Manipulación genética de los alimentos
( Creces, 2014 )

Han transcurrido 40 años desde cuando fue posible modificar genéticamente los alimentos. Pero aún persiste el rechazo de los naturalistas, a pesar de los enormes beneficios logrados, tanto en el incremento de las cosechas como en los menores costos. Todo ello sin riesgos para la salud de los seres humanos ni de los animales. El hecho preocupa, ya que Naciones Unidas estima que de mantenerse el actual ritmo de crecimiento poblacional, para el año 2050 se necesitará incrementar su producción por sobre un 70%, lo que se ve difícil de lograr. Más aún, si en la actualidad persisten más de 1000 millones de seres humanos, especialmente niños, que padecen de hambre y desnutrición.

Por miles de años los seres humanos han estado seleccionando semillas, intercambiando su genoma, ya sea para incrementar su rendimiento o desarrollar nuevas cualidades. Después que el hombre paso de cazador-recolector a agricultor, necesitó seleccionar semillas entrecruzando unas con otras para lograr cultivarlas eficientemente en la granja. Para ello debió pacientemente, seleccionar las plantas y cruzarlas hasta lograr lo que se deseaba. En el siglo recién pasado los científicos comenzaron a utilizar tecnologías más agresivas para inducir cambios rápidos en sus genes. Mediante técnicas mutagénicas, lograron producir cambios estructurales en el DNA (su genoma), ya fuese mediante radiaciones iónicas o usando substancias químicas. Fue así como interviniendo a ciegas su genoma, lograron semillas de trigo, arroz, maní y frutas mejoradas con características especiales. El proceso no tuvo objeciones de parte de científicos de la época, ni tampoco de parte del público. El tiempo ha demostrado que el consumo de esos alimentos modificados fue muy ventajoso y no causó daño alguno en su salud.

La diferencia de estos procedimientos mutagénicos con respecto a la tecnología de manipulación genéticas actuales, es que las primeras afectaban a ciegas a una gran cantidad de genes, ya fuese intercambiándolos o directamente alterando sus estructuras. En cambio las tecnologías de manipulación genéticas actuales permitieron intervenir con gran especificidad, injertando en el genoma de la planta uno o dos genes perfectamente conocidos, que a su vez habían sido extraídos de otras plantas o de una bacteria, un virus o un animal (Fernando Mönckeberg; La Revolución de la Bioingenería. Ed. Mediterráneo, Santiago-Chile, 1988). Mediante estos métodos muy precisos se evita tener sorpresas. Los biólogos moleculares afirman que no hay ningún peligro en ello, ya que en el hipotético caso de llegar a producirse un efecto no deseado, rápidamente se identifica y eliminar la planta afectada (Karen Hopkin: "The Risk on the Table". ScientificAmerican, Abril 2001).

Aun cuando a primera vista puede parecer antinatural agregar DNA de un virus a una planta, ello es lo que en la naturaleza ocurre constantemente. Por millones de años, desde el comienzo de la evolución, se ha estado transfiriendo DNA proveniente de virus al DNA humano, como también al DNA de todos los organismos vivos, siendo en esta forma los virus los mensajeros y conexión entre las diferentes especies durante el constante proceso evolutivo. Es así como en nuestro genoma y el de otras especies están llenos de secuencias de DNA virales que han estado interviniendo en la evolución biológica (Las plantas transgénicas y los activistas).

Según Alan McHughen, genetista molecular de plantas de Universidad de California, Riverside, opinan que "cuando los ambientalistas afirman que en la naturaleza los genes no cruzan las barreras de las especies, simplemente ignoran los enormes avances del conocimiento que ha permitido constatar como en la naturaleza el DNA de diferentes especies vegetales se está constantemente mezclando, dando como resultado a las numerosas plantas híbridas que aparecen periódicamente" (Alan McHughen. Advertitious Presence: Inadvertent Commingling and Coexistence among Farming Methods -1,4 pp QTA2005July 2005).

¿Podrían ser peligrosas plantas que comemos con genes injertados y lograr que ese DNA nos perjudique? Ello puede ser teóricamente posible, pero es altamente improbable: los científicos nunca han encontrado que el material genético pueda sobrevivir en su trayecto por el intestino y menos llegar a actuar al interior de nuestras células. En todo caso, durante las últimas décadas, la gente ya ha estado consumiendo miles de millones de alimentos que contienen genes modificados por esta nueva tecnología y no se ha comprobado ningún caso de enfermedad que pueda atribuírseles.

Es frecuente que los críticos de estas nuevas tecnologías de manipulación genética, traten de desprestigiarlas afirmando que detrás de todo ello, existen intereses creados de parte de las empresas productoras, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo la mayor parte de las investigaciones sobre el tema, se han estado realizando en los países europeos y muy específicamente por la "Comisión Europea", el organismo administrativo de la Comunidad Económica. Es así como ellos ya han financiado 130 proyectos de investigación y en ninguno de esos se ha demostrado que existan riesgos para la salud.

A igual conclusión también han arribado otras instituciones científicas de U.S., que afirman que el consumo de estas semillas modificadas genéticamente no presenta ningún riesgo para la salud. Ellas son: The American Association for the Advancement of Science, The American Medical Association and the National Academy of Science. Por su parte El Food and Drug Administration, junto con contraparte de muchos otros países, han insistentemente afirmado que las semillas modificadas genéticamente no presentan riesgo para la salud. En la actualidad alrededor del 70% de los alimentos procesados en Estados Unidos, contienen ingredientes genéticamente modificados (David Fredman. Are Engineered Food Evils? Scientific American, pp 80-85 September 2013).

A pesar de ello, en los países de la comunidad Europea grupos de ecologistas han continuado en una posición negativa y han logrado una aceptación de los medios de comunicación, los que han llegado a producir una verdadera histeria colectiva frente a este tipo de alimentos. Para ello se han basado en experimentos muy mal diseñados y abiertamente criticados por expertos y científicos. Así por ejemplo en el año 1998 Arpad Pusztai, entonces en el Instituto Rowet de Escocia, encontró que ratas alimentadas con papas modificadas genéticamente experimentaban retardo en su crecimiento, junto con alteraciones inmunológicas. Pero esas papas que habían sido modificadas no tenían como objetivo que fueran utilizadas por el hombre. Ellas habían sido diseñadas para que fueran tóxicas, con objetivos de investigación. Más tarde, el propio Instituto Rowet, consideró la investigación como mal intencionada y castigó a Pusztai por deshonestidad (La salud y los alimentos transgénicos).

Beneficios ligados a los cultivos transgénicos

Es una realidad que la aplicación de la biotecnología en la agricultura ha permitido la creación de los cultivos transgénicos, cuyos beneficios han sido reconocidos rápidamente por los agricultores, lo cual se refleja en la elevada velocidad de adopción (Los beneficios ligados a los cultivos transgénicos). En 1996 se plantaron en el mundo 3 millones de hectáreas con cultivos transgénicos. Dos años más tarde el área plantada había aumentado a 45 millones. Sólo en Argentina, donde el cultivo de soya transgénica comenzó en 1997, ya en el año 2004 había superado los 12 millones de hectáreas, más de la mitad de su tierra arable (El cultivo de soya transgénica en Argentina).

A diferencia de Argentina, en Brasil no se había autorizado el cultivo de soya transgénica y ello lo utilizaban los agricultores como argumento para vender la soya no modificada a los países de la Unión Europea, que se negaba a aceptar las semillas transgénicas. Pero ya en Europa las cosas han ido cambiando y no es tan absoluto el rechazo. En vista de lo cual, en Marzo del 2005 el parlamento brasileño legisló permitiendo el cultivo de la soya transgénica. La aceptación de los agricultores ha sido inmediata. En la actualidad Brasil es el segundo gran productor de soya (La soya transgénica en Brasil).

Hoy en día casi la totalidad del maíz y soya que se cultiva en U.S. corresponde a semillas genéticamente modificadas. A nivel mundial, sólo un décimo de los cultivos agrícolas incluye semillas modificadas por ingeniería genética. En la actualidad cuatro países (Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina) totalizan el 90% de los cultivos transgénicos. La Comunidad Económica Europea, se mantienen reticentes y sólo dos semillas modificadas habían sido aceptadas (semilla de maíz Monsanto MON810 y semilla BASF de papas modificadas Amflora). Más recientemente, la misma Comisión Europea ha aceptado otra semilla modificada genéticamente para ser cultivada en la Unión Europea. Se trata de Maíz 1507 de la empresa DuPont Pioneer. A ese maíz se le ha agregado un gene que le permite fabricar su propio insecticida contra el llamado "gusano barrenador", que cada año dañaba seriamente las cosechas (Europe Could Get New GM Maize. Science 342, p 782 Septiembre 15, 2013)

Más recientemente los países asiáticos, especialmente India y China, han estado incorporando con éxito las semillas modificas. En China se ha comenzado a incrementar con gran éxito el cultivo de arroz transgénico, que contiene genes resistentes a las larvas de insectos, los que de año en año producían estragos en sus arrozales. La principal ventaja observada es que permite eliminar el uso de insecticidas, pero también han constatado un mayor rendimiento del cultivo de un 9%. (Cultivos transgénicos en China e India). También en la India se ha comenzado a cultivar el maíz transgénico, junto al algodón transgénico. Gopal Naik del Instituto de India en Bangalore, dice haber entrevistado a 341 productores de algodón, que están muy satisfechos porque además su cosecha fue un 37% más alta.

En África, donde la desnutrición afecta a millones de personas, especialmente niños, no han cultivado granos transgénicos e incluso rehúsan importar los alimentos modificados genéticamente. Recientemente Zambia, a pesar de la hambruna, rechazó los alimentos transgénicos donados (A pesar de la hambruna, Zambia rechaza los alimentos transgénicos). Ello influidos por las reticencias de los países de la Comunidad Europea.

David Zilberman, agricultor y economista ambiental de la Universidad de California, Berkeley, uno de los pocos investigadores considerados confiables (tanto por las empresas químicas y agrícolas, como por los ecologistas), es categórico en afirmar que los beneficios logrados con la introducción de las semillas transgénicas, superan con creces el temor de los posibles riesgos. "El uso de semillas transgénicas ha disminuido notablemente los pecios de los alimentos y a su vez ha beneficiado a los agricultores al permitirles ahorrar en pesticidas". Tanto el maíz como el algodón han bajado sus precios en el mercado internacional entre un 20 a 30%. "Si su uso se extendiera en todo el mundo se permitiría que sobreviviera más gente", dice Zilberman (David Zilberman y Martin Qaim: Effects of Genetically Modified Crops in Developing Countries Science 299, 900 (2003)

Es que la manipulación genética de las semillas ya ha conseguido incrementar la productividad, mejorando el rendimiento en zonas áridas o suelos salados, o mediante semillas adaptadas a temperaturas altas y/o bajas, y a la tolerancia a insectos, enfermedades y herbicidas. Ojalá que en beneficio de los que necesitan estas ventajas ayuden a vencer las reticencias de ecologistas duros.

El caso de Chile

El caso de Chile es paradójico. Desde hace varios años está se ha estado cultivando y multiplicando semillas transgénicas enviadas desde el exterior. Para este cultivo, en la actualidad se han estado destinando más de 20.000 hectáreas, exportando semillas por valor de más de 400 millones de dólares. Sin embargo no existe una ley que permita el cultivo de vegetales genéticamente modificados, con fines comerciales. (Alimentos Transgénicos, proponen vía legal para su Producción en Chile).

Es así como en la zona centro-sur se multiplican semillas modificadas genéticamente de maíz, soya, canola y en menor cantidad de remolacha, alfalfa, eucaliptos y otras especies forestales. Se estima que a futuro todo el norte grande podría destinarse idealmente a la multiplicación de semillas transgénicas, convirtiéndose esto en otro polo de desarrollo. Sin embargo el ministerio de agricultura no ha logrado hasta ahora impulsar la aceptación comercial de su cultivo, dictando una respectiva autorización. Por ahora afirma que está trabajando en la preparación de un proyecto de ley que permita el cultivo comercial de semillas genéticamente modificadas (Alimentos Transgénicos, proponen vía legal para su Producción en Chile. Indu Alimentos, Diciembre 2010).

Como política de gobierno, se ha tomado la decisión de que Chile llegue a ser en el futuro una "Potencia Alimentaria", exportando su producción de alimentos al mercado internacional. Mal podría lograrlo con la agricultura convencional, desconociendo los trascendentales avances logrados por la bioingenería y específicamente la manipulación de genes de plantas, arboles o productos del mar. Con ello se está logrando modificarlos, ya sea para incrementar las cosechas, bajar los costos, o desarrollar condiciones especiales, ya sea en plantas, árboles o productos del mar, de acuerdo a las necesidades del mercado.

"No hay ninguna razón para privar a nuestros agricultores de utilizar estas tecnologías que afectan la competitividad y otorga a la competencia una indiscutible ventaja", dice Antonio Galilea, Ministro de Agricultura, pero no se avanza.

La génesis e implementación de nuevos conocimientos debería llegar a ser un importante polo de desarrollo para la economía del país. La bioingeniería es una oportunidad para incrementar el valor agregado en la exportación de los recursos agropecuarios, forestales y del mar. Tenemos las condiciones naturales, faltan los centros de investigación que logren la innovación en este enorme campo que ya se ha abierto.



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