Los valores de la familia y la regulación de la fecundidad
( Publicado en Revista Creces, Julio 1985 )
Son cada vez más numerosas las personas que vienen de vueltas desencantadas y amargadas de la contraconcepción y de su hijo natural, el aborto criminal legalizado. No seamos nosotros, en chile, los últimos en darnos cuenta.
Leer aquí en Francia lo que se publica en nuestro país, sobre los problemas que afectan a nuestra juventud, nos permite hacer algunas reflexiones sobre tan candentes asuntos. La fecundidad en la adolescencia en Chile, por lo complejo e importante del tema, la magnitud de sus implicancias, como también la gravedad que podría entrañar en este orden de problemas al extraerse conclusiones apresuradas a partir de datos parciales, es importante formular algunas consideraciones, las que tienen como único propósito contribuir a un adecuado planteamiento del tema, paso previo para cualquier proposición de soluciones.
Tales consideraciones se realizan desde la perspectiva de la filosofía moral, la que no es contradictoria, sino complementaria con aquella que procede de la ciencia experimental, bien que en materias que hacen referencia al ejercicio adecuado de la libertad del Hombre, la ciencia experimental se encuentra subordinada a la ciencia moral.
Tres personas
El primer elemento a considerar, cuando se aborda el problema de la reproducción humana, es que en este proceso se encuentran siempre involucradas, al menos, tres personas humanas, y, por lo tanto, tres sujetos de derechos y deberes: los padres y la nueva vida humana concebida. Considerar este problema -en consecuencia- sólo desde la perspectiva de la madre, y proponer soluciones solamente a partir de ese análisis, es arriesgar desde la partida una solución adecuada y humana al problema.
El derecho más elemental de toda persona humana es el derecho a la vida, y el deber de justicia más elemental es el respeto a la vida de sus semejantes. Sigue a esto un derecho no menos elemental, aunque segundo: el de desarrollarse, según corresponde a su dignidad de ser humano y el deber correspondiente a luchar, porque todos pueden ejercerlo. Entre aquellos bienes necesarios para el digno desarrollo de la vida humana, son los más elementales: la nutrición y el cobijo, y, en segundo lugar, una adecuada educación intelectual y moral. Dado que el núcleo social básico en el cual la integridad de esos derechos se aseguran, resulta ser un hogar constituido por una pareja humana estable, unida por el amor, y reconocida, respetada y protegida por el resto de la sociedad, el bien más grande que un ser humano puede desearle a otro que viene al mundo, después de la vida misma, es el de tener una familia. Podríamos decir -en resumen- que después del derecho a la vida, el derecho más elemental de un ser humano es el nacer en una familia donde pueda ser nutrido, cobijado, instruido y querido; y su deber correspondiente, el emplear todas las energías necesarias para que la familia pueda desempeñar armoniosamente sus funciones.
Aplicaciones a la educación
La principal aplicación, que las consideraciones anteriores nos sugieren, es a la educación y en particular a la educación moral, a la que, como ocurre en el caso de las ciencias, todo otro tipo de instrucción se subordina.
Antes que nada, la educación en lo que se refiere a la reproducción humana, debe considerar lo característico de la reproducción en el Hombre por relación a la reproducción animal. Según esto, lo propio de la venida al mundo de un ser humano es su entrada en familia, unión de seres humanos sustentada esencialmente en el amor consciente y responsable. La educación a la reproducción humana deberá ser antes que nada educación al amor y, muy precisamente, al amor familiar.
Ahora bien, toda educación moral debe estar orientada por el valor positivo que persigue, de ahí que ya, desde el punto de vista de la orientación general -y sin entrar todavía en ninguna discusión concreta de mecanismos o técnicas-, una pretendida educación a los jóvenes, inspirada en una visión contraceptiva o anticonceptiva aparece como extremadamente deformante desde el punto de vista moral. Son los valores positivos los que deben ser puestos en relieve en toda educación, y ese valor positivo es la concepción humana, es decir, la venida al mundo de un ser humano al interior de una familia sanamente constituida. Una educación contraceptivista o anticonceptivista tiene el riesgo de inspirar una sospecha, un rechazo, o en el mejor de los casos una desvalorización de uno de los fenómenos más grandes que se dan en el orden de lo humano y de la naturaleza entera, como es la concepción de un ser. Basta comparar la magnitud de los recursos y de las energías que ciertos países despliegan en la actualidad, en orden a la contracepción y a la eliminación de la vida humana, con los recursos y energías insignificantes que estos mismos países despliegan, en orden al cultivo y a la protección de los valores familiares, para darse cuenta de que la afirmación precedente dista mucho de ser una aprehensión extravagante de la ciencia moral.
La insistencia excesiva sobre lo que no se debe hacer, sin la suficiente orientación sobre los valores positivos, a buscar, tiende a crear en los jóvenes la desidia, la indolencia, la desorientación y el rechazo. En este orden de valores positivos, por ejemplo, el embarazo como hecho es ante todo un bien, el bien más fundamental en el orden humano -el comienzo de una existencia- a cualquier edad de la mujer. Antes que un problema, el embarazo de una adolescente es un bien y es justamente en razón de la calidad de ese bien, que es la vida de un ser humano que deben ser buscados con el concurso de toda la sociedad las mejores condiciones para en primer lugar protegerla, y luego desarrollarla.
Pretender movilizar las mejores energías morales y materiales de una sociedad a impedir el embarazo en la adolescencia es un error moral. Las mejores energías morales y materiales de la sociedad deben orientarse a que el embarazo se produzca en las mejores condiciones posibles, y cuando así no ha ocurrido, suplir, por todos los medios lícitos que se encuentren al alcance, las deficiencias que existan, de modo que ese ser humano pueda desarrollarse de la mejor forma posible. Lo que pide una adolescente embarazada no es una mirada de sospecha y condenación, sea cuál sea su estado civil, sino de amor y comprensión. No se trata de eliminar a las adolescentes embarazadas y a sus embarazos por todos los medios al alcance, sino de amarlas y acogerlas, para que por ese amor y comprensión, dirigido hacia ella y hacia lo que lleva en su vientre, aprenda a buscar libre y dignamente las mejores condiciones para su hijo.
Búsqueda de soluciones
Toda solución adecuada debe ser proporcionada a la naturaleza del problema. El problema que se detecta hoy en nuestra sociedad, en el ámbito de la reproducción es antes que nada un problema social que, como bien hace notar el Prof. Dr. Benjamín Viel, en una entrevista hecha por CRECES, tiene su raíz "en la mala constitución de la familia". Este problema social determina una serie de consecuencias médicas, que corresponde a la Medicina detectar e intentar solucionar. Las soluciones deberán ir orientadas, en consecuencia, en primer lugar, a eliminar la causa del problema social y luego a paliar las consecuencias. Estas deberán estar en plena armonía y subordinadas a las soluciones que se propongan para suprimir la causa.
Según lo anterior, ninguna solución médica propuesta para paliar las consecuencias de este problema puede ir en contradicción con el objetivo primero, cual es el de lograr una sana constitución de la familia en nuestra patria; antes por el contrario, es necesario afirmar que toda solución médica propuesta en el ámbito de la reproducción debe estar estrechamente vinculada al cultivo positivo de los valores familiares. La sola neutralidad en este sentido es ya una dejación y esto, porque lo que se está contribuyendo a solucionar no es primeramente un problema médico, sino un problema social. Pero, ¿Qué es un problema social, cómo se soluciona, y a quién corresponde el solucionarlo?
Así como una anomalía médica es aquella que resulta de un desorden en el comportamiento de las funciones fisiológicas del ser humano, una anomalía social es la que resulta del desorden en el comportamiento libre del ser humano, en su relación con sus semejantes. Así como la restitución a la normalidad de una función orgánica alterada puede ser realizada por medios físicos y químicos, repugna a la naturaleza de la inteligencia y de la voluntad humana, bases del comportamiento libre del Hombre, el intentar ser influidos por medios físicos o químicos. Así, lo que en el orden de la Medicina sería una manera adecuada de solucionar un problema, resulta ser, aplicado a la solución de un problema moral, una solución violenta e inaceptable; de ahí que ciertos procedimientos que en el orden del arte médico se consideran como naturales y propios a ese arte, aplicados tal cual a la solución de un problema moral hacen violencia a la libertad del Hombre y son considerados por el moralista como antinaturales al orden moral. Lo que repugna al libre arbitrio del Hombre no es qué métodos físicos y químicos sean empleados en la solución de problemas médicos -es lo que la Medicina hace todos los días-, sino que métodos físicos y químicos sean propuestos como solución adecuada de un problema moral.
La solución última a un desorden que tiene por origen el ejercicio inadecuado de la libertad humana, no puede provenir más que de una decisión libre de la persona. A la sociedad, es decir, a cada persona -médico incluido-, le incumbe en la medida de su cualificación y de la responsabilidad que detenta el contribuir para que esa decisión personal se haga informada, responsable y maduramente; orientando a sus semejantes en orden al bien, y acompañándolos con una amistad efectiva en las dificultades que la realización de ese bien comporta.
La aplicación masiva de métodos contraceptivos físicos y químicos, junto a una educación sexual moralmente neutra, lejos de contribuir a solucionar el verdadero problema no hace más que perpetuarlo y agravarlo al desincentivar a los jóvenes (y a los menos jóvenes también) a tomar la responsabilidad que les corresponde en el uso su sexualidad, en la constitución de una familia y en la construcción de la sociedad. La hostilidad despertada, además, por la mentalidad contraceptivista con relación a la vida humana naciente, ha tenido por resultado lógico en una gran cantidad de países la legalización del aborto criminal, lo que constituye una de las contradicciones más grandes que una sociedad puede comportar en su seno, y que no va sin graves alteraciones, muy en particular para la profesión médica.
Una solución medica y humana
Sería ingenuo desconocer los graves problemas que afectan en ocasiones a los jóvenes, a las familias o a pueblos enteros, aun en el ejercicio adecuado de su sexualidad, problemas para los cuales más de una vez la contracepción y el aborto se han esgrimido como soluciones adecuadas, muchas veces con las mejores intenciones. Corresponde, además, al médico responsable la búsqueda y proposición, desde su perspectiva propia, de medios de solución técnicamente eficaces y moralmente válidos. Es en esta última perspectiva que los moralistas siguen con gran interés, desde hace algunos decenios, una serie de iniciativas surgidas del ámbito médico y de organizaciones familiares que se conocen bajo el apelativo general de métodos naturales para la regulación de los nacimientos.
La eficacia técnica de este tipo de métodos, en particular, luego de la gran cantidad de trabajos suscitados en todas partes del mundo, por las investigaciones de los doctores John y Evelyn Billings y colaboradores, se encuentra hoy en términos científicos fuera de toda duda. La aplicabilidad social de estos métodos ha sido igualmente probada por decenas de equipos de investigadores y prácticamente para todos los grandes tipos culturales del planeta, como también para los diferentes niveles socioeconómicos al interior de ellos. Nuestro país tiene, además, el privilegio de ser en Latinoamérica uno en los cuáles tanto la investigación como la aplicación de estos métodos se encuentra más avanzada.
Desde el punto de vista moral, y salvo raras excepciones, se puede constatar que la aplicación de estos métodos -que respetan la naturaleza libre del Hombre- se realiza en el marco de una visión positiva de la fecundidad humana, en particular del respeto a la dignidad de la mujer y a la de la nueva vida humana; como también de una responsabilización de la pareja frente a su sexualidad. Lejos de despertar una hostilidad o un rechazo a la llegada de un niño, las personas que trabajan como instructores en la aplicación de estos métodos constatan en los usuarios una actitud extremadamente positiva con respecto a la vida humana naciente, resultado muchas veces inesperado, tanto para los instructores como para la pareja.
La aplicabilidad de estos métodos no se reduce, por otra parte, a una pareja estable y comprometida, responsablemente al establecimiento de una familia, si bien es cierto que ésta aparece como la condición ideal. Justamente y, en contraposición a las prácticas contraceptivas, los métodos naturales favorecen el establecimiento de uniones estables, fundadas en el respeto mutuo, en la alta valorización de la sexualidad responsablemente vivida y de la vida humana que es su consecuencia.
Es de esperar que en nuestro país sepamos tener la suficiente lucidez y rectitud moral de manera de cultivar y proteger los valores familiares tan vilipendiados actualmente en algunos países o por ciertos grupos intelectuales. Nos va en ello el fundamento de nuestra sociedad. Nada sería más contrario al espíritu de estas reflexiones que una condenación al progreso científico y tecnológico de nuestro tiempo; nuestra civilización, sin embargo habría perdido sus energías y su tiempo si no es capaz de encauzar ese progreso al verdadero bien del Hombre. Es en el adecuado ejercicio libre de su actuar que el Hombre se perfecciona; nada se obtiene con ocultar que libertad y responsabilidad van de la mano y que ser responsable no es siempre fácil.
Son cada vez más numerosas las personas que vienen de vuelta, desencantadas y amargadas de la vía prometeica de la contracepción, y de su hijo natural: el aborto criminal legalizado. No seamos nosotros en Chile los últimos en darnos cuenta.
Dr. Alejandro Serani Merlo
Centre Indépendant de Recherche Philosophique
Toulouse, Francia
Para saber más
(1) Filosofía Moral: Maritain, J., Neuf leçons sur les notions premières de la Philosophie Morale. Tequi (París) 1951. (Existe una versión en castellano.)
(2) Bio-Etica: Respuesta al informe Warnock, Comité conjunto para los problemas de bio-ética (constituido por el episcopado católico de Gran Bretaña), 11 Dic., 1984.
(3) Métodos naturales de regulación de nacimientos: Actes du Premier Congres International de la Famille D`Afrique et D`Europe: "Methode naturelle pour la regulation des naissances". Vol. 1. Al`usage des familles, 430 pp.; Vol. 2. Al`usage des praticiens, 335 pp., Tequi (París), 1984.