¿Dulce o salado? Esta disyuntiva a la hora de elegir qué comer no sería un asunto menor. Según la más reciente evidencia científica en nutrición, ambas alternativas consumidas en exceso tendrían riesgos para la salud.
Incluso la sal, que hasta hace poco era un enemigo clave de la salud pública, ahora resulta que no sería tan nociva. La fructosa, en cambio, afectaría el metabolismo, pasando a ser la principal responsable de la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares. Esto es la opinión de James DiNicolantonio, del Departamento de cardiología preventiva del Saín Luke's Mid American Hearth Institute (USA) y Sean Lucan, de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, quienes realizaron una completa revisión del tema publicado en la revista British Medical Journal. (The wrong white cristal: not salt, but sugar as aetiological in hypertention and cardiometabolic disease. British Medical Journal. Diciembre 10, 2014)
Ambos investigadores llaman la atención a los médicos, señalando que se debe cambiar el foco en la lucha contra la hipertensión y otros problemas cardíacos, dejando de poner el énfasis en el sodio, el cual no tendría tanta importancia (de hecho, cuando se reduce el consumo de sal, la disminución de la presión arterial que se logra es relativamente baja), para fijarse en los azucares, especialmente la fructosa.
En su opinión, se debe advertir a los pacientes sobre los alimentos procesados que tienen azúcar agregada, como una mezcla de glucosa y fructosa. Este producto que se incorpora a las bebidas, pulpas de fruta, mermeladas, tortas, alimentos infantiles, conservas y otros envasados, tiene un fuerte impacto en el metabolismo. Si bien es cierto que la fructosa está naturalmente contenida en la fruta, pero allí se acompaña de otros agregados, como la fibra, que reduce su velocidad de absorción intestinal, con lo que la insulina se libera más lentamente, explicándose así porque no produce alteraciones metabólicas.
En los últimos años han sido numerosos los estudios y correspondientes publicaciones en revistas científicas, que asocian la dieta rica en fructosa, con la resistencia a la insulina, la diabetes del tipo 2 y la elevación del colesterol y triglicéridos sanguíneos, como también con la obesidad
(El tipo de azúcar y la obesidad).