La cocaína causa uno de cada tres infartos en menores de 55 años
( Creces, 2016 )

La droga aumenta las posibilidades de un paro cardíaco aun sin otros factores de riesgo y hace que a los 40 años las coronarias sean como las de una persona de 80.

Pueden parecer totalmente sanos, sin historia de hipertensión, ni diabetes, no fumadores, jóvenes y en buen estado físico, pero ingresan a Urgencia con infartos cardíacos graves.

En un número importante de estos casos, la causa es el consumo de cocaína. En estos pacientes se observa vasoconstricción, que aumenta la fuerza de contracción del corazón; las arterias se engrosan y forman placas de colesterol y hay una mayor coagulación, que produce trombosis dentro de las coronarias.

Así lo explica el doctor Nicolás Veas, cardiólogo intervencionista del Programa de Cardiología de la Clínica Universidad de Los Andes y del Hospital Sótero del Río.

Veas y el doctor Dante Lindefjeld, cardiólogo intervencionista de los mismos centros, estudiaron a 1.294 pacientes de ambos sexos de este último hospital que presentaron un infarto cardíaco grave entre 2009 y 2013.

De ellos 59 reconocieron haber consumido cocaína en las últimas 48 horas. Asimismo, entre los menores de 55 años hospitalizados por infartos, el 37% reconoció haber consumido cocaína en las 48 horas previas.

La edad promedio de los consumidores infartados era de 38 años, 20 años menos que el grupo de no consumidores; había mayor porcentaje de hombres (90% versus 77%) y menos antecedentes de hipertensión (8,5% versus 58%) y de diabetes tipo 2 (6,8% versus 26%).

“Nos sorprendió que, pese a que tenían cerca de 40 años, sus arterias coronarias se veían tan envejecidas como las de una persona de 80 años”, dice Lindefjeld.

Este envejecimiento acelerado “significa que están expuestos a más daño y a más eventos cardiovasculares durante su vida, con una alta probabilidad de terminar con insuficiencia cardíaca a edades más tempranas que la población general”, añade Veas.


Riesgo imperceptible

Para avanzar más en la descripción de estos cuadros, Lindefjeld, junto a especialistas de la U. Católica, están realizando un nuevo estudio en el Sótero del Río, analizando las particularidades de los consumidores de cocaína.

“Su coagulación y procesos inflamatorios y de ateroesclerosis son distintos al de los pacientes que no son consumidores. Por ejemplo, sus trombos son mucho más “chiclosos” y más duros, por lo que es más difícil deshacerlos para liberar la obstrucción de la arteria coronaria”, señala el cardiólogo.

Conocer mejor estas diferencias, agrega podría dar pie a “un protocolo terapéutico distinto para estos pacientes, tanto como el manejo farmacológico como el uso de stents (pequeñas mallas de metal que ayudan a abrir vasos obstruidos)”.

La literatura médica muestra que incluso el consumo esporádico de cocaína puede causar ataques cardíacos. Predecir quiénes son más vulnerables es difícil, dice Veas. “En los consumidores se producen alteraciones que entorpecen la circulación en los vasos pequeños alrededor del corazón. Este daño no es detectable con exámenes de rutina.

En 2012 investigadores de la Universidad de Sidney, Australia, fueron los primeros en documentar anomalías cardiovasculares de largo plazo en consumidores sanos de cocaína, a la que denominaron “la droga perfecta para un ataque al corazón” (ver recuadro).

Para Lindefjeld, “lo que hoy sabemos sobre el riesgo cardiovascular asociado al consumo de cocaína hace imperativo que dejemos de actuar en forma reactiva y se refuercen la prevención y la rehabilitación. Esto, junto a medicación adecuada y controles, mejorará su pronóstico cardiovascular”, precisa.


Enemiga del corazón

El estudio realizado en Australia y presentado en la reunión anual de la Asociación Americana del Corazón, mostró que los consumidores de cocaína tenían más factores de riesgo de infartos cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Entre estos, se observa 30% a 35% de aumento en la rigidez arterial, una presión arterial 8 mm Hg mayor que el grupo no consumidor y 18% más engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo, debido a que el corazón debe trabajar más para bombear la sangre. “Estos tres efectos combinados ponen a la persona en un mayor riesgo de infarto espontáneo”, explico la doctora Emma Figtree, a cargo del estudio.



PAULA LEIGHTON N.
16 de Agosto de 2016.



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