia de los niños a jardines infantiles. Sin embargo, sólo el 40 por ciento de los hogares de menores ingresos envía a sus hijos a establecimientos preescolares, mientras lo hace el 50 por ciento en los sectores de mayores ingresos. Distinta es la situación respecto de las salas cuna: sólo el 10 por ciento recurre a ellas, independientemente de su condición socioeconómica. De acuerdo con los datos de la Encuesta Bicentenario 2011, la principal razón para no enviar a los niños a la sala cuna es el temor al contagio de enfermedades, por lo que se prefiere encargar su cuidado a los abuelos o a terceros.

Al alza de la tasa de pobreza infantil se agregan otras dos tendencias preocupantes. Una es el aumento acelerado de la obesidad, índice que alcanza el 44 por ciento en el 20 por ciento de los niños más pobres del país, lo que significa un problema de salud pública que va a requerir iniciativas de largo plazo, tendientes a cambiar hábitos de alimentación y de fomento de la actividad física. De la eficacia de los programas a nivel escolar y las campañas en curso depende el éxito en revertir esta realidad. Incidentalmente, este tema, que parecería de fácil consenso, ha sido y es asunto de enconada pugna política en Estados Unidos.

Asimismo, la brusca caída de la tasa de natalidad comienza a manifestarse en el acelerado envejecimiento de la población y el consiguiente cambio en el escenario demográfico. Según estos datos, en 2025 los adultos mayores igualarán en número a los menores de 15 años, lo que obligará a duplicar los esfuerzos dirigidos a ese grupo etario, y a diseñar políticas públicas transversales de apoyo a la familia acordes con esa realidad.

Editorial Diario El Mercurio, Agosto 09 de 2012



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