La prensa mundial dedicó sus titulares, al accidente de la gigantesca planta atómica de Chernobyl, en Ucrania, Unión Soviética. Mas allá de las especulaciones por el probable número de muertos (en un comienzo se habló de dos mil) lo que realmente importa es poner en discusión la seguridad de las fuentes atómicas como generadoras de energía, teniendo enfrente al abanico de posibilidades de que dispone hoy el hombre para llegar a los mismos resultados con riesgos menores: quemar petróleo carbón o madera, atrapar la fuerza del viento, la radiación solar, aprovechar la diferencia de nivel de las mareas, las caídas de agua, etc. Si por un lado los costos de los distintos recursos gravitan fuertemente en la adopción de ellos como fuentes respecto a otros, los efectos contaminantes que terminan por ahogar a corto o mediano plazo la vida pesan fuertemente en que algunos - concretamente la energía nuclear- vayan quedando de lado ante el clamor publico mundial.

Nuestro país está en una posición bastante favorable al respecto toda vez que el reactor nuclear en funciones (La Reina, Santiago) está dedicado sólo a fines de investigación científica y producción de radioisótopos para actividades médicas, agrícolas e industriales. Con la actual dotación con que cuenta la Comisión Chilena de Energía Nuclear no se puede introducir la variable generadora de electricidad. Una Iniciativa en tal sentido fue motivo de un detenido estudio y quedó sólo en la etapa. de proyecto. Por ahora esta información trae intranquilidad a los habitantes de la zona central y en especial a quienes, más cerca, viven dándole las espaldas al Centro Nuclear de La Reina.


Fuentes limpias

En octubre de 1973 se produjo el primer gran campanazo de alerta para los países que vivieron acostumbrados a quemar petróleo importado y dólares escasos. Su precio subió abruptamente en pocas semanas y produjo tal caos en las finanzas nacionales que fue necesario repensar sobre la marcha la sustitución del crudo por otras fuentes. Hasta allí el gran peso de las decisiones era sólo de tipo económico. Más tarde se sumó una nueva variable: la ambiental. El petróleo comenzó a ser desplazado en los grandes mercados y hasta en Chile los quemadores de los hornos de la gran minería dejaron de funcionar con petróleo para adaptarse al carbón. Los vehículos en Brasil pasaron a usar como carburante el alcohol de caña y la tecnología para atrapar la energía radiante del sol comenzó en todas partes a ganar adeptos.

Las perspectivas de desarrollo de los principales subsectores de energía en el trienio 1985-1987 en Chile, indican que en la producción de petróleo crudo se prevé una disminución del orden del 18% entre 1984 y 1988. Sin embargo y debido a la baja demanda de los hidrocarburos que se ha venido produciendo con el reemplazo del petróleo por otros recursos, como el carbón, el efecto neto en el porcentaje de autoabastecimiento se verá amortiguado pasando desde un 48% en 1984 a un 40% en 1988.

Fuera como dentro de Chile, las opciones van siendo cada vez más claras y favorables para la hidroelectricidad. Muchas razones obran en tal sentido: las instalaciones que la generan son excepcionalmente confiables y responden rápidamente a la demanda de los cambios destinados a hacer más flexibles sus operaciones, poseen larga vida y los bajos costos de operación les permiten producir a costos bajos durante largos períodos. Esto hace a las plantas hidroeléctricas más atractivas respecto a las que queman combustibles fósiles.

En general parece que quemar tales combustibles hoy es jugar con fuego en el mediano y largo plazo. Lo que se quema contamina y no se recicla.

En la hidroelectricidad el hombre toma prestado un recurso abundante, especialmente en la zona Central y Sur de Chile, y sin llegar a descomponerlo, le arranca la energía potencial en su caída a través de un plano inclinado para luego devolverla al cauce de canales y ríos donde cumplirá tareas múltiples y vivificadoras. Mirado en la perspectiva de la situación financiera de su endeudamiento externo, la energía hidroeléctrica provee un medio crucial para reducir la dependencia de la energía foránea.


Técnica centenaria

Lota fue la ciudad que tuvo el privilegio de iniciar en Chile el uso de los recursos hídricos para generar electricidad. Allí se instaló una central (Chivilingo) que entró en servicios en 1887 con dos turbinas accionadas por una caída de agua de 110 metros. La energía salida de ellas iluminó al centro minero y movió los potentes winches que llevaron al fondo de la tierra - y bajo del océano - a miles de trabajadores que, curiosamente, extraían allí otro recurso energético igualmente valioso: el carbón.

Las centrales hidroeléctricas con embalses, además de regular y acumular el recurso agua, benefician adicionalmente a los sistemas de regadío. Por ejemplo, se estima que la central Colbún Machicura permitirá regar 125000 hectáreas de nuevos terrenos y mejorará las actuales condiciones de riego de otras 330 000 hectáreas. Este hecho representa una gran ventaja si se considera que muchos embalses se ubican en gran mayoría en zonas de poca aptitud agrícola, como lechos fluviales y tierras de secano.

La práctica de deportes náuticos y la pesca forman parte del atractivo turístico y recreacional de los embalses. También hacen posible la forestación de amplias zonas, protegiendo con ello las especies autóctonas tanto de flora como fauna. Para lograrlo ya han puesto en funcionamiento viveros en estaciones como Rapel, Antuco o Colbún, destinadas a la repoblación de grandes áreas, sobre todo con especies autóctonas nacionales. A lo anterior hay que agregar el aporte que significa el desarrollo de las regiones la construcción de represas, que posibilitan una mayor actividad económica en la adquisición de bienes y contratación de servicios. En menos de tres meses, por ejemplo, la actividad socioeconómica de ciudades como Puerto Montt y Puerto Varas cambió con la instalación de faenas y llegada ocontratación de nuevo personal a las mismas.

Cuando se hace un balance sobre todos los beneficios que una central hidroeléctrica otorga al país, y se los contrasta con las probables alteraciones al medio ambiente y al paisaje del área afectada, los resultados tienen saldo a favor según los ingenieros, técnicos y autoridades. Si los resultados se contrastan ahora en costos y beneficios con el empleo de fuentes energéticas provenientes de reactores nucleares o de combustibles orgánicos (petróleo, leña, carbón), se llega a un consenso en la opción por el uso de nuestros cauces de agua precordilleranos.

Fuentes autorizadas de Endesa las cuales consultó CRECES indican que los estudios ecológicos. se encuentran incluidos como antecedentes de valor en las etapa preliminares de sus proyectos. Esta modalidad no es algo nuevo y reporta la tendencia de la ingeniería en las últimas dos décadas en todo el mundo, la que ha ido tomando conciencia del deterioro de los ambientes naturales y de la calidad de vida por el hecho de no considerar la variable ambiental en las obras hechas en la primera mitad del siglo.

El hecho de que la energía hidroeléctrica es la de más bajo costo, la más limpia y la única renovable, hace abrigar las esperanzas ---como se sostiene en círculos especializados- Chile pueda llegar a tener energía de esta fuente para el consumo total del país, de sur a norte. Hoy el agua que se desliza e una tubería desde el lago Laja, en la Octava Región, produce la electricidad con que se alumbran los hogares en el sur de la Segunda Región. ¿Por qué no alcanzar más allá, hasta la frontera norte?