Inmunidad y factores emocionales
( Publicado en Revista Creces, Junio 1989 )

El estudio de la influencia de los estados emocionales en la propensión a contraer enfermedades ha dado origen a una nueva disciplina, la Psicoinmunología que cada día permite una mejor interpretación de la casuística médica y abre nuevos horizontes en el estudio del control psíquico sobre la salud.

"Sé alegre mientras vivas, la vida es más fácil con una sonrisa". Palabras de Ptahotepec, visir egipcio que, según se afirma, vivió dos mil años antes de Cristo. Hoy el concepto sigue siendo válido e investigaciones realizadas durante los últimos años, parecen encontrar una explicación científica a la relación entre emociones, salud y enfermedad. Con ello ha aparecido un nuevo campo de investigación que se ha denominado "la psicoinmunología", que se basa en el principio que el cerebro influye en el sistema inmune y por lo tanto, en la resistencia a las enfermedades. Sus avances llenan páginas de numerosas revistas especializadas, tanto en el campo psicológico, como inmunológico, neuroendocrino y nutricional.

Pareciera ya un hecho aceptado que los estados psicológicos de los individuos determinan de algún modo su vulnerabilidad a contraer enfermedades. Existe una correlación muy significativa entre estados de depresión, pesimismo, soledad y ansiedad por un lado, y riesgo de padecer enfermedades infecciosas, cáncer o enfermedades cardíacas, por otro. Son clásicos los ejemplos en donde la muerte de un miembro de la pareja precipita depresión enfermedad y muerte del otro cónyuge. Casos similares se han descrito para estudiantes sometidos a la presión de exámenes, mujeres separadas, etc. Incluso el tipo de personalidad, también pareciera predisponer a algunos individuos a perder algunas condiciones de salud física y ha sido reportado que aquellas personas que tienen una visión negativa del mundo que los rodea tienen un mayor riesgo de sufrir una muerte prematura.

Durante los últimos años, numerosos grupos de investigación han tratado de explicar la influencias del sistema nervioso en la respuesta inmune. lsakovíc y Jancovic en 1974 mostraron que al lesionar puntos específicos del hipotálamo en ratas, disminuía la producción de anticuerpos y se observaban cambios en reacciones cutáneas específicas, además de una marcada involución del timo. Experimentos posteriores realizados por R. Ader mostraron que al estimular el sistema inmune se podía detectar una mayor actividad eléctrica en el hipotálamo.

Uno de los mecanismos más estudiados de control de la respuesta inmune ha sido el hormonal. Desde hace más de una década se conoce la acción inhibitoria de los glucocorticoides sobre los glóbulos blancos. En experimentos realizados en conejos, ratas y cuyes, los glucocorticoides han mostrado poseer actividades antilinfocitarias, provocar atrofía del timo y disminuir la actividad de los macrófagos. Algunas de estas acciones sobre el sistema inmune se han podido reproducir también administrando a los animales de experimentación ACTH, la hormona producida por la hipófisis que regula la producción de corticoides por las glándulas adrenales, lo que induce a pensar en un control "superior" de esta actividad hormonal (Fig 1). Otro novedoso enfoque para este mismo problema ha sido el estudio de la acción estimuladora de una molécula típicamente inmunológica como la lnterleuquina-1 sobre la producción de glucocorticoides. En experimentos realizados en ratas, ratones y pollos la administración de antígenos provoca un aumento en la liberación de glucocorticoides a través de un incremento en la producción de lnterleuquina -1. Esta actuaría sobre neuronas especificas del hipotálamo que responden produciendo el Factor liberador de ACTH que luego de actuar sobre la suprarrenal aumenta la producción de glucocorticoides.

En animales a los que se les ha extraído la hipófisis es posible detectar una disminución en la inmunidad celular que ha sido atribuida a una carencia de hormonas de crecimiento. Tanto esta hormona como la prolactina, adrenalina y noradrenalina sufren importantes cambios durante el stress. Es importante señalar también que la mayoría de las células del sistema inmunitario poseen receptores de superficie para varías hormonas y neurotransmisores, lo que explicaría el control neuroendocríno sobre el sistema inmunitario. Al parecer este control se ejercería en ambas direcciones dado que, junto con la descripción de diversos receptores tanto para neuropéptidos (D-ala encefalina, Bendorfina y dimorfina) como para neurotransmisores en células inmunes, se ha descubierto que el ataque de linfocitos y macrófagos sobre bacterias o virus provoca además, señales que por vía sanguínea, llegan al cerebro el que inicia una serie de respuesta que terminan en el aumento del nivel de hormonas que estimulan la actividad inmunológica. En este sentido son relevantes los hallazgos de Smith y Black, quienes demostraron que los linfocitos no sólo son capaces de producir interferón, sino también hormonas peptídicas, muy semejantes a las producidas por la hipófisis. Incluso bajo condiciones especiales de estimulación, los linfocitos pueden producir endorfínas, ACTH, hormona de crecimiento, tirotrofina y hormonas reproductivas. Por último, más recientemente, ha sido reportado el descubrimiento de Neuroleuquina, un nuevo mediano químico reconocido tanto por el sistema inmune como por las células nerviosas. Este hallazgo, junto al hecho que interleuquina 1 no sólo es producida por células del sistema inmune sino también por células gliales del cerebro, configura un cuadro de estrecho contacto entre el sistema inmune y el neuroendocrino.


Desnutrición, pobreza y enfermedad

Existe consenso en afirmar que son muy variados los factores que determinan el crecimiento y desarrollo de un ser humano. Entre ellos, el equilibrio emotivo y los determinantes psicológicos del entorno juegan un papel preponderante. Crecer en un ambiente en que estos elementos están ausentes o distorsionados por factores ambientales tales como la pobreza o la marginalidad, conlleva un gran riesgo de un desarrollo imperfecto y, eventualmente, una peor adaptación a la agresión del ambiente. En términos de salud, una de las formas como mejor se expresa esto, es la mayor susceptibilidad a contraer enfermedades de tipo infeccioso de aquellos niños que provienen de hogares en donde la falta de afecto, la inseguridad, la ausencia de estimulo psíquico y la desnutrición son características prevalentes.

Hace ya algunos años, tanto investigadores chilenos como extranjeros, habían descrito numerosas fallas del sistema inmunológico en niños con desnutrición avanzada, lo que explicaba su alta susceptibilidad a las enfermedades infecciosas y el elevado riesgo de muerte (Monckeberg, F. Desnutrición Infantil, Santiago, 1988). Sin embargo, no sólo la desnutrición produce estas alteraciones, sino también la falta de efecto y de seguridad. Si el niño es rechazado por sus padres, también se altera su respuesta inmunológica. Ello también se ha podido observar en animales de laboratorio. Keller, investigador del Mount Sinaí Hospital experimentando con monos, ha observado que al separar los hijos de las madres, la respuesta inmune se deprime en forma transitoria.

En los niños desnutridos, además de los trastornos que produce la desnutrición misma, se suman también los efectos negativos del abandono, la falta de estimulación, la inseguridad y la falta de afecto. En la experiencia de CONIN (Corporación para la Nutrición Infantil), los niños desnutridos son frecuentemente rechazados o no deseados. Generalmente sus madres son menores de edad, solteras y el afecto y estimulación que brindan a sus hijos es muy escaso. Sin lugar a dudas que todo ello, junto con la desnutrición, constituye un grave stress crónico, que podría explicar las alteraciones observadas en los mecanismos de defensa inmunológicos. Este hecho se ha podido comprobar durante la recuperación. Si además del tratamiento nutricional se agrega un intenso programa de estimulación psíquica y afectiva, mejoran los mecanismos inmunológicos y disminuyen las enfermedades infecciosas. En eso radica principalmente el éxito obtenido por CONIN en la recuperación de niños con desnutrición grave. En un hospital convencional es muy difícil desarrollar programas de estimulación psíquica y afectiva individual. En cambio ellos se pueden desarrollar en los Centros que CONIN tiene para recuperar todos los niños desnutridos en el país. En la Tabla 1 se puede observar un resumen que demuestra una significativa menos frecuencia de infecciones y menor riesgo de morir de los niños tratados en un Centro de CONIN, en que se realiza una estimulación psícoafectiva individual e intensa, comparado con lo que se observa en un hospital pediátrico convencional. Ya CONIN ha recuperado casi 75 mil niños con desnutrición grave y siempre se corrobora la misma observación.

Todas estas investigaciones demuestran la importancia de los factores psicológicos sobre los mecanismos inmunológicos y el control que desarrolla sobre ellos los centros cerebrales. Ello prueba que tanto en el ser humano como también los animales superiores, todos sus órganos funcionan en forma coordinada y que todos, de alguna manera obedecen a instrucciones centrales que los coordinan, incluyendo también al sistema inmunológico.



Dr. Fernando Monckeberg B.


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