Konstantin Batygin y Mike Brown, un par de muy respetados científicos del California Intitute of Technology (Caltech) en Pasadena, han anunciado tener evidencia de la existencia de un nuevo planeta del tamaño de Neptuno, que aun cuando no lo han visto, estaría orbitando alrededor del sol cada 15.000 años. Afirman que, durante la infancia del sistema solar, hace 4.5 mil millones de años este planeta habría sido desplazado de su emplazamiento cercano al sol, comenzando a girar en una amplia órbita elíptica que aún hoy día mantendría.
Batygin y Brawn deducen su presencia de un peculiar enclaustramiento de seis objetos previos que orbitan cerca de Neptuno en una órbita alongada y tangencial, alrededor del sol. Según afirman, sólo hay una posibilidad en 15.000 que este enclaustramiento tan peculiar de todos ellos sea una coincidencia. Por el contrario, afirman que este se ha producido porque existe un planeta con una masa de 10 veces la de la Tierra que los mantiene en una extraña órbita elíptica, girando en un plano trasversal al del sistema solar (figura).
La órbita del supuesto planeta está más allá de lo que hasta ahora se había supuesto como límite del sistema solar. Su mayor aproximación al sol es siete veces más distante que la de Neptuno, o en otra medida, se ubicaría a 200 unidades astronómicas (AUs) (una AU es la distancia entre la Tierra y el sol, más o menos 150 millones de kilómetros). El planeta X puede estar entre 600 a 1200 AU, bastante más allá que el cinturón Kuiper, que rodea al sistema solar formado por diversos elementos de hielo, ubicado a su vez a 30 AU) (ver figura)
(¿De qué se formó el sol y los planetas?),
(Los planetas de nuestro sol).
Batyging y Brawn publicaron sus estudios recientemente en la revista The Astronómical Journal (2016). Comentando esta publicación, Alessandro Morbidelli, científico del Nice Observatory en Francia, afirmó que el planteamiento de Batygin y Brown sobre la existencia de un nuevo planeta (planeta X) en el sistema solar se basaba en argumentos muy sólidos, aun cuando no todos los astrónomos parecen estar de acuerdo. Es que la historia de la astronomía está llena de misteriosos planetas invisibles, cuya existencia se ha deducido de órbitas muy peculiares de otros. Algunos se han confirmado mientras otros han sido solo una falsa alarma, de modo que en cierta medida se justifican sus dudas.
A Brown se le conoce como el asesino de planetas. En el año 2005 descubrió la existencia de Eris, un remoto mundo de hielo del mismo tamaño de Plutón que hasta entonces se le consideraba como el planeta más alejado del sistema solar. Él no lo consideró un planeta, sino sólo un elemento más que formaba parte del cinturón de Kuiper. "Esa era una falsa alarma" (de allí su nombre de asesino de planetas). El mismo Brown inició su sospecha de la existencia de otro planeta después que en el año 2003 descubrió a Sedna, un objeto algo más pequeño que Iris y Plutón, que en ese tiempo lo consideró como un objeto huérfano que tenía la órbita elíptica más distante del sistema solar, ubicado a 76 AU, más allá del cinturón de Kuiper, lejos de la influencia de la gravedad de Neptuno. Pero de allí nació su primera sospecha: "Algo masivo, más allá de Neptuno había empujado a Sedna a una órbita muy distante. Su ubicación más aproximada al sol, seria siete veces la de Neptuno (figura).
La existencia del planeta X
Ahora Brown se une a los que por siglos han estado buscando nuevos planetas para nuestro sol. Su argumento con que afirma la existencia de este planeta X proviene de un posible efecto gravitacional fantasma. Ello tiene un largo historial. Así, por ejemplo, en 1846 el matemático francés Urbain Le Verrier, predijo la existencia de un planeta gigante basándose en las irregularidades de la órbita de Urano. Fue así como en aquella época Joan Galle, astrónomo alemán descubrió el gigante gaseoso Neptuno, precisamente donde Le Verrier suponía que debiera estar.
Por este hallazgo, también otros científicos comenzaron a pensar que podría existir otro planeta más, y en 1906 Percival Lowel, un magnate acomodado, desde su nuevo observatorio en Flagstaff, Arizona, comenzó la búsqueda de lo que él llamó "Planeta X". En 1930 apareció Plutón, pero era demasiado pequeño como para que pudiera influir significativamente en Urano. Sin embargo, medio siglo más tarde, nuevos cálculos basados en el viaje de la nave espacial Voyager, revelaron que bastaban las órbitas de Urano y Neptuno y que no había necesidad de un nuevo Planeta X para explicar la situación.
A pesar de ello fue en el año 2003 cuando Brown comenzó a sospechar de la existencia de otro nuevo planeta. En aquella época formó parte del equipo que descubrió Sedna, un objeto poco más pequeño que Iris y Plutón. Su órbita era la más distante de todo el sistema solar (figura). Su perihelion (el punto más cerca del sol), estaba a 76 AU, y llegaba mucho más allá del cinturón de Kuiper y muy lejos de la influencia de la gravedad de Neptuno. La conclusión era clara: "algo masivo, lejos de Neptuno había empujado a Sedna para ubicarse en esta distante órbita elíptica".
Sedna bien podía no ser un planeta. Podría venir de alguna otra estrella o de alguna otra incubadora de estrellas que rodeaban al naciente sol en los tiempos en que el sistema solar se estaba formando. Pero a partir del descubrimiento de Sedna comenzaron a describirse varios otros objetos con órbitas similares
(Se agranda el sistema solar) (figura). Ahora Brown afirma que no cree que otras estrellas hayan influido y que sólo la existencia de un planeta pueda explicar estas extrañas órbitas. De estos tres mayores descubrimientos: Eris, Sedna y ahora potencialmente el planeta X, es lo más probable. "Matar a Plutón fue entretenido; encontrar a Sedna fue muy interesante, pero esto fue el comienzo de todo lo demás", señaló Brown. Habrá que esperar que este nuevo planeta sea ubicado para incorporarlo definitivamente a nuestro sistema solar. Por ahora seguirá llamándose Planeta X.
(Partió la misión New Horizons con rumbo a platón).