El daño de la audición es progresivo e irreparable
( Creces, 2016 )

Por mucho tiempo los especialistas pensaron que la pérdida de la audición que se producía después de someterse a ruidos intensos era reversible, Ahora se ha demostrado que no es así. La sobre exposición a ellos va dejando daños inmediatos y acumulativos, aun cuando estos no sean detectables en el audiograma. En la actualidad los adolescentes y jóvenes están en alto riesgo de sufrir sordera por estar sus oídos sometidos a niveles muy altos de ruidos.

La Organización Mundial de la Salud advierte que en la actualidad el daño de la audición puede comenzar ya durante la adolescencia, debido al excesivo uso de dispositivos portátiles para escuchar música, o por la exposición frecuente a lugares muy ruidosos, como discos, bares, recitales, restaurantes o estadios.

Los sonidos se trasmiten mediante ondas sonoras cuya intensidad se mide en decibeles (unidades acústicas). El umbral al que no se percibe sonido se define como decibel 0. Un sonido débil como por ejemplo el que produce la lluvia que cae durante la noche, corresponde aproximadamente a 50 decibeles. Pero ya el ruido del tráfico, como es en el centro de Santiago (Ruidos santiaguinos sobrepasan niveles aceptables), oscila entre 70 a 85 decibeles. Un disparo de pistola corresponde a 130 decibeles. Experiencias realizadas en animales de diferentes especies, sometidos durante dos horas a un ruido de 104 decibeles, se ha observado que se les produce un daño irreversible (1). Hay muchas razones para pensar que el oído humano es tan sensible como el de esos animales (2).

Por mucho tiempo los científicos pensaron que los sonidos fuertes durante un determinado tiempo podían dejar una sordera temporal, pero que esta era pasajera. Ello es cierto, pero no obstante queda un daño latente, que en un comienzo no es perceptible, pero se evidencia con el tiempo si se continúa recibiendo ruidos fuertes y de este modo la sordera puede hacerse evidente a edades tempranas (30 o 40 años de edad).

En un comienzo este puede no afectar a los cambios de tono, pero si a la capacidad de procesar señales más complejas. Si la persona continúa abusando de sus oídos se le produce un gradual deterioro ya detectable por el test de audiograma. Desde ese momento el daño es progresivo e irreparable.



Adolescentes y jóvenes están en riesgo de sufrir sordera

En la actualidad la sordera no sólo afecta a los ancianos, ya que la sobre exposición al ruido que se inicia durante la adolescencia y la juventud lleva a la sordera que se hace evidente ya a los 30 o 40 años. "Puedo oír a las personas, pero no puedo entender lo que dicen". Este puede ser el primer síntoma del daño. Otras veces el primer anuncio es un tinnitus permanente (pito en los oídos) o la aparición de una hiperacusia (incapacidad de tolerar sonidos moderados). Cualquiera sea la primera manifestación, parece no haber marcha atrás.

Un estudio del centro GAES y la Asociación por la Superación de la discapacidad (Asudis), el año recién pasado (2015) han dado a conocer que el 25% de la juventud chilena utiliza sus sistemas de audios al 100% de volumen por tres a cuatro horas al día. Más aún si a ello se agregan la asistencia reiterada a ambientes ruidosos, las dificultades auditivas se van haciendo progresivas. El Doctor Francisco Otárola, jefe del servicio de otorrinolaringología del hospital del Trabajador afirma que, a los 14 años de edad, ya el 10% tiene algún daño auditivo. Entre los jóvenes que ingresan al Servicio Militar, el porcentaje sube al 15%.



La maravillosa delicadeza sensorial

El proceso de la audición comienza en el oído externo, que comprende la oreja y el canal auditivo, hasta el tímpano. Este comunica las vibraciones, una cavidad ósea intermedia (oído medio) (ver figura). Desde allí su viaje continúa hasta el oído interno en el que se ubica la fina estructura auditiva, denominada "cóclea". Esta está constituida por tres cavidades como conchas llenas de líquido, muy semejante al líquido espinal (perilinfa) (figura 1). Dos de las cavidades trasmiten la presión, mientras que en la tercera está ubicado el maravilloso sistema sensitivo llamado "órgano de Corti", cuyas células perciben la presión de los impulsos vibratorios y los transforma en impulsos eléctricos y desde allí, por los nervios auditivos inician un viaje hacia el cerebro (figura 2). El órgano de Corti posee básicamente dos tipos de células: las células velludas externas (rojas) que son más sensitivas a las altas frecuencias y las células velludas internas (azules), más sensitivas a las bajas frecuencias (figura 2). Ellas las que tienen por función convertir las vibraciones en señales químicas.

Las células velludas deben su nombre a la protrusión de pelillos conocidos como "esterocilias", que nacen desde los extremos de sus células. Las células velludas más sensibles a las bajas frecuencias están ubicadas al final de la espiral coclear, mientras que las más sensibles a las altas frecuencias están en el otro extremo. En la medida que las ondas sonoras mueven los pelillos, las células en su interior captan y convierten las vibraciones en señales químicas, para lo que por el otro extremo emiten moléculas de neurotransmisores (glutamato). Allí nacen las sinapsis que en su conjunto constituyen el inicio del nervio auditivo. De este modo el glutamato unido a las fibras nerviosas, genera una señal eléctrica que viaja por el nervio hasta la zona de la corteza auditiva del cerebro.

Diversos estudios realizados entre los años 1950 y 1960, observaron que los obreros de fábricas muy ruidosas mostraban una clara relación entre la longitud del tiempo que allí trabajaban y la disminución de la capacidad auditiva. De allí que organismos en USA, como el Ocupational Safety and Health Administration (OSHA) comenzaran a preocuparse de los límites máximos de tiempo que estos obreros debieran trabajar en esas condiciones. Concluyeron que el ambiente de trabajo no podía exceder de 90 decibeles en sus ocho horas de trabajo. Por experimentación en animales se comprobó además que las células velludas en el oído interno, eran en extremo vulnerables a la sobre exposición acústica (La pérdida progresiva de la audición). Por otra parte, experimentos también en animales demostraron que las células velludas externas eran más vulnerables que las internas y que cuando ellas perdían los pelillos, perdían su sensibilidad y que en este estado estas no se regeneraban y se perdían definitivamente. Por el contrario, otros trabajos comprobaron que grupos humanos que vivían en zonas de ambiente muy quieto, sin ruidos, como las tribus Mabaan de Sudan, tenían una significativa mejor capacidad auditiva, diferencia que se conservaba hasta por lo menos los ochenta años de edad.

Pero no sólo el daño puede estar en las células velludas del Aparato de Corti, sino también se ha demostrado que se pueden dañar las fibras del nervio auditivo, que nace del otro extremo de las células velludas. Ello se atribuye a una producción excesiva de glutamato (en cualquier lugar del sistema nervioso el exceso de glutamato es tóxico). Más aún, en ratas sometidas a ruidos extremos por un tiempo prolongado (dos años), se destruye y desaparecen la mitad de las neuronas que se encuentran en la corteza cerebral de la respectiva zona auditiva. Lo mismo se ha demostrado en ratas, cerdos, cuyes y chinchillas.



Recomendaciones

Para minimizar el riesgo los expertos recomiendan utilizar audífonos supra- auriculares (que cubren la oreja y no son introducidos en el canal de oído externo). No escuchar música a más de 60% del volumen máximo del aparato. Si se va a espacios muy ruidosos, utilizar protectores auditivos y por cada hora de exposición, descansar diez minutos. Charles Liberman, profesor de otología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, afirma que en animales ha tenido buenos resultados preventivos, colocando neurotrofina (factor de crecimiento de nervios motores) directamente en el oído interno, ¡cualquier cosa antes de perder el oído y sumirse en el aislamiento!



1. - Liberman Charles: Hidden hearing loss. Scientific Am. 2015; 313: 49-53
2. - Sharon 6. y Liberman Charles. Adding insult to injury: Cochlear nerve degeneration after temperary noise-induced hearing noise, journal of Neuroscience 2009; 29:14,077-14085
3. - Sharon G. y Liberman Ch. Synaptopathy in the noise-exposed and aging cochlea: Primary Neural Degeneration in Acquired sensorial hearing loss. Hering Research. Publish online March 11; 2005,

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