El daño que produce el plomo exige una mayor revisión
( Creces, 2014 )

El plomo no debiera estar en la sangre. A diferencia de otros metales, como el zinc, fierro, cobre o selenio, este no desempeña ninguna función biológica. Se trata de un metal tremendamente tóxico para el hombre y los animales. Ello exige una revisión de las normas antes señaladas.

Cuando el plomo penetra al organismo, se introduce al interior de las células: al invadir los glóbulos rojos, bloquea la síntesis de hemoglobina. En el tejido renal se concentra y lesiona a las células renales. Ahora se demuestra que lesiona las células endoteliales de las arterias y provoca hipertensión. También lesiona las células hepáticas, pero lo que es más grave, también lesiona las células cerebrales, produciendo deficiencia mental y trastornos del comportamiento. Con todo la mayor parte del plomo que penetra el organismo se deposita en los huesos y de allí demora años en eliminarse (La amenaza del plomo).

La intoxicación por plomo no es nueva, ya la conocían los griegos y romanos. Ellos sabían que el plomo estaba en los alimentos y especialmente en el vino. El hombre ya conocía este metal y lo usaba en sus artefactos desde 3.000 años antes de Cristo. Más aún, el científico canadiense del National Water Research de Canadá, afirma que la caída del imperio romano se habría debido a la intoxicación por plomo (El plomo y la caída del Imperio Romano).

Con el advenimiento de la revolución industrial el problema se ha ido haciendo cada vez más grave debido al enorme empleo de este metal en la industria y sus aplicaciones comerciales. A diario se utilizan grandes cantidades de plomo y este, en su distribución, ya incluso ha alcanzado la biósfera. De allí cae al suelo y lo absorben las plantas, lo ingieren los animales y también el hombre. Como contrapartida L. Hecker y sus colaboradores encontraron que los indios salvajes Yanomamas de Brasil, que se han mantenido ajenos a su contacto, tienen una muy baja concentración de plomo en la sangre (0.83 microgramos %). Estos valores son más de 100 veces menores que los que se encuentran en el actual promedio de la población de Estados Unidos.

Ante estas evidencias, ya en el año 1978, la Occupational Safety and Health Administration de USA (OSHA), había señalado que la concentración de plomo en la sangre debía mantenerse como nivel máximo, entre 40 a 60 microgramos por decilitros (mcg/dL), dependiendo de las diferentes circunstancias. Pero ahora en 2012, con el mejor conocimiento del daño crónico producido por el plomo, el National Toxicology Program de USA, ha rebajado la recomendación aceptable aun más, señalando que esta no debía pasar de 5 a 10 mcg/dL.

El daño crónico

Investigaciones recientes han demostrado que con el tiempo pequeñas cantidades de plomo pueden ser absorbidos lentamente desde el medio ambiente, concentrándose este en los huesos. Desde allí, por vía sanguínea, llega a los diferentes tejidos. En la sangre misma interfiere con la producción de hemoglobina e imita al comportamiento del calcio, sin ningún beneficio. Es así como por esta vía penetra lentamente al cerebro e invade las células nerviosas las que dependen del calcio para trasmitir sus señales eléctricas, interfiriendo en la comunicación inter neuronal.

Se ha podido comprobar que con una concentración de 40 mcg/dL, que antes se había recomendado como saludable, con el tiempo daña las células nerviosas. Ahora también se sabe que produce hipertensión arterial y con ello incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Ello porque va produciendo un daño en las delicadas capas de células endoteliales que recubren el interior de los vasos sanguíneos, ya que el plomo incrementa el efecto de los llamados "radicales libres", moléculas reactivas que dañan varios tejidos, incluyendo las del sistema circulatorio (Los radicales libres son muy reactivos).

Ellen Silverger, del John Hopkins y sus colegas de la Universidad de Tulane, publicaron un trabajo en el año 2006, en que revisaban los datos de 13.946 hombres y mujeres, realizados por National Health and Nutrition Examination Survey entre los años 1988 y 1994. Encontraron que los que en aquella época tenían 3.63 mcg/dL de plomo en la sangre, tuvieron dos veces más posibilidades de morir de ataques cardíacos, infartos y otros problemas cardiovasculares, en relación a los que tenían en la misma época, 1.93 mcg/dL. Según este estudio, señala que aquellos que en esa época estuvieron en contacto con plomo ya sea por su trabajo o por el medio ambiente contaminado, aún hoy día tiene niveles muy altos en la sangre ya que este se ha almacenado durante mucho tiempo en los huesos. Por estos y otros trabajos, los expertos en salud pública han solicitado urgentemente a OSHA que revisen sus normas regulatorias fijadas en el año 1978, ya que deben ser mucho más estrictas.

Ello ya lo han hecho diversas otras organizaciones expertas en salud pública. "Dado que las enfermedades cardiovasculares son una causa tan común de muerte prematura, cualquier otro factor que incremente este riesgo, necesariamente se traduce en muchas más muertes en la población".

(Ingfei Chen: Lead's Buried Legacy: Scientific American, Septiembre 2013, p. 28).



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