La ganadería de camélidos en el norte de Chile
( Publicado en Revista Creces, Mayo 1985 )
Llamas, alpacas y vicuñas son algo más que el rebaño que provee de lana y carne a los aymarás. Debido a la sólida relación entre el hombre y estas especies y en mérito a los cambios en el modo de vida de la población, preocupa un probable despoblamiento ganadero del altiplano.
Desde a lo menos 1.500 años antes de que el primer español pisara América, las llamas y alpacas constituían en buena parte de La región andina el alimento cárneo por excelencia. Proporcionaban la materia prima para tejidos cuya calidad y complicación de los diseños los hacía sobresalir de cualquier otro de su tipo, y permitían articular económicamente espacios muy distantes entre sí como la costa, la puna, los valles y selvas de las vertientes de los Andes. Las caravanas de llamas llevaban y traían bienes de consumo que cada agrupación étnica producía o requería de otros espacios ecológicos. De estas tres funciones básicas subsisten con importantes modificaciones las dos primeras.
En Chile, hay especies domésticas de camélidos, pero pocos tienen algún antecedente exacto de dónde se encuentran, en qué cantidad, cuáles son sus hábitos más distintos, quiénes los poseen, qué exigencias plantea su explotación, cuál es su rol económico, qué procesos sociales afectan su supervivencia. Los comentarios que siguen pretenden ilustrar aspectos del tema.
Llamas y alpacas
Los rebaños de llamas se encuentran en el Norte do Chile entre los 2.500 y los 4.500 mt. sobre el nivel del mar, desde Visviri por el Norte (I Región), a San Pedro de Atacama, unos 1.000 Km. más al Sur (II Región). Las alpacas, en cambio, prosperan solamente en alturas superiores a los 3.500 mt. donde se encuentran las mayores extensiones de "vega andina". Allí obtienen los forrajes blandos a que están acostumbradas.
La adaptación de estas especies a condiciones de temperatura, forrajes y radiación solar rigurosas es excelente. A título de ejemplo se pueden señalar sus pariciones diurnas, en la mañana, para proporcionar a las crías varias horas de luz y calor en la temporada más cálida y con mejores pasturas. También, el consumo de variadas especies de plantas según se vayan agotando las más palatables después de la estación húmeda. Es muy fuerte el contraste con la situación de los ovinos, la otra especie doméstica de ganado en el Altiplano. Estos paren en los gélidos meses de junio y julio, las crías requieren para sobrevivir de una atención muy cuidadosa de los pastores y la vida útil de los reproductores es corta por el desgaste prematuro de la dentadura con pastos fibrosos y duros. Resultan individuos con débil desarrollo, bajo peso y lana de mala calidad. Es una consecuencia de la condición de especie exógena al medio altoandino. El interés de numerosos ganaderos por perseverar en su crianza se explica por la rapidez con que es posible realizar la producción en el mercado, un año, a diferencia de los 4 a 5 que tarda un camélido en llegar a adulto.
Rebaños y pastoreo
En el último Censo Nacional Agropecuario se consignan 96.048 llamas y alpacas. Estas últimas representan un 28% del total, concentrándose sobre todo en la Provincia de Parinacota (I Región). Debido a que existe ocultamiento de información, comprobado con recuentos locales independientes, las cifras reales corresponderían a un 25 a 30% más, lo que es aún un porcentaje conservador. A pesar del grado de incertidumbre, se aprecia que las existencias han tendido a disminuir paulatinamente (V. Kessel 1980: 19- 20). Las razones son complejas. La recurrencia de períodos de sequía y la liquidación parcial o total de planteles por reconvención de la actividad dominante y migración de sus propietarios, son los más importantes. El aumento progresivo de la demanda urbana de carne barata es también otro motivo de merma.
Los campesinos aymaras son los únicos poseedores del ganado Camélido de las tierras de altura, donde se reproducen mejor; de los conocimientos y de la experiencia necesaria para obtener resultados exitosos. Los rebaños son casi siempre mixtos, en proporciones variables de uno u otro caso. A escala regional se advierten algunas constantes. En el Altiplano de Arica, llamas y alpacas se tienen en proporciones más o menos parejas. En los altos de lquique las alpacas representan apenas un 10%, equilibrándose en cambio la cantidad de llamas y ovejas en los hatos familiares. En el interior de Calama hay pocas llamas, aún menos alpacas y la ganadería es predominantemente de ovejas y cabras, como en los sectores precordilleranos de toda la zona Norte. El número por unidad de producción varía entre 20 y 400. Muy pocos no poseen ganado y otros lo tienen en cantidades mayores.
Un aspecto fundamental de la ecología altiplánica son las variaciones estacionales de forrajes y su distribución diferenciada en niveles altitudinales: las vegas llamadas hok`o (con especies de Oxychloe, Distichia, Deyeuxia, Lemma, etc.) están en una posición relativa más baja; el waña o franja de matorrales (Adesmia, Bacharis, Parastrephia, etc.), hierbas anuales (Munroa, Aristida, Eragrotis, etc.) y el zuni, más alto, donde predominan las gramíneas (Stipa nardoides y Stipa rupestris, sobre los 4.000 metros; Festuca sp. y otras). Si se considera que cada especie de ganado presenta aptitudes distintas para adecuarse a los forrajes de cada asociación vegetal (la llama es más rústica que la alpaca), entonces el ciclo de pastoreo anual que tienda al aprovechamiento óptimo de la pradera está limitado por estas características. El panorama se complica con el hábito de apacentar en los mismos lugares que adquieren con el tiempo.
La estrategia más común es concentrar el rebaño sobre las vegas en los meses de mayor crecimiento de la vegetación (diciembre a marzo) y separar las llamas de las alpacas en los meses de baja( junio a octubre), sosteniéndose estas en el hok´o y sectores aledaños, y enviando aquellas al waña y al zuní. La dispersión así provocada es condición de sobreviviencia, sobre todo cuando hay una relación restrictiva entre masa ganadera y territorio. En el área de Isluga (al interior de lquique) la falta de forrajes en la temporada fría se supera con el traslado de los animales a las cabeceras de las quebradas occidentales, donde, después de las lluvias estivales, han crecido en gran cantidad los pastos de la estación. Esta forma de trashumancia es llamada localmente "costeo". El ganado es la reserva pecuniaria de un gran número de familias aymaras, y a veces su único recurso.
En la vida dura y riesgosa a 4.000 mt. la supervivencia de cada cría es el resultado de un trabajo arduo, ganado al frío, las enfermedades los cóndores y pumas. No debe entonces provocar extrañeza intimidad que se tiene con los animales, el conocimiento pormenorizado de cada uno de ellos, de sus atributos y carácter. Una verdadera tecnología se funde en base a un conjunto impresionante de conocimientos empíricos. A los ojos de sus cultores es igualmente real el uso de una "tecnología simbólica" (Van Kessel, op. cit.: 318- 325). Esta consiste en acciones rituales que canalizan la injerencia determinante de entidades sobrenaturales en el sostenimiento y reproducción del ganado. Su expresión más conocida es el waño o "floreo", en una de cuyas fases se efectúan sacrificios y aspersiones de una bebida alcohólica ritual a los dioses para asegurar su colaboración.
Desaparición del caravaneo
Las caravanas o recuas de llamas el transporte de bienes de intercambio han desaparecido del Norte de Chile. Con fortuna podríamos observar sus últimos remanentes en valles o zonas altiplánicas todavía no alcanzadas por los caminos y vehículos motorizados.
Los peces, mariscos secos, el wanu y las conchas en la costa; el maíz, las papas y otros frutos en los valles; la carne fresca, el charqui, la lana y los tejidos en el altiplano eran productos básicos de la vida aymara. Las recuas de llamas cargueras permitían su traslado en cantidades importantes hasta los núcleos de población que los requerían (30 a 40 kilos por unidad de carga). Mulas y asnos las reemplazaron parcialmente durante la época colonial, hasta la mitad del siglo XX.
A medida que la producción de ellos se reorienta al mercado, o más directamente se empiezan a producir otros nuevos de fácil comercialización, el caravaneo pierde vigencia. Un sector de campesinos comerciantes releva al productor directo en la circulación de bienes. La extensa red vial existente permite a los intermediarios y transportistas que compran y revenden movilizar pasajeros y cargas, alcanzar hasta los más alejados rincones comprometiendo con ello el intercambio tradicional entre pisos ecológicos.
Autoabastecimiento y mercado
Gestado internamente y muchas veces impuesto, el consumo de bienes de mercado es tan antiguo como la estructuración que da la colonia a la economía andina. Estaba enormemente limitada, sin embargo, por el pago de tributos y exacciones diversas que requerían dinero. El trabajo asalariado y la comercialización del ganado solventaron la explotación del campesino en esa época.
La inserción campesina en el mercado de trabajo y de productos agropecuarios sigue proporcionando actualmente los recursos monetarios para obtener harina, azúcar, parafina, pilas, ropa, ollas, etc., e incluso ahorrar en las buenas temporadas. En el caso de la ganadería, una fracción menor de la lana sigue intercambiándose en los valles por productos agrícolas, y otra se hace bajo la forma de tejidos. Estos, por añadidura, han sido completamente reemplazados por ropas y objetos industriales. Otra, la más importante, por mercaderías que los "rescatadores" (compradores) hacen llegar hasta los poblados, valorizándolos muy alto y presionando por bajos precios de la fibra. Desde el siglo pasado hasta ahora hay un mercado de exportaciones de lana de alpaca en Perú y Bolivia que alcanza hasta nuestro altiplano. En Chile existe, pero el poder comprador ha sido más esporádico e inestable, ya que se activa con períodos de alta demanda. Una familia campesina consume entre 3 y 10 animales anuales de su rebaño. Se efectúa un aprovechamiento integral: piel, vísceras y huesos dan origen a múltiples comidas y objetos.
Cantidades ligeramente superiores son vendidas en igual tiempo. Sigue existiendo necesidad de otros alimentos andinos que se cambiaban por carne según equivalencias y calidades constantes. Sin embargo, como en el caso de la lana, el mercado transforma el sentido de las transacciones, las interrumpe y distorsiona. La alteración se hace efectiva de manera más intensa cuando, como en los últimos años, la carne de alpaca y llama pasa a ser en las ciudades nortinas un alimento barato al alcance de los andinos migrantes y los sectores poblacionales económicamente más deprimidos, acrecentando enormemente su demanda. Hay muchos ejemplos: El trueque de un kilo de carne por uno de maíz seco para el consumo es una equivalencia tradicional común en el altiplano y precordillera.
Si la carne empieza a valer más en la ciudad, cambian las equivalencias, generándose una resistencia entre los campesinos productores del grano. Estos preferirían no cambiarlo, hacerlo en menores cantidades o reconvertir la producción hacia productos rentables. Es el caso de lo que ocurre con el "choclo", el orégano, las hortalizas, algunos de los cuales tienen estacionalmente buenos precios. Evitan así el secado, desgrane, selección y almacenamiento del maíz. Los ganaderos, por su parte, lo adquirirán de otros lugares o por otros medios: la ciudad o los intermediarios, y no harán los largos viajes a los valles para efectuar intercambios; en algunos casos a varias jornadas de esforzada marcha. La actividad comercial se ha interpuesto como una verdadera cuña entre productores, consumidores y acompañantes de intercambio en la búsqueda de ganancias. Con ella aumenta la dependencia del mercado, se hacen vulnerables a sus variaciones y se potencializa un traspaso considerable de valores económicos.
¿Cambio irreversible?
Los camélidos han aumentado la larga lista de exportaciones no tradicionales. Un par de miles de cabezas han salido a los Estados Unidos. Su carne magra y por tanto con bajo índice de colesterol hace atractivo el intento de aclimatación y explotación. Los países vecinos, más conservadores o prudentes, cierran sus fronteras a la exportación de ambas especies. ¿Estamos abriendo un mercado externo o autolimitándolo para el futuro?. Un segundo problema ya señalado es el de la disminución de la masa ganadera. En las últimas dos décadas ha migrado a los puertos de Arica, lquique, Antofagasta y a Calama un número de campesinos cuyo porcentaje varía entre un 30% y un 70% según los lugares.
En un primer momento no se desprenden del ganado, que es un seguro para eventuales retornos y recurso de apoyo hasta la relocalización definitiva. Permanecen bajo la custodia de familiares o pastores. Cuando se consolida la residencia urbana al asegurar ingresos con el comercio, transporte o trabajo asalariado, la función de reserva contra fracasos que cumple el ganado deja de ser necesaria y se reinvierte. Si es correcta la interpretación y no intervienen otros factores decisivos, la mantención del ritmo actual o la acentuación del proceso conducirá en el largo plazo al despoblamiento ganadero del altiplano.
Aun si no fuera de manera absoluta, como en teoría hemos supuesto, la actividad ganadera seguirá estando fuertemente ligada con el mercado regional, nacional e internacional de productos pecuarios, por lo tanto sometida a sus vaivenes, interrupciones, avatares y crisis. Más de algún aymara llegará a suscribir que "todo tiempo pasado fue mejor".
Hans Gundermann K.
Antropólogo
Instituto Antropología y Arqueología,
Universidad de Tarapacá,
Arica.
Para saber más
(1) ALVARADO, Luis. La Vida Rural en el Altiplano Chileno, ICIRA. Santiago de Chile, 1970.
(2) ARANDA, Ximena. "San Pedro de Atacama. Elementos diagnósticos para un plan de desarrollo local", en Informaciones Geográficas, Universidad de Chile, Año XI al XIV, N° esp. pp. 19-61, 1964.
(3) CASTRO, Milka. "Estrategias socioculturales de la subsistencia en las comunidades aymaras altoandinas, en el interior de la Provincia de Arica", Universidad de Chile, Santiago, 1981.
(4) DE CAROLIS, Gabriela. Caracterización de bofedales y su relación con el manejo
de llamas y alpacas en el Parque Nacional Lauca, 2° Parte, Conaf, Arica, 1982.
(5) GUERRERO, J. Bernardo. Alimentación y Subdesarrollo en el Altiplano Chileno. CRECES 12, 2, 38 - 43 (1981).
(6) GUNDERMAN, Hans. " Ganadería aymara, ecología y forrajes: evaluación regional
de una actividad productiva andina " en Revista Chungará N° 12, Arica, 1984.
(7) VAN KESSEL, Juan. Holocausto al Progreso. Los Aymaras de Tarapacá. Cedia. Amsterdam, Holanda, 1980.
(8) LANINO, Italo. Antecedentes de las exportaciones ganaderas en lsluga. Altiplano de la provincia de lquique. Universidad del Norte, lquique, 1977.
(9) MATTHEI, Oscar R. Estudio crítico de las Gramíneas del género Stipa en Chile. Gayana. Botánica N° 13, 1965.