Los retos de Chile en un mundo menos dinámico
( Creces, 2014 )

"Si fracasamos en afrontar el reto de crecimiento y reforma, podemos terminar con presiones sociales más allá de las que han acompañado al éxito de los últimos años, llevando a presión por reformas aún más fundamentales en el exitoso modelo que nos ha permitido progresar de manera tan importante en las últimas 3 décadas".

La economía mundial se benefició entre los años 1985 y el 2007 de uno de los mejores períodos de crecimiento y de estabilidad del último siglo. A este período se le llamó de gran moderación en los países avanzados-alto crecimiento, inflación reducida y baja volatilidad tanto del crecimiento como de la inflación- y es cuando China experimentó un salto en su crecimiento, creciendo a una tasa promedio de 10% anual. En la parte final de este período entre 2000 y 2007, la economía mundial creció a una tasa promedio anual del 4,2% y China lo hizo a un 10,2%.

Después de la crisis financiera de 2008 el crecimiento de los países avanzados cayó con fuerza y arrastró también la economía mundial a su peor recesión en cerca de 80 años. Sin embargo, gracias a la pronta reacción de las autoridades de EE.UU. para contener la crisis y a las políticas macro contra cíclica introducida por los países emergentes, la economía mundial comenzó a recuperarse. Como resultado después de la recesión de la economía mundial creció a una tasa promedio anual de 3,8% en el período 2010- 2013.

El alto crecimiento de la economía mundial y de China del período 2000- 2007 otorgó un escenario externo propicio para Chile. Este escenario, sumado a sus avances institucionales y buenas políticas internas-estabilidad macro promovida por un banco central autónomo y una regla fiscal, un sistema financiero bien regulado y supervisado, apertura externa y competencia interna-, permitió a Chile dar un salto en su crecimiento alcanzando una tasa de expansión promedio anual del 5,7% en el período 1985- 2007 y de un 5,3% en el período 2010- 2013.

Gracias a este alto crecimiento, el cual superó con creces al promedio de la región, Chile se transformó en el país de América Latina que más avanzó en reducir la pobreza, en mejorar los indicadores sociales y en acortar su brecha de ingreso per cápita con los países avanzados.

Estos cerca de 30 años son también los mejores de la historia de Chile en cuanto a crecimiento promedio y mejora en la calidad de vida de su población. En cuanto a la tasa de mortalidad de lactantes e infantil y esperanza de vida al nacer, Chile estaba entre los peores países de América Latina y del mundo a fines del siglo 19. Sin embargo, hoy tiene una tasa de mortalidad en estos grupos levemente inferior al promedio de los países de la OCDE y una esperanza de vida al nacer incluso levemente mayor a la de EE.UU. Además, en los últimos 30 años, junto a China, la reducción de la pobreza ha sido una de las más pronunciadas del mundo.

El nuevo escenario: los años que se vienen

Pero este favorable escenario internacional está dando paso a un escenario donde el crecimiento del mundo pareciera que va a estar más en el rango del 3 al 3,5% anual. En los países emergentes, el crecimiento de China se anticipa que también va a seguir perdiendo dinamismo y que para evitar crecer bajo el 7% anual en los próximos años, las autoridades tendrán que acelerar su transformación de una economía impulsada por el crédito y la inversión a una economía impulsada por el mercado interno, con un sistema financiero y gobiernos locales también bien regulados y supervisados.

En este escenario de crecimiento mundial, no va a ser fácil para Chile mantener una tasa de crecimiento promedio en torno al 5% anual. Para esto se tiene que hacer un gran esfuerzo por levantar las barreras de los aumentos de productividad. En esta área, es fundamental, antes que nada, remover los escollos a las mejoras en la infraestructura y enfrentar con urgencia los problemas para desarrollar fuentes de energía amigables al medio ambiente, a un costo razonable y que aseguren el abastecimiento en el mediano y largo plazo.

En paralelo, es urgente avanzar también en crear los cimientos para mejorar el capital humano de nuestra población. Esto último no solo va a ayudar a mejorar la productividad sino que es una parte fundamental de cualquier estrategia para mejorar la distribución de oportunidades y, por este medio, la distribución del ingreso de manera sostenible.

La disyuntiva del Chile de hoy

Uno se puede preguntar, tal como lo hacen frecuentemente los observadores externos, cómo es posible que el país más exitoso de la región, y de casi todos los países en vías de desarrollo, en cuanto a crecimiento y mejora del bienestar de su población-incluyendo 24 años de gobiernos democráticamente elegidos-, enfrente presiones para alterar su exitoso modelo. No es fácil articular una respuesta. Parte de esto se puede deber a las dificultades que ha tenido el sistema político para hacerse cargo de la representación y de la articulación de los problemas sociales, situación que surge incluso en países exitosos y, por otra parte, a las demandas de una creciente clase media que aunque ha mejorado substancialmente su calidad de vida y su empoderamiento en la sociedad, también tiene demandas más ambiciosas. Pero esto no es todo, también se puede deber a la fuerte percepción de la mala distribución del ingreso y a la visión, en parte equivocada de que esta desigualdad es un resultado del sistema imperante y que por ello cualquier solución pasa por cambios importantes en sus elementos centrales.

El reto de Chile de mantener el alto crecimiento en un escenario de deterioro del entorno externo y, al mismo tiempo, acomodar parte de las demandas sociales, requiere mantener lo que funciona bien y focalizarse en reformas que permitan acelerar las mejoras en la distribución de oportunidades y del ingreso. Aquí no hay recetas mágicas respecto a las áreas en que se debe trabajar, la lista la hemos mencionado en otras columnas, pero siempre es bueno repasarla. Primero, debemos mejorar la calidad de la educación preescolar, básica, media y técnica que recibe una parte sustancial de la población. Lograr esto no es una tarea fácil y mayor gasto no garantiza mejor educación. Como ejemplo, EE.UU. es el segundo país que más gasta en educación por alumno entre los países de la OCDE, pero en test de comprensión de lectura y matemáticas está en la parte baja entre dichos países. Pero mejorar la calidad de la educación en sus etapas tempranas es fundamental para nivelar la cancha todo lo que se pueda, de modo que el que tiene más habilidades llegue más arriba, idealmente con poca influencia de los recursos económicos de los que disponga.

En segundo lugar, hay que avanzar también en perfeccionar y fortalecer la red de protección social, pero con debida atención a los efectos de esta en el esfuerzo individual a través de iniciativas que complementen los ingresos laborales.

Para financiar estos esfuerzos se requiere aumentar gradualmente la carga tributaria y al mismo tiempo perfeccionar el sistema tributario para que contribuya a mejorar la equidad horizontal y la progresividad, pero con efectos acotados en la inversión y el crecimiento. En este último punto hay que tener debida cuenta que cambiar el régimen tributario de utilidades distribuidas a utilidades atribuidas reduce el incentivo al ahorro de márgenes de utilidades que han resultado de las empresas (este ahorro ya ha tenido una caída importante por la reducción de márgenes de utilidades que han resultado de los importantes aumentos en los costos laborales y de la energía, que han ocurrido en los últimos años). Se debe reconocer, además, que en Chile las empresas financian en torno al 75% de su inversión con recursos propios, una reducción de esta fuente de financiamiento va a terminar afectando a la inversión, y aumentando la vulnerabilidad de las empresas al tener que recurrir más al endeudamiento. La pregunta que cabe en la discusión de esta reforma en el Senado es analizar opciones que recauden el mismo 3% del PIB contribuyendo a mejorar la equidad, la progresividad y el control de externalidades negativas, pero con menores efectos en el ahorro, la inversión y el crecimiento.

Conclusión: Todo apunta a que el mundo y China van a tener un período con tasas de crecimiento más moderadas que las que tuvieron en el período 2000-2007. Además, las muy favorables condiciones financieras internacionales que tuvimos en los últimos años van a ir quedando atrás, a medida que los países avanzados progresen en reducir los estímulos monetarios y financieros que utilizaron para promover su recuperación. Frente a este escenario, si fracasamos en afrontar el reto de crecimiento y reforma, podemos terminar con presiones sociales más allá de las que han acompañado al éxito de los últimos años, llevando a presión por reformas aún más fundamentales en el exitoso modelo que nos ha permitido progresar de manera tan importante en las últimas 3 décadas.

Vittorio Corbo
El Mercurio
25 de Mayo de 2014.



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